TEATRO › ENTREVISTA CON EL BAILARIN Y COREOGRAFO CARLOS CASELLA
“Es un mundito poético”
Miembro de El Descueve, Casella presenta ahora, junto al bailarín paraguayo Rodolfo Prante, el espectáculo Guarania mía, en el que sigue explorando las posibilidades del cuerpo.
› Por Hilda Cabrera
Hace veinte años que baila, y en ese tiempo halló compañeros de ruta artísticos: “Ana Frenkel estudiaba en la escuela de Margarita Bali y yo me enganchaba a ella; buscábamos una sala-taller y empezábamos a trabajar. A los 18 años me parecía mal formarme. Después cambié”, dice el bailarín y coreógrafo Carlos Casella, recordando aquellos primeros años de rebeldía que encauzó, junto a Frenkel y otros artistas, en el grupo El Descueve. Las primeras obras del equipo surgieron a fines de la década del ’80, época de fusión de disciplinas. Así nacieron Criatura, La fortuna, Corazones maduros, Todos contentos, Hermosura, Patito feo. En los últimos años se arriesgó fuera de la compañía, “que es siempre más contenedora”, presentando nuevos trabajos, como Guarania mía, que acaba de estrenar en El Portón de Sánchez (Sánchez de Bustamante 1034, los jueves a las 22.30 y domingo a las 21). Aquel convencimiento de que debía partir de la nada se esfumó ante la práctica rigurosa. De todas maneras, trató de conservar –como apunta hoy– su “forma de moverse”. Estudió danza contemporánea en la Escuela del Teatro San Martín, de donde egresó –cuenta– luego de una formación intensa con el cuerpo. Y avanzó en diferentes técnicas, como el kung-fu, contact-improvisación, yoga y otras disciplinas corporales afines a lo artístico: “El kung-fu requiere una preparación física muy profunda, como la de un guerrero. Es un arte marcial danzado que entrené durante muchos años, hasta que me cansé”, confiesa.
Dueño de sus fantasías coreográficas, ideó obras más modestas, piezas breves como Quiero ser tú mismo –que dirigió dentro de un ciclo concretado con alumnos en el Instituto Universitario del Arte (IUNA)–, e integró otros elencos, aportando sus conocimientos de coreógrafo e iluminador (en la pieza teatral Nunca estuviste tan adorable). Entre sus últimos trabajos se encuentran Hermosura (intérprete y director junto a Frenkel), Patito feo (intérprete) y De protesta (coreógrafo). “El quid está en la propia creación”, señala, ejemplificándola con su reciente Guarania..., inspirada en la música y la atmósfera selvática del Paraguay. Universo donde se permite incluso introducir a un gorila, realización del escenógrafo Alejandro Baamonde.
–¿Qué tipo de investigación realizó para Guarania...?
–No investigué demasiado, pero conocí músicos y letristas importantes. Las guaranias mezclan romanticismo, leyenda indígena y paisaje de una manera única. No es casualidad que, en el cine, el director Armando Bo e Isabel Sarli utilizaran esa naturaleza fascinante. El espectáculo creció a partir de un trabajo que presentamos con el bailarín Rodolfo Prante en un varieté de Vanesa Weinberg. Yo cantaba y Rodolfo bailaba una canción paraguaya, India, siguiendo los códigos del varieté. En los años ’50 y ’60, ese tema se convirtió en el himno de las guaranias, que fueron mal vistas durante mucho tiempo, como letra y música de los más pobres. (La música de India fue compuesta por José Asunción Flores, exiliado en Argentina durante la dictadura de Alfredo Stroessner.)
–¿Pretende un rescate de esa cultura?
–Este no es un espectáculo sobre el Paraguay que, como país, tiene una cultura poco publicitada. Lo que hacemos es crear un mundito poético sin pretender una apología del rescate de las tradiciones ni bajar línea. Admito que soy un fanático de las guaranias. Con el músico Diego Vainer hablamos mucho sobre la relación de los instrumentos de cuerda y el paisaje: el arpa, la guitarra y las sensaciones de humedad y tierra olorosa. Los sonidos y la tierra apisonada conforman un círculo biológico. A pesar de trabajar desde supuestos electrónicos, Diego toma ese mundo sensible y lo convierte en materia teatral. En ese clima, la tierra parece chupar el sonido. Es interesante el protagonismo de Rodolfo Prante, amigo desde la época de estudio en el Teatro San Martín. El es paraguayo, guaraní parlante, y tiene una presencia muy especial. En Guarania... trabaja también Leticia Mazur, muy talentosa. Fue intérprete de Secreto y Malibú (obra que dirigió Diana Szeinblum) y de Watt’ (de Mazur e Inés Rampoldi). Gonzalo Cordova diseñó las luces; el vestuario es de Cecilia Alassia y Ariel Vaccaro creó una escenografía única.
–¿Abandonó El Descueve?
–No. Guarania... es sinónimo de aprendizaje, de nueva búsqueda con otros artistas, pero no de alejamiento del grupo. Este verano vamos a festejar nuestros quince años de vida juntos presentando dos montajes, Hermosura, que dirijo con Ana, y Patito feo. Estoy “casado” con El Descueve, pero me hace bien hacer cosas por afuera.