Mié 23.08.2006
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TEATRO › “IND ARG” REFLEXIONA SOBRE EL LENGUAJE DEL SER NACIONAL

“El humor siempre tiene dolor”

Javier Pomposiello y Anabella Valencia, dirigidos por el Macoco Martín Salazar, presentan Ind Arg, obra en la que juegan con frases hechas que revelan “una poética nacional”.

› Por Hilda Cabrera

“El humor que me interesa es el que se basa en la realidad, en las miserias y las cosas terribles de la vida, o en las dificultades, por lo menos.” El actor Javier Pomposiello entiende que las frases hechas, esas que se utilizan de modo automático y sin siquiera conocer su origen expresan una actitud ante la vida. No se refiere al parecer a aquellas que se transmiten de generación en generación y guardan un significado, aun cuando no todos los usuarios lo conozcan, como “A río revuelto, ganancia de pescadores”, sino las que usan a diario, tanto gente del llano como encumbrados de la función pública o la política, disimulando con ese lenguaje un vacío conceptual. Frases hechas son las que conforman el cuerpo de Ind Arg, ópera prima de Pomposiello en la que este autor actúa junto a Anabella Valencia, dirigido por Martín Salazar (integrante del grupo Los Macocos). La obra –que se ofrece los domingos a las 19 en el Teatro Tadrón, de Niceto Vega 4802– rescata frases que ninguna relación tienen con dichos ni refranes como los que envidiaba Don Quijote a Sancho (“Dime ¿dónde los hallas, ignorante?”, o “¿cómo lo aplicas, mentecato, que para decir yo uno y aplicarlo bien sudo y trabajo como si cavase?”).

Aun cuando los intérpretes y el director subrayen que Ind Arg no equivale necesariamente a industria nacional, la situación que se retrata y el lenguaje utilizado no deja dudas. ¿Dónde hallar tan fácilmente gente perdida en una feria internacional, personajes que parecen llegar tarde a todas las fiestas, acompañados además por un bandoneonista? “Tratamos de no subrayar –apunta el autor–. La intención es colocar a estos personajes en un determinado lugar y perderlos para ver cómo se las arreglan. Un hombre y una mujer atienden el stand de su país en una feria internacional. El hace de parrillero y ella de promotora. Hacen, porque en realidad tienen otras aspiraciones, pero ése es el trabajo que consiguieron.” La obra no se inicia en el mejor momento sino cuando “esa promoción es un despojo”. En ese “resto” se encuentra el bandoneonista.

–¿Por qué convertir los lugares comunes del lenguaje en una obra de teatro?

Javier Pomposiello: –Siempre me llamó la atención que se dijeran palabras y frases sin pensar demasiado en su significado. Por eso, la idea aquí fue trabajar sobre personajes que hablan y hablan y repiten discursos ajenos y dan vueltas sobre un tema de manera circular. Es gente sin capacidad para aprender, que incorpora y repite como si fuera suyo lo que dicen otros.

Anabella Valencia: –Javier tiene el don de la memoria auditiva. Sobre un encuentro, recuerda a la perfección qué dijo cada uno. Y eso es fundamental para elaborar una dramaturgia. Rescata aquello que se está diciendo, pero sobre todo cómo se lo dice. Puso esa habilidad en función de Ind Arg, donde cada frase responde a algo que uno mismo ha dicho alguna vez.

–O que ha escuchado, supongo, porque de lo contrario empezaríamos a asustarnos...

J. P.: –Eran mías mientras ensayábamos.

Martín Salazar: –Al reunir estas frases vacías de contenido, Javier va armando una trama y una especie de poética nacional. Sobre esa situación de la pareja perdida en una feria internacional, recordé la historia de una inmigrante española. Cuando su barco atracó en Río de Janeiro, se puso contenta: veía palmeras, hacía calor... Todo bien. Pero su destino final no era ése. El barco siguió viaje y la mujer desembarcó en Buenos Aires. El paisaje era otro: la ciudad, gris, y además llovía. Desde ese día, esa mujer no dejó de lamentarse. ¿De dónde viene nuestra nostalgia? ¿Nuestra nostalgia es la del inmigrante? Me pregunto qué hemos perdido.

–¿No les parece extraño que ustedes y otros más jóvenes aún mencionen y en algunos casos sientan como propia esa nostalgia?

A. V.: –Nosotros conocemos ahora a otros inmigrantes, pero igual tenemos idea de cómo vivieron el Nono o la Nona, de cómo y cuánto trabajaron. Quizás mis hijos no lo entiendan así.

J. P.: –En realidad, los personajes de Ind Arg están perdidos en sí mismos. El parrillero es en el fondo otro tipo de persona y la promotora quiere ser actriz.

–¿Sería el retrato de dos que se quejan?

J. P.: –En ellos se mezclan la queja y el triunfalismo. Son de los que dicen que pase lo que pase siempre vamos a ganar, o que vamos a ser campeones aunque haya que sacrificar a alguien. Este es un discurso enfermo.

–¿Impuesto?

A. V.: –En general, sí. Se nos exige ser los mejores.

M. S.: –Ante esto, uno se pregunta ¿no puedo hacerlo sólo bien? ¿Sólo cuentan los campeones? ¿Y los que le siguen?

J. P.: –Es común querer dar clase en todo. ¿Acaso no conocemos a ese tipo que se pone al lado del parrillero y pretende ilustrarlo diciendo que el asado se hace despacito, que la tira se pone con el hueso para abajo, y que al mismo tiempo charla sobre otras cuestiones, sobre si va o no a llover todo el verano o quién hace de carrocería en una moto. Y junta esto con “yo no sé si fueron treinta mil los desaparecidos” y “muchos están cagándose de risa en Europa”. Es esa gente que te recuerda que la sandía con el vino te hace una piedra en el estómago y afirma que son todos putos y hay que cagarlos a tiros. Me impresiona que algunos pongan en un mismo nivel la muerte de su rottweiler y el tema de los desaparecidos, por ejemplo.

A. V.: –Pero en la obra no todas las frases son tan agresivas. Mi personaje cuenta la experiencia de una actriz que participa de un casting.

M. S.: –Algunas son “existencialistas”. Se habla de progresar, de “salir adelante”. Claro que uno se pregunta hacia dónde, cuando, como sucede con esta pareja, se está varado y en medio de la nada.

–Donde temen morir y que “nadie se entere”.

A. V.: –Esa mirada sobre el futuro aparece también en las propagandas que ofrecen un terreno en un cementerio privado. Allí se ve a unos abuelos sonrientes diciendo que no quieren dejarles problemas a los hijos.

–Quizás una consecuencia de la indefensión en que se vive. ¿No es un absurdo también que las aseguradoras premien con una mochila a quien contrata un seguro de vida?

M. S.: –Tenemos grandes necesidades y nos crean más. Mientras haya demanda, esa oferta continuará. Por eso, el humor llano nos parece tonto. En el humor de los argentinos hay siempre una cuota de dolor.

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