TEATRO › GUSTAVO WONS REALIZARA DOCE FUNCIONES DE EL GRAN FINAL. TRIBUTO A BOB FOSSE
El espectáculo, que se estrenará hoy en el Teatro Astral, será el primero íntegramente ideado por el coreógrafo. Wons soñaba con llevar a escena la figura del artista norteamericano que revolucionó la comedia musical. “Fue una fuente de inspiración para mí”, destaca.
Después de trabajar en Buenos Aires y en Estados Unidos, de ganar premios y consolidar su lugar en el mundo del musical a fuerza de dedicación, Gustavo Wons se prepara para dar a conocer lo que llama su “primer hijo”, su primera creación plenamente pensada por él, en la que asume la coreografía, la idea general y puesta en escena. Antes había sido convocado para coreografiar espectáculos como 60 años no es nada, con Nacha Guevara; No te prometo amor eterno; Sweet Charity; Eva, el gran musical argentino y Caravan, the jazz musical (estos dos últimos le valieron el ACE a la mejor coreografía). Desde hoy a las 22.30 en el Teatro Astral (Corrientes 1639) realizará doce funciones de El Gran Final. Tributo a Bob Fosse antes de partir de gira. Hace años que él soñaba con llevar a escena la figura del artista norteamericano que revolucionó la comedia musical, con un estilo que hasta entonces era impensado para el género. “Siento que esta obra es mi primer hijo. Yo venía coreografiando obras que me ofrecían. Pero ésta es toda mía, es otro tipo de responsabilidad. Le vengo dando vueltas hace tiempo, no me animaba y finalmente el año pasado me decidí a arrancar”, cuenta a Página/12 el creador de 44 años. A comienzos de este año, Wons hizo unas funciones a modo de calentamiento en el Centro Cultural 25 de Mayo, con una muy buena respuesta de público; y ahora se lanza a la avenida Corrientes con un elenco que define como integrado por “los mejores”. Ellos son Santiago Almaraz, Pía Alonso, Vicky Barnfather, Nicolás Chávez, Carla Dorto, Cecilia Estévez, Pamela Garegnani, Eugenia Gil Rodríguez, Angel Hernández, Carla Lanzi, Mariano Magnifico, Carla Noval, Rodolfo Santamarina, Nicolás Tadioli, Verónica Torres, Nicolás Villalba y Florencia Viterbo; y el libro de la obra corresponde a Julio Panno.
–¿Cómo surge este homenaje a Fosse y por qué? ¿Qué le atrae de este creador?
–Nació como un work in progress. Convoqué a cantantes y bailarines que me encantan, mis favoritos, y me dijeron que sí. En principio nos juntábamos una vez por semana a probar cosas y para fines del año pasado ya empezó a tomar forma. Este verano tuve la posibilidad de mostrarlo en el Teatro 25 de Mayo, de Villa Urquiza. Descubrí a Fosse con mayor profundidad en el 2001, cuando acá hicimos el musical Chicago, que él coreografió. Se transformó en una fuente de inspiración, en un maestro para mí. Sentí que su mundo tenía que ver conmigo, que esos movimientos me iban. El marcó un estilo coreográfico, una estética para los musicales. Aportó movimientos raros que hasta entonces no se usaban, una desestructuración del cuerpo. El mismo no era el bailarín convencional, perfecto, que respetaba los cánones y lo supo aprovechar para crear un estilo personal. En sus obras los movimientos son más quebrados, más chuecos, más minimalistas, con mucha disociación de las partes del cuerpo, además de tener un gran carga sensual y sexual. Basta ver su película All that Jazz o Cabaret, por la que gana un Oscar. Creo que Cabaret lo refleja muchísimo, esa cosa medio oscura y vital a la vez, como que los peores dramas se pueden contar de la mejor manera. Sin dudas, cambió la forma de hacer musicales.
–¿Cómo es la estructura del espectáculo?
–Hace tiempo leí una biografía muy larga en la que me enteré de algo que desconocía: Fosse, antes de morir, dejó paga una fiesta a la que invitó a todos sus amigos, parientes y afectos. Se hizo en un restaurante muy top del Central Park de Nueva York y fue todo el mundo. El había organizado todo: los invitados, la comida, la bebida, la música. Me interesó tomar esa anécdota, contar esa fiesta tal como me la imagino y desde ahí hacer flashbacks a distintos momentos y aspectos de su vida. Por ejemplo, la relación con las mujeres, porque era extremadamente mujeriego, aunque las tres figuras centrales fueron su hija, su amante y la madre de la hija. También mostramos sus comienzos laborales siendo casi un niño en ambientes nocturnos de Manhattan, el descuido de su salud, los excesos. No se cuidaba nada, era el peor paciente. Tengo la sensación de que de alguna manera él estaba presente en esa fiesta y la seguía dirigiendo. Yo aparezco en la fiesta como su espíritu, y otros intérpretes lo encarnan en su juventud.
–¿Qué características tiene la puesta?
–Es muy minimalista y se apoya en el trabajo de los intérpretes y en un diseño de luces muy fuerte. La fiesta es en blanco y negro y las escenas del pasado en color. Poca escenografía y en cuanto a la música y a la danza no quise hacer un collage de sus obras. No me interesa reproducir sino mostrar mi punto de vista sobre él. No quise caer en hacer temas de los musicales que él dirigió o coreografió. Preferí buscar canciones que tuvieran el color de lo que quiero contar, muchos fueron cantados por Liza Minelli. A nivel del movimiento, quise hacer mi coreografía con impronta de Fosse pero no intentar copiar, por más que cito dos momentos específicos. El resto son coreografías mías. Yo me siento muy influido por él en todo lo que hago, por eso este espectáculo es una forma de mostrarlo a él y mostrarme a mí junto a las demás figuras que me marcaron. El que vea la obra va a ver a Fosse, pero también va a ver mi punto de vista.
–¿Cómo fue la experiencia de trabajar quince años en Estados Unidos, en la cuna del musical?
–Llegué gracias a una beca Fullbright y del Fondo Nacional de las Artes. Me instalé en Nueva York y tomé clases con distintos maestros porque ir a una universidad de danza era demasiado caro. Igual fue como tocar el cielo con las manos. Fueron dos años de formación y conseguí trabajo en Broadway en el musical Un violinista sobre el tejado. Después hice giras por el interior de Estados Unidos con Cats, West Side Story, Man of La Mancha, King an I. Hubo algo que siempre me sorprendió: el grado de agresividad y de disciplina que tienen todos. Sea una clase, ensayo, audición o función, todos llegan mucho antes y entran en calor. Si la clase arranca a las 9 de la mañana hace rato que están todos listos para arrancar con todo. Acá es medio impensable. Somos más relajados, nos tomamos unos mates antes. Allá se preparaban como leones.
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