Mié 23.08.2006
espectaculos

TEATRO › EL GRUPO ISRAELI COMIENZA OTRA SEGUIDILLA

La adrenalina de Mayumana, un nuevo clásico en cartelera

En la visita anterior llenaron veinte veces el Gran Rex: el grupo de percusionistas/performers amenaza con un romance sin fin.

› Por Karina Micheletto

Música, teatro, acrobacia, danza, clown, todo junto, pero también otra cosa. La compañía israelí Mayumana ya mostró lo suyo al público argentino en dos visitas en las que, en Buenos Aires, llenaron veinte Gran Rex. Este año van por más: luego de presentarse en Córdoba y Rosario, comenzarán sus shows en ese teatro mañana, con funciones agregadas hasta el 3 de septiembre. El show, que acerca su propuesta a la de compañías como la neoyorquina Stomp o los locales El Choque, hace pie en el ritmo y el humor. Esta vez, la propuesta básica será la misma, pero distinta: “Siempre van cambiando los integrantes, y ahora el elenco se renovó prácticamente en su totalidad. Se busca ir dando lugar a gente nueva, que aporte otra energía. Por eso el show va tomando otros matices, constantemente trabajamos en renovar los números”, explica Walter Zaga, integrante argentino de Mayumana.

Mayumana tiene cerca de cuarenta integrantes, de los cuales diez están sobre el escenario en cada espectáculo. Como sucede con algunas compañías, el grupo se desdobla y así, en este momento, hay otro Mayumana presentándose en Bélgica. Los bailarines, acróbatas y músicos que lo integran provienen de unos veinte países diferentes. Walter Zaga llegó a Mayumana en el ’99, tras pasar varias audiciones. Luego de seis meses de preparación, que incluyeron entrenamientos diversos (“hay que aprender el show, incorporar un lenguaje nuevo al cuerpo y a la mente, eso lleva su tiempo”, explica Zaga) ingresó al elenco estable. El entrenamiento es constante e incluye horas de práctica antes de cada show, pilates o yoga dos veces por semana, una o dos clases de percusión semanales más las clases de danza africana, hip hop, funky y flamenco, entre otras. Si en un principio todo el espectáculo cabía en un camión, junto con los decorados y el escenario, siete años atrás se creó la Casa Mayumana en Jaffa, una ciudad pegada a Tel Aviv. Allí se centralizan las actividades de la compañía, con un teatro, oficinas y un estudio de danza y ensayo.

–La guerra debe haber cambiado el día a día de esta casa.

–En realidad no, porque estamos todo el tiempo viajando. De hecho, hay gente que se incorporó en audiciones que se hacen afuera en cada temporada, por ejemplo en Madrid. Esa gente ni conoce ni está al tanto de la situación que se vive en Israel, y cuando termina una gira vuelve a su casa. Además, Tel Aviv es una ciudad que tiene una vida aparte, cuando yo vivía allá la vida continuaba, todos seguíamos trabajando y haciendo cosas, a pesar de todo.

–Es decir que la rutina del grupo no se modificó.

–En la medida en que estamos alejados, no. A mí me pasa lo mismo que cuando vivía allá y acá estaba todo el lío del corralito. Lo sufrís, porque es tu gente, pero en tu rutina diaria la realidad es otra. Tratás de apoyar a tu familia y tus amigos, sabiendo que lo que podés hacer es poco y nada: seguir transmitiendo un buen mensaje, darle algo bueno al público más allá de su lugar de origen.

–¿Qué fue lo que más lo sorprendió al llegar a la compañía?

–La energía increíble que se transmite, con elementos tan sencillos. Hay números que son tan simples que uno dice: ¡cómo no se me ocurrió a mí! Esos, para mí, son los mejores. Como el de los cuatro chicos sentados en una mesa, que van haciendo el mismo ritmo con golpes y después improvisan uno cada uno. Cuando vi esa escena fue como un resumen del espíritu de Mayumana, y de cómo desde lo más simple se puede llegar a algo muy elaborado.

–¿Cómo definiría ese espíritu?

–Es algo que no se puede explicar, te llega directamente, es corporal. El espectáculo tiene algo de un nivel de alegría diferente, por momentos nos sentimos chicos ingenuos que juegan con lo que tienen a mano y con eso logran algo creativo y divertido. Llegar a transmitir esa alegría, de esa forma tan simple, lleva mucho trabajo.

–¿Perciben diferencias en la forma en que son recibidos por públicos de diferentes lugares del mundo?

–Mucha, y eso es lo que más nos entusiasma. El espectáculo es el mismo y la gente reacciona de forma totalmente distinta. Es muy claro que públicos de países como Bélgica, Holanda o Alemania tienen otra capacidad de recepción y otra forma de comunicarse. Por momentos son muy respetuosos, a veces guardan silencio todo el show, y cuando termina el teatro se viene abajo, recién ahí demuestran lo mucho que les gustó. En España, Brasil o Argentina la cosa es diferente: la gente se ríe o aplaude cuando quiere, reacciona de una manera más natural, participa mucho. Eso nos ayuda, definitivamente el espectáculo sube, se vuelve más energético, con otro nivel de furia y de fuerza.

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