TEATRO
Las visitas fueron escasas pero de muy buen nivel. Qué decir de la poética visceral de Homenaje a los malditos, la obra que presentaron los españoles de La Zaranda, donde la idea de trascendencia sirvió para reflexionar sobre aquellas voces que no se quisieron escuchar, “apagadas por el estruendo de otras, previsibles, torpes”. Otra obra a destacar fue Hamelin, de Juan Mayorga, dirigida por el madrileño Andrés Lima. El tema era allí el abuso sexual de los menores y las reacciones que esto produce en sociedades incapaces de proteger a quienes son pasibles de abusos. Por otro lado, la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España ofreció dos interesantes puestas: El castigo sin venganza, de Lope de Vega, y Amor después de la muerte, de Pedro Calderón de la Barca, dirigidas por Eduardo Vasco. Regocijante desde otras zonas, el Cirque du Soleil trajo Saltimbanco, una sucesión de escenas en clave de clown que alternaban con secuencias acrobáticas lindantes con la danza. El grupo canadiense y su troupe multinacional impuso lo prodigioso disimulando los rigores del esfuerzo físico, ignorando las leyes de la gravedad y elaborando imágenes salidas del terreno de lo fantástico o del sueño.
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