TEATRO › MUJER HERMOSA SE VE POR ALLá, DE DIEGO BRIENZA
› Por Paula Sabatés
En Mujer hermosa se ve por allá (viernes a las 23 en Teatro Anfitrión, Venezuela 3340), las similitudes y reminiscencias de esta obra de Diego Brienza con su trabajo anterior, El niño con los pies pintados, supera lo estrictamente temático. Si bien en una y otra el director y dramaturgo se mete en el tema del abuso infantil, lo más destacable en ambos casos es cómo lo hace. Como si hubiera confirmado luego de esa experiencia que para narrar el horror a veces es más efectiva (¿menos dolorosa?) la metáfora que la misma representación de ese horror, en esta nueva propuesta redobla la apuesta y a los cuadros tipo music-hall y el humor agrega una estética comic, que además es original dentro de las propuestas del off porteño.
La obra presenta una historia de detectives privados, en un intento del director por mostrar cómo podría ser su vida, sus deseos, su cabeza. Una mujer hermosa (la exquisita Malala González) se acerca a uno de ellos –encarnado por Marcelino Bonilla, quien ya había protagonizado El niño..., con grandes resultados– y le encarga la tarea de buscar a su amiga, que está desaparecida. Desde su primer encuentro, una serie de hechos se desencadenan en función de la investigación, a cuya representación el propio Brienza describe como “una construcción personal y arbitraria sobre las búsquedas y sus procedimientos, sobre colaboradores, testigos y gente que se considera culpable”.
Pero aunque el director hace un cuidado trabajo sobre ciertos códigos del humor e incluye personajes que divierten al espectador –unos mellizos andróginos fanáticos de los explosivos, un detective retirado habitué de clubes nocturnos que él mismo ayuda a desbaratar–, Mujer hermosa... duele y mucho, y quizá más incluso que El niño..., en la que una criatura era abusada por su padre mientras todo su entorno lo negaba. Aquí el director aumenta el riesgo y se sumerge en el funcionamiento de redes de trata, de canales de prostitución, de desapariciones de personas y de la muerte.
Todas las actuaciones de la pieza son destacables. Más allá de la dupla central (el detective está desdoblado en dos, el segundo es un personaje ambiguo al que cada espectador dará el status que quiera o pueda), Daniel Aizicovich, Fernanda Bercovich, Sofía Ciravegna, Claudia Mac Auliffe, Lucila Madeo, Horacio Marassi, Maia Menajovsky, Guillermo Pier, Analía Sánchez, Claudia Soto y Mauro Tellextea completan un elenco sólido que sostiene la puesta; no hay más escenografía que una mesa con sillas y las propias paredes y puertas de la sala, que en alguna ocasión sirven para la representación. También se destacan el juego de luces y efectos especiales (que vuelven a la escena una viñeta de comic, en un guiño muy original y funcional a la historia) y el vestuario, de Cecilia Zuvialde, que colabora en crear la estética de novela negra en la que se enmarca el relato. Con todo, la pieza se incluye en la larga lista de obras que tratan el tema del abuso sexual pero lo hace corriendo el eje: de lo explícito a lo metafórico; del lugar común a la búsqueda de estilo. No es fácil, porque es el camino largo, el sinuoso, pero lo intenta. Y en ese trayecto sale más que airosa.
Elenco: Daniel Aizicovich, Fernanda Bercovich, Marcelino Bonilla, Sofía Ciravegna, Malala González, Claudia Mac Auliffe, Lucila Madeo, Horacio Marassi, Maia Menajovsky, Guillermo Pier, Analía Sánchez, Claudia Soto, Mauro Tellextea.
Vestuario y escenografía: Cecilia Zuvialde.
Iluminación: Braian Brown.
Coreografía: Maia Menajovsky.
Asistencia de dirección: María Horton.
Dirección: Diego Brienza.
Funciones: viernes a las 23 en Teatro Anfitirón, Venezuela 3340.
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