Mié 21.03.2007
espectaculos

TEATRO › “JUEGOS A LA HORA DE LA SIESTA”

“Hoy la violencia es otra, y está en nosotros”

Lo dice la directora del espectáculo, Virginia Lombardo. La obra había sido prohibida en el ’76.

› Por Sebastian Ackerman

Hablar de la violencia es algo que trasciende una época particular. Y Juegos a la hora de la siesta habla de aquello que muchos prefirieron callar cuando Roma Mahieu, su autora, la escribió en 1976 inspirada por unos chicos que veía jugar en una plaza. Esa distancia permite abrir las interpretaciones: cada generación encontrará vestigios, puntas que la remiten a su juventud; los jóvenes de hoy pueden representarse aspectos de su mundo cotidiano. Estrenada en marzo del ’76, prohibida tiempo después por “estimular las técnicas de la subversión”, la obra vuelve al Teatro Payró (San Martín 766, los viernes a las 23) tres décadas después de presentada en la misma sala, con dirección de Virginia Lombardo, quien fue parte del elenco original. En diálogo con Pági-na/12, Lombardo afirma: “Treinta años después, si bien la violencia es otra, y la carnadura no es tan tremenda como en aquel momento, de esta violencia de ahora también tenemos que hacernos cargo; está en nosotros, el enemigo no está afuera”.

Estanislao Silveyra, integrante de un elenco de actores de entre 18 y 20 años que en la obra interpreta a Andrés, dice que eligieron hacer Juegos a la hora de la siesta porque todavía “está vigente”. “El tema central me parece que es la relación ente padres e hijos y cómo actúan estos según la educación que les dan los padres, cómo cada uno moldea su personalidad de acuerdo con eso –explica–. Lo que cada personaje tiene de característico son sus padres. Vos ves que un personaje actúa de una manera y con eso te imaginás el entorno. Y eso se repite y se seguirá repitiendo”, arriesga. Lombardo fue convocada por los actores para dirigirlos en esta puesta, y ella aportó lo suyo desde el principio: “Cuando los chicos me convocaron querían informarse sobre el contexto en que se estrenó la obra, pero ¿por qué íbamos a hacer un trabajo de relevamiento de época cuando la violencia hoy está vigente?, ¿por qué tenemos que remitirnos a otra de otro momento?”, cuenta.

La obra trascurre en una especie de plaza imaginaria en la que un grupo de chicos juega sin la supervisión de sus padres, sin esa mirada que los inhibe y les marca límites; sin embargo, están muy presentes en un “fuera de campo” al que se hace referencia constantemente. En un crescendo de tensión, en el que los juegos cada vez serán más violentos, poco a poco los chicos irán abandonando ese “mundo de fantasía” que lo lúdico infantil construye para convertir estos juegos en situaciones desgarradoras que oscilan entre lo real y lo no real, a ese instante en que el juego se vuelve tan verdadero que puede ser peligroso. “El límite del juego es cuando se les escapa de las manos, cuando no lo pueden manejar y no hay vuelta atrás –afirma Lombardo–. Hasta que eso no sucede, se van cebando más y más, y eso los lleva a perderse. Lo humano los lleva a no tener límite, a sobrepasar lo permitido”, resalta.

La puesta en escena es despojada. Lombardo dice que desde la dirección buscó un respiro, que el público tuviera un espacio para distanciarse por un momento de lo que está viendo. “La ficción de repente parece que no se arma. Lo buscamos como característica: que los chicos están ahí podría ser algo del orden de lo no ficcional. Podrían estar en el teatro en silencio ocho actores esperando hacer la obra. Hay momentos que están elegidos para eso. Y de repente se vuelve a armar y eso es lo que sorprende”, destaca, y amplía: “Ahora es un estilo, una búsqueda, y creo que está bueno. Que te cree esa cosa de desconcierto y después te metas de nuevo en la ficción, pero que tengas ese espacio para salirte un ratito”, concluye.

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