TEATRO › / MUSICA SERGIO CHEJFEC, EDUARDO STUPíA Y SU PUESTA TEATRO MARTíN FIERRO EN EL CETC
Según definen sus responsables, la obra que se presenta hoy a las 20 intenta diferentes acercamientos al poema clásico de José Hernández e incluye tres sopranos y un cuarteto de guitarras que dan como resultado “un teatro que remite a la escucha”.
› Por Diego Fischerman
Teatro de voces, definen sus autores. El hipotético viaje de un texto, o de lo que queda de él, y lo que puede llegar a contar, dicen. Una situación teatral desteatralizada o, tal vez, lo contrario. Teatro Martín Fierro es, en todo caso, y sobre todo, una obra colectiva. Si bien hay allí un texto preexistente, de Sergio Chejfec –que a su vez trabaja sobre otro–, su trabajo como libretista es el de construir una de las voces del relato. Las otras las aportan el compositor Pablo Ortiz y el artista plástico Eduardo Stupía, dialogando a su vez, también, con voces del pasado.
“No es una ópera –dice Ortiz–, sino una obra de teatro.” “No es un texto –dice Chejfec– sino una obra musical y visual.” Ellos, junto a Stupía, ya habían estrenado en el Centro de Experimentación del Teatro Colón Gallos y huesos, en 2012. Aquella composición se presentó el año pasado en Nueva York, como parte del programa Music of Americas, al tiempo que se editó el disco con la versión conducida por Paul Hillier, al frente del grupo vocal Ars Nova de Copenhague. En Teatro Martín Fierro, que se estrena hoy a las 20 en el CETC, se agrega un miembro más al equipo, la dramaturga, actriz y directora de escena Agustina Muñoz, quien compartió la puesta con Stupía.
Con funciones también mañana y el sábado, en ese mismo horario, y el domingo 30 a las 17, la obra cuenta con la participación de las sopranos Mercedes García Blesa, Lídice Jasmina Robinson y Marcela Campaña, el Nuntempe Ensamble –un cuarteto de guitarras integrado por Pablo Boltshauser, Ricardo Cuadros, Andrés Vaccarelli y Ariel Elijovich–, los actores Lisandro Rodríguez, Laura López Moyano y Agustina Muñoz, la voz en off de Agustín Rittano y Julián D’Angiolillo como responsable de los videos y el montaje visual. “El texto de Teatro Martín Fierro partió de un relato mío titulado ‘Deshacerse en la historia’, cuenta Chejfec a Página/12. “Allí se describe, a manera de una larga representación escénica, una interpretación del Martín Fierro. Pero es una representación que tiende a reducir al extremo lo realista, lo peripatético y hasta lo lírico del texto. Hay un narrador que ve al mismo tiempo esa representación y el público. Y las acciones son mínimas y muchas veces imaginarias. Alguien hace que toca la guitarra pero no hay guitarra.”
Al respecto Ortiz señala que “como no podía haber una guitarra puse cuatro. Hay una referencia al sonido de las guitarras que acompañaban a Gardel y, bastante después, a Edmundo Rivero. Me fascinaba ese sonido del unísono un poco desplazado y de las cuerdas pulsadas con púa.” Para Chejfec, hubo una “concentración” en los temas del Martín Fierro de José Hernández: “Duelo, huida, retorno, rescate, peleas; es un poema apropiado desde todos lados y una de las apropiaciones que más me interesaron fue la escolar, quizá por continuada y vigente, y por su fuerte capacidad de simplificación de los elementos contenidos en el poema y en la construcción de las leyendas posteriores. Esto resultó en un paulatino desvanecimiento”.
Stupía piensa que el texto podría haber sido visto desde múltiples lugares y que la obra podría haber sido de muy diferentes maneras. “Podríamos haber pensado justamente en una representación escolar. Optamos por un registro no realista, no mimético y, al mismo tiempo, relacionado con él. Y hay, como un trasfondo, ese desvanecimiento, ese embarramiento, como si el Río de la Plata fue un caldo donde todo se desdibuja.” Para Muñoz se trata, fundamentalmente, de la voz. “Hay una idea inicial de sustracción: una representación que nunca está. Hay objetos que nunca están. Por un lado está esa idea de antiinterpretación y por otra parte un texto que tiene que ser contado. Y elegimos que el texto fuera leído. Todo está dispuesto como para un concierto. Y lo que sucede es ese teatro de voces del que se hablaba. Es un teatro que remite a la escucha.”
Ortiz compuso algunos momentos electroacústicos utilizando antiguas grabaciones. Hay para él algo “campero” en la música y trabajó especialmente con el cuarteto de guitarras la idea de un unísono que no lo es del todo, donde los ataques de las púas en las cuerdas puedan oírse casi de manera particularizada. “Las voces, además, son lo contrario de la llanura. Son altísimas. Estás pensadas en su extremo más agudo. Y los intérpretes son excepcionales. Tanto las cantantes como el cuarteto de guitarras son fantásticos. Cada vez que vengo (Ortiz vive en Davis, California, en cuya universidad enseña) me encuentro con grupos de gran nivel. La vez pasada fue el Nonsense y esta vez es Nuntempe, para quienes estoy escribiendo una obra que estrenarán el año próximo.” Stupía, por otra parte, reflexiona: “En esta obra no hay intento de apropiación, sino intento de entendimiento, de reproducción y transmisión. Pensamos la puesta como si todos ellos, cantantes, guitarristas, pantallas y actores/lectores fueran mediadores de la obra, trabajando al unísono para narrar este texto, para convocarlo. Radioteatro, teatro de imágenes, ensayo o sesión mediúmnica; se trata, al fin de cuentas, de una invitación a un territorio mental, plagado de imágenes y sonidos.”
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