TEATRO › FRANCISCO CIVIT HABLA DE SU VERSIóN DE RICARDO III
El autor de Republiquetas dice que lo aburren mucho los preconceptos que hay con respecto al teatro clásico: “Y eso es culpa de los directores, que muchas veces buscamos lugares comunes y no corremos riesgos. Acá quisimos hacer eso, sacudir la obra”.
› Por Paula Sabatés
La obra es Ricardo III y eso va a quedar más que claro. En la puesta que dirige Francisco Civit en Andamio 90, todos los actores encarnan al mítico personaje de William Shakespeare ya desde el primer monólogo, que es abordado por dos intérpretes. Paulatinamente, los trece actores que hay en escena se pondrán en la piel del despótico monarca inglés, al que el célebre dramaturgo dedicó una de sus piezas más extensas. “Si para que el villano prospere hace falta que las condiciones estén dadas, eso significa que todos vamos a ser sus cómplices. Por lo tanto en algún lugar todos somos el villano”, explica el director, que en charla con Página/12 cuenta su sorpresa frente a la repercusión que tiene la obra.
Cuando estaba pensando qué nuevo proyecto encarar luego de su anterior trabajo de dirección, la puesta de 24 horas viraje de Gilda Bona, todavía no se sabía que Mauricio Macri iba a ganar las elecciones presidenciales, ni que sus primeros meses de gobierno tendrían consecuencias tan feroces para la Argentina. Sin embargo, algo de eso intuyó Civit, que estaba seguro de que “toda esa carnicería que fue la campaña iba a seguir rebotando”. “Cuando efectivamente ganó Macri, la obra tomó más relevancia política. Y por lo fuerte de lo que acontece hoy, y por la relación que tenemos con los villanos, el espectador empezó a generar lecturas y asociaciones”, cuenta el director, que aclara que su intención no es decir que el presidente sea Ricardo III “porque ni siquiera le da”.
La obra está protagonizada por Marta Pomponio, Roberto Monzo, Fernando Migueles, Gabriel Yeannoteguy, Pedro Merlo, Marcela Grasso, Fernando Arluna, Gabriela Calzada, Belén Rubio, Laura Pagés, Juan Marcelo Duarte, Mariano Rótolo y Juan Pablo Maicas. Muy musical –como otras puestas del director– y con un llamativo vestuario y escenografía, la puesta busca ser dinámica y alejarse de aquellas otras sobre obras de Shakespeare que parecen “pieza de museo”. “Me aburren mucho los preconceptos que se tienen con respecto al teatro clásico y eso es culpa de los directores, que muchas veces buscamos lugares comunes y no corremos riesgos. Acá quisimos hacer eso, sacudir la obra”, asegura.
–La trajimos de los pelos al tiempo presente. Tomamos los sistemas básicos del teatro clásico, como por ejemplo la de tener una gran cantidad de actores, y además mantuvimos todas las escenas. Pero buscamos que hubiera una dinámica bastante enloquecida, que el espectador percibiera que lo que hacemos es teatro. Fue la producción más grande que hice, así que lo primero fue diseñar un plan de producción con metas a cumplir. Todo el proceso de ensayos fue poner en primer plano el lugar de la producción, entendiendo que estábamos haciendo algo en el circuito independiente, que ya de por sí es un problema.
– En el sentido de que por más plata de que te de el Estado, no te alcanza. Proteatro nos dio 15 mil pesos, el Instituto Nacional del Teatro veintipico. Es una ayuda que se agradece, pero con eso no puedo pagar ni la mitad de los ensayos. La sala sale 150 pesos la hora, si ensayás tres horas, dos veces por semana, te gastas 900 pesos por semana. Imagínate eso por seis meses, que es el tiempo que tenés que ensayar para quedarte tranquilo. Hay algo ahí en los sistemas de financiación que hay que repensar, si es que seguimos queriendo que el teatro independiente siga produciendo este tipo de materiales. Y a eso se suma que el teatro oficial desapareció y ya no hace obras así. El San Martín está tan para atrás que hay una obra de estas muy cada tanto y ni siquiera.
–Porque ya estaba harto de la frase “todos somos...”. Eso funcionó durante un tiempo pero después de un tiempo ya se vuelve perverso. Ya que todos somos personas de esas a las que les pasa algo, todos también somos reverendos hijos de puta. Además, si es cierto que para que el villano prospere hace falta que las condiciones estén dadas, y yo creo que sí, eso significa que todos vamos a ser sus cómplices. Por lo tanto en algún lugar todos somos el villano. Lo que pasa en la obra es que cuando pasa eso, se resignifica. En el momento en que todos los actores son Ricardo III, ese personaje se licúa y los protagonistas terminan siendo los cómplices. La obra empieza a girar en torno a cómo viven esos otros personajes la existencia de Ricardo III, que es multiforme y ataca por todos lados.
–Fue increíble, pero cuando lo leíamos la obra cerraba por todos lados. Fue una decisión política fuerte, que algunos espectadores compartieron y otros no. Nos ha pasado por ejemplo que dos o tres personas se levantaron y se fueron, pero después hubo otras que escuchaban sus declaraciones con lágrimas en los ojos. Nos obligó a preguntarnos qué movía eso en la cabeza de los espectadores.
* Ricardo III sube a escena los sábados a las 19.45 en Andamio 90, Paraná 660. Reservas al 4373-5670 o en alternativateatral.com
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