TEATRO › GINA PICCIRILLI Y LA PUESTA DE TE FUISTE SIN AVISARME
La directora estrenó en El Damero una obra sobre las modos de entender el teatro. “Pero puede verse como una comedia sobre la pareja, sobre dos personas que defienden aquello que creen.”
› Por Cecilia Hopkins
“Un recorrido humorístico y emotivo sobre el amor, el arte y sus insondables sacrilegios en torno a lo material y lo artístico”: esto es lo que promete Te fuiste sin avisarme, obra escrita y dirigida por la directora y pedagoga teatral Gina Piccirilli. Nacida en Buenos Aires, formada en el país con Agustín Alezzo, entre otros maestros, en 1987 Piccirilli se instaló en Madrid, donde fundó el Centro de Formación y Entrenamiento de Actores. Y aunque supo hacerse un lugar en el teatro alternativo de su ciudad adoptiva, hace cuatro años decidió volver al país para abrir su propia sala –El Damero–, ubicada en Deán Funes al 500. Allí es donde estrenó esta nueva pieza que, con escenografía de Pepe Uría, interpretan Verónica Ayanz Peluffo y Osvaldo Peluffo.
La acción de Te fuiste sin avisarme tiene lugar en el depósito de un teatro abandonado. Allí se encuentra una pareja que tiene inquietudes teatrales diferentes: Pietro pertenece al mundo del teatro clásico mientras que Rosa adhiere al teatro que busca conquistar público ante todas las cosas. Es por esto que, aunque se inició con Pietro en el oficio, sueña con poner en escena una obra ganchera que les permita a ambos sobrevivir haciendo teatro porque, como ella dice, “comer también es un arte”. En la entrevista con Página/12, la autora opina que los personajes, si bien esgrimen razones diferentes a la hora de justificar su pasión por el teatro, ambas posiciones tienen un costado atendible.
Si la pregunta clave de la pieza es ¿Se puede vivir del teatro sin montar obras que interesen al gran público?, también se habla de la necesidad de hacerse cargo de la propia elección. En su caso, Piccirilli cuenta que la obra la ayudó a cerrar un ciclo: “Hace tiempo me sentía culpable por encontrar aburrida o inentendible alguna de esas obras que en Madrid eran la hostia”, cuenta. Ahora, según dice, ya no le importa declarar que prefiere un teatro que le llegue a todo el mundo y que apuesta por la sencillez: “Aunque la sencillez es lo más difícil de lograr”.
También estrenado en El Damero bajo dirección de la misma Piccirilli, Yo me lo guiso, yo me lo como, unipersonal de la bailaora flamenca Carmen Mesa, acaba de iniciar su tercera temporada, ahora en el Teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062). Escrita por Erika Halvorsen sobre la experiencia de cruzar el Atlántico en busca de un sueño, la directora señala que este espectáculo le permitió volver a integrarse a la cartelera porteña, después de su larga ausencia.
–¿En qué términos se da la oposición entre los protagonistas de Te fuiste sin avisarme?
–Estos dos actores que viven en el trastero de un teatro discuten sobre su oficio. El habla del gran teatro, del que lo puede transformar todo, del arte puro. Ella, en cambio, defiende al teatro que permite vivir al actor, sea éste un music hall o un culebrón.
–¿Es una obra que habla exclusivamente sobre teatro?
–No, porque lo mismo puede verse como una comedia sobre la pareja, sobre dos personas que defienden aquello que creen. Me han dicho que es una comedia traicionera, porque no es todo risas. La obra habla sobre la soledad y sobre la necesidad de estar con otro.
–Es un tema que le interesa especialmente, considerando su próxima dirección.
–Sí, pronto voy a comenzar los ensayos de La gotera, obra del dramaturgo uruguayo Franklin Rodríguez, que también habla de la necesidad de estar con otro: una mujer llama a un plomero para que haga un arreglo durante su ausencia y finalmente se le instala en la casa.
–¿Qué significó el estreno de Yo me lo guiso...?
–Fue volver a Buenos Aires, encontrarme nuevamente con el teatro de aquí. Fue una obra que me permitió trabajar con el acento del país que me recibió hace años. Lo que el personaje cuenta –muy basado en la propia vida de la actriz– es la historia del que se propone luchar por algo que desea conseguir sabiendo que, como ella dice, todos somos una bellota pero que podemos tener destino de roble si lo buscamos. Me identifico con el personaje, en parte cuenta mi historia.
–¿Cómo piensa el trabajo del actor?
–Su tarea es buscar diferentes lentes para ver la vida como la verían los personajes. Un actor debería hacer teatro para estar bien, no para sufrir. Hay que saber sobreponerse si la creación trae aparejados momentos o recuerdos que pueden hacer mal, porque al espectador no le interesa lo que le pasa al actor.
–¿Cómo es su forma de enseñar?
–Mi trabajo se apoya en la energía, en la acción, en el juego. El actor parte de lo sensorial, del propio cuerpo, para encontrar la emotividad, el latido y la frecuencia musical de cada personaje. El mejor actor es, para mí, el que piensa con todo el cuerpo.
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