TEATRO › LA REVISTA, UNO DE LOS POCOS GENEROS AUTENTICAMENTE ARGENTINOS, BRILLA EN MAR DEL PLATA
En medio de promocionados desnudos femeninos y masculinos, imitadores y trasvestidos varios, una cosa tienen en común casi todos los espectáculos teatrales marplatenses: la mimetización con la estética televisiva.
› Por Karina Micheletto
Desde Mar del Plata
Estalló el verano! El ritual estival playero, ese del que ahora se valen las publicidades televisivas enumerando todos sus lugares comunes, arde en Mar del Plata, la capital nacional de la clase media. Y no hay nada que complemente mejor ese ritual que la cartelera de espectáculos de esta ciudad que en el verano se vuelve tan cosmopolita. Aquí no están los europeos en los que piensa Telerman cada vez que usa esa palabra que le gusta. Aquí están los ciudadanos tucumanos, porteños o del Gran Buenos Aires, que reunidos en Mar del Plata se vuelven ciudadanos del mundo. Y en la cartelera teatral, que los atrae a todos por igual, brillan la comedia, el varieté y, por supuesto, la revista, que podría definirse como uno de los pocos géneros auténticamente argentinos. En medio de promocionados desnudos femeninos y masculinos, bailarinas acrobáticas, imitadores, humoristas y trasvestidos varios, una cosa tienen en común casi todos los espectáculos teatrales de Mar del Plata: ¡cómo se parecen a la tele!
Tres grandes revistas pelean la punta en la cartelera marplatense: Irresistible, otra historia de humor, con Miguel Angel Cherutti, Carmen Barbieri y dirección artística de Reina Reech; Un país de revista 2, capitaneada por Jorge Guinzburg, con figuras como Catherine Fulop, Ingrid Grudke, María Martha Serra Lima, Campi, Bicho Gómez y Gladys Florimonti; y Bailando por un voto, de Nito Artaza –la que gana en cantidad de espectadores, con dos funciones diarias a sala llena– con Moria Casán, Hugo Varela y Laura Fidalgo. Algo tienen en común estas tres revistas, además de cumplir con la fórmula humor + imitadores + música + bailarinas poderosas: las vedettes les hablan a la platea femenina, levantando banderas reivindicatorias de distinta calaña. Las aliadas de las revistas son las mujeres de cuarenta para arriba que pueblan las salas, acompañadas por sus maridos o en grupitos de señoras solas.
“¡Sean subversivas!”, les grita Moria tras un monólogo sobre la tiranía de la estética, y arranca un aplauso largo. Presentada por Artaza como “la última vedette del siglo y la primera show woman de la Argentina”, lo de Moria va en la línea de su personaje de siempre: hay que hacer el amor, les recuerda a los que declaran cuarenta años de casados, hace bien a cualquier edad. La fina línea del buen gusto se desdibuja cuando invita a un matrimonio a interpretar para todo el teatro una escena sexual, con indicaciones precisas: “montala”, “tocale una teta”, “decile yegua”. Todo sea por la liberación sexual de la que Moria es abanderada y que consiste en que las mujeres logren seguir haciendo el amor después de casadas.
La producción de Bailando por un voto es a todo trapo, y rinde sus frutos en los borderó. “¿Vieron? Esto es Las Vegas, ¡el resto es un tenedor libre!”, mete pica Moria desde escena. Además de las imitaciones (la de Artaza a Kirchner da lugar al único mínimo espacio de humor político de las revistas de esta temporada) y la muy buena labor de Hugo Varela (que repite segmentos de sus shows anteriores), Bailando... tiene un atractivo extra: está Picinato, el soñador que bailó con Moria en el programa de Tinelli y se quedó a vivir en su casa.
En Irresistible, otra historia de humor la que toma la batuta es Carmen Barbieri, y lo hace de una forma novedosa en la revista. Transformando defecto en virtud, esta vedette, cantante, imitadora y actriz se ríe de sus kilos de más, habla de sus temporadas sin trabajo y sin ofertas a la vista, y ¡oh, novedad! de lo que tarde o temprano le pasa a toda mujer: la menopausia. A las clásicas descripciones de los calores y cambios de humor, Barbieri agrega una mala noticia: la falta de lubricación de las menopáusicas. “A esta edad el sexo duele, es como volver a ser virgen. ¡Me siento Wanda Nara!”, dispara. Barbieri y Cherutti se lucen en escena, aunque habrá que sobrellevar al imitador cantando tangos y cerrando con su “Ave María”. También se luce el cuerpo de baile, que se destaca por la técnica, con Valeria Archimaut a la cabeza. “Estas bailarinas dan para novia, no como los gatos de Sofovich y Corona”, apunta uno de treinta y pico entre la platea masculina, y el comentario describe con bastante precisión la diferencia.
