TEATRO › EL GRUPO EL RAYO MISTERIOSO Y EL FESTIVAL EXPERIMENTA TEATRO
La compañía dirigida por Aldo El-Jatib presentó El fabuloso mundo de la tía Betty, obra que respondió al perfil de experimentación colectiva característico del encuentro rosarino. Participaron espectáculos provenientes de diversos países y hubo charlas y proyecciones.
› Por Cecilia Hopkins
Desde Rosario
Tras 7 días de espectáculos, charlas y proyecciones, terminó en esta ciudad la edición 16 del Festival Experimenta Teatro que organiza El Rayo Misterioso, grupo que dirige Aldo El-Jatib. Provenientes de Corea, España, Paraguay, Costa Rica y Brasil los espectáculos programados pertenecen a colectivos teatrales que, al igual que el grupo convocante, basan sus creaciones en un entrenamiento físico y vocal orientado hacia la experimentación. En este contexto, el propio El-Jatib presentó el último montaje de El Rayo, El fabuloso mundo de la tía Betty. A poco de comenzado el montaje, las imágenes de un mundo desquiciado, desbordante de situaciones de violencia social dejan en claro el carácter irónico del título de la obra. Puestas en una intensa sucesión, de fuerte contenido visual, las escenas conforman imágenes referidas a diversos momentos de la historia argentina: la inmigración, la guerra, el coloniaje, el proceso militar, las traiciones de la clase política. Con humor y potencia expresiva, muy exigidos físicamente, los 7 intérpretes se multiplican en diversos roles, formando una unidad con el dispositivo de escena, la luz y la música, a veces cantada por ellos mismos. “Esta obra expresa el inconciente colectivo de una sociedad que construye su dinámica de comportamiento con la mentira, la crueldad y la muerte”, define El-Jatib. El montaje cuenta con cuenta con las actuaciones de María de los Angeles Oliver, Catalina Balbi, Ada Cottu, Maywa Vargas, Sebastián Arriete y Exequiel Orteu. La dramaturgia y la dirección pertenecen a El-Jatib. El grupo, que ya cumplió 22 años de existencia, encara todas sus actividades en forma colectiva. Desde el restaurante y el bar que los ayuda a sostener su sala del barrio rosarino de Pichincha, los seminarios y los cursos de su escuela de teatro, la revista teatral que editan y este festival que anualmente programa espectáculos creados desde parámetros experimentales. En la entrevista con Página/12, el director define su forma de trabajo.
–¿Influyen las experiencias personales en la creación de los montajes del grupo?
–Todos los trabajos de El Rayo tienen que ver con mi biografía pero también con la de los actores, porque no hablan de historias personales. Lo que sucede es que cuando el nivel de la búsqueda teatral es profundo siempre se termina hablando de los propios conflictos.
–¿Quién es la tía Betty, a quiénes representa?
–Es la víctima del propio comportamiento de la sociedad que va creando su propia tragedia. Las sociedades crean a sus verdugos tal vez porque tienen culpas que expiar. Se trata de una actitud patológica, esquizofrénica. Esta obra fue estrenada en mayo pasado, la fuimos trabajando aproximadamente durante un año y medio. En ese tiempo hubo un cambio importante en Latinoamérica. Hoy vemos que nuestro espectáculo responde a lo que actualmente estamos viviendo en nuestro país.
–¿Cómo definiría el teatro del Rayo...?
–No hacemos un teatro que se basa en la información discursiva o en personajes, sino en imágenes de sueño, en sensaciones. El nuestro es un teatro que tiene que ver con el arte, no con el entretenimiento ni la conformidad. Tampoco hacemos teatro de autor, porque los textos responden a las necesidades de los propios autores que no son las nuestras.
–Sus puestas son siempre corales.
–Desde nuestros inicios trabajamos grupalmente. Por eso es muy difícil decir que un actor es mejor que otro. Pero que sea una creación colectiva no significa que no haya un trabajo de dirección y de ordenamiento del material, un responsable del resultado.
–¿Qué espera del público que llega a su sala?
–Los espectadores tienen que venir predispuestos para que les suceda algo que no pasa por el entendimiento racional. Generalmente el espectador de teatro quiere entender, porque la lógica le produce seguridad. Así que si se encuentran con algo que les habla desde la lógica de los sueños puede producirles rechazo. Como pedía Artaud, tienen que tener una actitud heroica.
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