TEATRO › ENTREVISTA AL ACTOR Y DIRECTOR ESPAÑOL ANDRES LIMA, DIRECTOR DE “HAMELIN”
Al frente de la compañía Animalario, el director presenta en el Broadway una obra que, a partir del relato del flautista, reflexiona sobre un tema tan áspero como la pederastia.
› Por Hilda Cabrera
Ante el abuso sexual de los menores, las reacciones se extreman crucificando al acusado. Sobre este y otros abusos, a veces silenciados o soslayados por la sociedad en la que se producen, trata Hamelin, pieza del madrileño Juan Mayorga que parte de hechos reales y de un legendario relato destinado a la biblioteca infantil: El flautista de Hamelin. Un cuento muy difundido en la versión de los hermanos Grimm sobre un extraño personaje que con su música encandilaba ratas llevándolas al muere, y que luego, al no recibir la paga prometida por la inusual desratización de Hamelin, encantó a los niños de la ciudad, desapareciendo con ellos para siempre. Con esta historia y hechos cercanos en el tiempo relacionados con la pederastia, el autor elaboró una metáfora que apunta a aquellas sociedades incapaces de proteger a quienes son pasibles de abusos. A esta problemática se refiere básicamente el actor y director español Andrés Lima, quien, de gira por América latina junto a su compañía Animalario, estrena Hamelin en el Teatro Broadway, de Corrientes 1155. La pieza –que se ofrece hoy en función de avant première a los lectores de Página/12 que hayan retirado sus entradas, gratuitas, en la redacción del diario– es parte de una experiencia de cruce entre Animalario (que ofrecerá funciones hasta el domingo 17 de septiembre) y el elenco argentino que continuará la temporada a partir del miércoles 20. “En esta obra hay varios personajes que no han querido mirar de frente el problema: el supuesto abusador, la psicóloga que trata al niño y el juez que lleva el caso. Cada uno sostiene una postura distinta. Y de eso se trata, pues no es bueno prejuzgar, como suele hacerse”, puntualiza Lima.
–¿Por qué no se espera en estos casos la resolución judicial?
–La sociedad tiene prisa por condenar y crea monstruos para que no se sospeche de ella, para que no se vea su lado oscuro. ¿Acaso hay una preocupación real por saber cuántos chicos y mujeres sufren humillaciones?
–¿Se refiere también al abuso familiar?
–Eso por un lado, que además en España se está dando mucho. Es tremendo. En la obra, el juez abusa de su poder y de su cultura, y la psicóloga también abusa cuando pretende erigirse en madre adoptiva del niño. Lo que preguntamos en Hamelin es qué mundo generamos para nuestros niños y en definitiva para nosotros.
–¿A qué se debe que estos temas sean hoy planteados en el teatro?
–Es normal que suceda en los teatros de las sociedades desarrolladas, donde se supone que los más débiles tienen derechos que deben ser reconocidos. Sin embargo, en Madrid, donde vivo, da vergüenza que con el alto nivel de vida que alcanzó España haya niños prostituyéndose. Esto dice mucho de los adultos.
–¿Cuál es su respuesta a este problema?
–No tengo respuestas. Al igual que en la obra, donde hago el papel de Acotador, digo “¡cuidado, reflexionemos!”. Como actor debo ponerme en el lugar del otro, tanto si me toca el papel de Hamlet, Otelo o el de pedófilo. En el diccionario, la palabra pederasta designa a quien abusa de los niños sexualmente o los maltrata, pero la palabra pedófilo es otra cosa: significa amor a los niños. Es una filia y no una enfermedad. El pedófilo no necesariamente viola niños.
–¿Lo relaciona con el encantamiento que despierta un niño?
–¿Por qué no? La sociedad suele demonizar ciertas actitudes fabricando miedos y odios. Por muy ajena o extraña que nos parezca la actitud del otro, hay que tratar de comprenderla.
–¿Los temas conflictivos son hoy una preocupación de la dramaturgia española?
–No especialmente, pero esos temas existen, y cuando son llevados al teatro, molestan. Las sociedades consumistas prefieren otra cosa: gustan más del espectáculo de escaparate y el vodevil. Nosotros, como grupo, tenemos la suerte de poder trabajar libremente y contar con un público que nos sigue y participa.
–¿Existe una sociedad afín al teatro que propicia la crítica y el debate?
–Si no existe, habrá que crearla. No hay que ser iluso, pero se puede intentar ser mejor.
–¿En qué sentido?
–Se puede ser feliz, compasivo, libre, fraternal. Eso no es una utopía.
–Desde un punto de vista económico parece imposible.
–Que nos digan que podemos comprar un supercoche o un superchalet: eso sí es una utopía, o mejor, una mentira. Y es lo que nos vienen proponiendo: vivir en la mentira. Pero se puede aspirar a vivir sencillamente y con voluntad de cambiar lo establecido. Los que componemos Animalario consideramos imprescindible la reflexión como núcleo de trabajo. Y observamos el mundo en que vivimos. Por eso, hablamos de la humillación cotidiana, de ciudades como Hamelin, donde, como en las nuestras, se multiplican las ratas y se construyen, por ejemplo, grandes estadios, mientras continúan levantándose barreras de chabolas y muchos niños se prostituyen. No quiero ser quejica, pero esto es verdad.
–¿Cree que el teatro puede aportar reflexión?
–Sí que puede. Lo que no sé es si se lo toma en cuenta. Pero el teatro es el medio por donde me expreso. Quizás el arte no sirva en estos casos, pero sigue siendo una aspiración de belleza.
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