Aquí también el Bailando por un sueño de Tinelli marca cartel: el soñador que acompañó a Barbieri, Cristian Ponce, integra el ballet. El programa de Tinelli es el principal sostén de varios de los sketches de la temporada, y hasta de la puesta entera de Iliana Calabró (ver nota aparte), y no falta el que saca cuentas del porcentaje de las ganancias que se debe llevar Marcelo Hugo. Secundando el ranking temático generador de chistes están el crimen del country y las posibles andanzas sexuales de Norita que, como el lector imaginará, dan tela de sobra para cortar.
En Un país de revista 2 Catherine Fulop les habla a las mujeres desde un lugar más trillado: el del ping pong de chistes feministas y machistas, con Campi como contrapunto. Está Bicho Gómez y su Payaso Mala Onda, y un sketch donde se luce junto a Galdys Florimonti. Cuando María Martha Serra Lima repasa clásicos boleros y de la canción romántica, arde la platea.
Si hay algo que hace creer por un momento en una Argentina reactivada, son las colas que dan vuelta la cuadra en las entradas de los teatros, y las colas vespertinas en las boleterías, llueva, truene o haya sol. Claro que en Mar del Plata es de uso hacer cola para todo. Pasada la medianoche se va arrimando gente que ya tiene calculado el horario de salida de sus ídolos, a la que se suma la gente que salió y quiere sacar más fotos de las que ya sacó adentro del teatro y, en algunos casos, la gente que hace cola para el próximo espectáculo. En medio de tanta gente, las estrellas salen como pueden. A veces, machucadas. El teatro Neptuno, en la Avenida Luro, ofrece las veredas más anchas, ideales para la espera a la salida del ídolo. Y, como las salas de Bailando por un voto y El champán las pone mimosas, la comedia que reúne a las chicas de Sofovich, están pegadas, siempre se puede ligar autógrafo de Jésica Cirio o Nazarena Vélez mientras se espera la salida de Moria Casán, con escolta y auto importado en la puerta, como corresponde a toda diva.
Otro género en ascenso en Mar del Plata es el de los espectáculos de transformistas y todos tienen una táctica publicitaria común: unas horas antes de la función las chicas salen con todas las luces encima a la peatonal, a hacer una pequeña muestra del espectáculo y a reptartir volantes de descuento en las entradas. Lleno de gente como está, el espacio de la peatonal es poco y los que tienen algo para ofrecer son muchos, así que se produce una suerte de “guerra de aplausos” para captar la atención del público. “Algunos no tienen códigos, pero hay que aprender a trabajar también con eso. Somos todos colegas”, se resigna una de las bailarinas de Las divas, el espectáculo en el que el rosarino Darío Squillaci se transforma en Moria, Susana o Rafaela Carrá. También están Fernando Parra, que presenta Humor a la putanesca, con su caracterización de Mirtha a la cabeza, Pablo Millán con Riendo por un sueño, y el elenco de Transfrappé, entre otros. Un pequeño fenómeno de público es el de los rosarinos Kiene Soneto, que desde hace dieciséis años hacen temporada en Mar del Plata, sostenidos por el oficio de showman y contador de chistes de Omar Capacci.
La oferta sigue en las producciones más grandes: hay jugadas como la de Sofovich, que estrenó la misma obra, El champán las pone mimosas, en Mar del Plata y en Carlos Paz, con diferente elenco y muchas secretarias en escena. Más desnudos promocionados como los de Mónica Ayos y Miguel Abud en Doña flor y sus dos maridos. El regreso de la dupla de Carlín Calvo y Pablo Rago en Extraña pareja. El mago Emanuel, Cacho Garay, Capusotto y Alberti, Nicolás Vázquez con su unipersonal, y siguen las ofertas.
Para asisitir a cualquiera de los grandes espectáculos hay que oblar entre 40 y 50 pesos por entrada. Los precios van bajando hasta llegar a dos entradas por 30 pesos en las puestas del under. Y si el presupuesto no da, siempre es posible pasar el rato en espectáculos callejeros a la gorra como el del dúo cómico 2pareci2 o el del cantor al que todos conocen como “El tucumano”, que en las nochecitas de buen clima llegan a juntar más de 400 personas cada uno en la rambla, un público equivalente al lleno de las salas más chicas. Algo bueno tiene la oferta teatral de Mar del Plata en temporada: es la más variada y democrática del país.
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