TEATRO › “ELHECHO”, UNA MIRADA IRREVERENTE SOBRE LOS PROBLEMAS DE LA RELIGION
La directora Mariana Chaud, que se lució en Budín inglés, aborda ahora desde el humor y escapando a la teoría la historia de un cura que abandona los hábitos para “analizar científicamente la existencia de Dios”.
› Por Hilda Cabrera
El texto sigue siendo la base de los espectáculos de Mariana Chaud, aun cuando en el montaje introduzca cambios fundamentales. La desorienta incluso referirse al tema que en un principio motivó la escritura. La autora cultiva en este punto la vaguedad. Insiste, sin embargo, en que nunca partió de la nada. Acaba de estrenar elhecho en el Teatro Anfitrión, de Venezuela 3340, donde la obra va los jueves a las 21. En este caso dice haber elaborado un texto en torno de la fe, pero que luego, al verlo en escena, dudó. Podría haberse internado aquí en asuntos serios, como los que versan sobre qué es el bien y qué es el mal, pero Chaud –que se ha probado con suerte en espectáculos de humor– les escapa a las teorías y opina que en la obra ese dilema “es situacional; que se es bueno o malo según la situación”. Ningún problema, entonces. Se supone que existe una historia de fondo con poder para reunir a personajes tan diferenciados, pero ocurre que el comportamiento de los protagonistas es caprichoso. Conforman un grupo de gente escurridiza, como el cura Luigi, quien “abandona los hábitos para analizar científicamente la existencia de Dios” (ciencia que es, en realidad, mixtura de ecuaciones, sapos y otros elementos); la monja Apolonia (la descarada que mete la mano en la lata de las limosnas); Lidia, “la mujer de la calle” recuperada por Apolonia; y el gigantón Lucas, todos queriendo apropiarse de un anillo escondido. A ellos se suma una planta, un helecho (o elhecho del título), el vegetal testigo. A la fe se la nombra en algún pasaje de la historia, y a veces de modo rimbombante. Un ejemplo es la sentencia de Luigi dirigida a quienes lo rodean: “No van a poder recuperar nunca la fe que han perdido”.
La autora elige decir que eso no es fe, sino “presencia sobrenatural de las cosas”. Y con esto gana identidad el helecho, que aquí ve, piensa y opina: “Es una voz que parte de un lugar de quietud”, observa Chaud, también actriz y directora que intervino en numerosas obras desde que a los trece años se inició en el teatro. Participó en Anteboda, creación colectiva que dirigió Nora Moseinco; Pornografía emocional, de José María Muscari; La escuálida familia, de Lola Arias; La fotito, de la que es autora, junto a Laura López Moyano; Puentes y Alicia murió de un susto, creadas con Mariana An-ghileri; Sigo mintiendo y Budín inglés, dos obras íntegramente propias, la última presentada en uno de los ciclos de Biodrama que dirige Vivi Tellas; y en monólogos de humor. Actúa, además, en el elenco de un show en cartelera, El Rebenque, musical que conduce Tellas, en el Cabaret del Hotel Faena.
–En Budín inglés la anécdota se relacionaba con las influencias de la lectura. ¿De dónde parte la de elhecho?
–Esta obra la escribí hace más de un año. Es anterior a Budín... Hay muchas conceptos dialogando ahí. Leí bastante sobre psicología de la religión, y a partir de esas lecturas fui armando personajes coherentes en su manera de hablar y de moverse. Budín inglés fue producto de observaciones reales, de entrevistas hechas a lectores y de mi experiencia personal.
–¿Cuál era allí el experimento?
–Quería saber qué pasaba cuando el libro excedía la presencia estética; qué efecto producía en las situaciones paralelas que se desarrollan en la obra: por un lado, la pareja de jóvenes que se separa y por otro sus madres, que se reunían para hablar sobre los libros y sobre ellas mismas.
–¿Es buena lectora?
–De libros de ficción, sobre todo. Soy muy influenciable. Algunos creen que la lectura les cambia la vida, otros la utilizan para olvidarse de la propia vida. Leer Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, o algunos libros de Hermann Hesse (Demián y El lobo estepario, por ejemplo) influye mucho en la adolescencia. Consumo también bastante teatro: voy a ver todo lo que pienso que me va a gustar.
–¿Qué ofrece el trabajo en grupo?
–Me entusiasma. Empecé como actriz dirigida por Nora Moseinco en Anteboda. Después fui alumna de Ricardo Bartís, pero por muy poco tiempo, y de Guillermo Angelelli y Pompeyo Audivert. Pero Nora es mi maestra.
–¿Qué peso tienen en sus obras los intérpretes?
–Son fundamentales. Nosotros no tenemos tantas escuelas o métodos de interpretación, pero sí actores muy interesantes, y con ellos se puede armar algo nuevo. Marta Lubos y Elvira Onetto, que trabajaron en Budín inglés, una obra que vamos a intentar reponer, me gustaron por diferentes razones. Las había visto por separado en varios espectáculos y juntas en Un hombre que se ahoga, de Daniel Veronese. Ellas son actrices que suman. Si humanamente hay encuentro con un elenco, todo lo demás se multiplica.
–¿Habrá otra obra después de elhecho?
–La estoy escribiendo, pero todavía es un conjunto de impresiones. Creo que me he vuelto más cuestionadora.
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