TEATRO › ENTREVISTA A PEDRO SEDLINSKY, AUTOR DE “EL CORAZON DEL MAGO”
El dramaturgo habla de El corazón del mago, una obra montada en La Carbonera. La pieza, con influencias del teatro Noh, se sostiene sobre la base de improvisaciones de los actores.
› Por Hilda Cabrera
Un espacio en la ciudad es el punto de partida de una obra concebida para resguardar los misterios de una hija que baila encendida, acompañando el sonido de unas cajas de música; de la madre furiosa que rechaza los artilugios de su compañero, mago de profesión; y de esa otra frágil mujer que irrumpe en la casa del hombre-mago que acaba de regresar del cementerio. “Existen espacios de la ciudad que mueven”, sostiene el dramaturgo Pedro Se-dlinsky a propósito de esta creación. La historia aquí imaginada se inscribe en “esa zona sagrada que reúne a vivos y muertos”. Una zona que se busca o rechaza y a la cual el autor le imprime la intensidad de los deseos. Esto sucede en El corazón del mago, obra estrenada en el sugerente ámbito de La Carbonera, de Balcarce 998, dirigida por Dora Milea. Con influencias del teatro Noh y en base a improvisaciones, el equipo que completan los intérpretes Ana Yovino, Pablo Finamore y Nicolás Diab se propuso no ser ajeno al lugar de trabajo. “Algunos barrios de la ciudad generan inquietud”, opina Sedlinsky. Barrios con sótanos en las casas, edificios con pasadizos e historias fantásticas. En El corazón... renace el tema de la búsqueda del ser amado, un legado del mito de Orfeo, el músico que abre las puertas del mundo de los muertos para recuperar a su amada Eurídice. Esa búsqueda subyace en esta obra de apariciones y desapariciones, de trucos y técnicas cuyas consecuencias enloquecerán al mago. “Algo del propio poder se le ha escapado”, apunta Sedlinsky.
–¿A causa de un error?
–No tanto de un error como de preguntas sin respuesta. Estas son cómo usar el poder que creemos somos capaces de manejar, y qué construimos o destruimos con ese poder. Otro interrogante se relaciona con la búsqueda del equilibrio. El mago intenta respuestas pero no las encuentra.
–La historia remite en algún punto a Alicia en el País de las Maravillas, por aquello del “otro lado del espejo” y de las apariciones y desapariciones. ¿Es así?
–Es increíble cómo funcionan en nosotros estas fantasías. Podría ser también un viaje sin retorno.
–Al que la madre y la hija se atreven, pero no el mago, que supuestamente tiene poder...
–Pero es el que teme no ser amado y el que no sabe nada de sí.
–En El corazón... las mujeres parecen saber más de lo que aparentan...
–Se definen más concretamente. El mago, en cambio, se halla perdido en una especie de “descenso al infierno”. Como el protagonista de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, se asoma al propio horror.
–¿De dónde surge la imagen catastrófica de unos pasajeros devenidos en anónimos cuerpos arrojados a una fosa común?
–Esa fue una experiencia mía en el subte de la línea A y otra puerta de ingreso a lo fantástico, aun cuando en esta puesta haya datos reales, como la mención a las calles Balcarce y Carlos Calvo o sucedidos narrados por otros. La obra fue armada para el espacio de La Carbonera, trabajando en equipo con los actores, el músico y los técnicos, y en un estado de incertidumbre que para mí es normal. Es una buena señal no saber qué material tengo. Cuando ocurre esto, imagino que me irá bien. El problema es cómo sostenerse en ese estado y por cuánto tiempo.
–¿La incertidumbre ha sido más llevadera en equipo?
–Si los otros no la hubieran aceptado, El corazón... no existiría.
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