TEATRO › SE ESTRENA “BIG IN BOMBAY”
La argentina Constanza Macras, que reside en Berlín, ideó una fantasía inspirada en la cultura de la India.
› Por Cecilia Hopkins
La bailarina y coreógrafa Constanza Macras, residente en Berlín desde 1995, se presentará por primera vez en Buenos Aires, su ciudad natal, con una de sus obras. Ocurrirá esta noche en el marco del FIBA, en el Teatro Presidente Alvear, cuando comience a exhibirse su obra Big in Bombay, que sigue hasta el domingo próximo. Si bien su trabajo no es conocido en el ámbito local, la artista ya visitó Córdoba en dos oportunidades. La primera, en 2002, para presentar su performance satírica Cocina erótica, en el Festival de Teatro Mercosur; la segunda, para montar en 2004 la obra Pegarle a la bolsa, junto a artistas locales, bajo el auspicio del Instituto Goethe. Considerada en Europa como una artista referente del arte interdisciplinario, sus obras suelen durar varias horas y estrenarse en espacios no convencionales: algunas de ellas tuvieron lugar en una carnicería abandonada, una cantina, un shopping y el baño de un teatro, el Berliner Schaubüne.
La crítica alemana afirma que Macras es una “adicta a la realidad”, porque sus trabajos, que sobresalen por su espontaneidad, se construyen sobre la libre asociación de elementos tales como mensajes publicitarios, materiales de desecho, bailes callejeros y videoclips. “Siempre busco el camino para que la representación se transforme en una copia absoluta –suele decir–, de eso se trata, de encontrar la espontaneidad dentro de la representación.” En Scratch Neukölln, una de sus producciones, Macras trabajó con chicos de un barrio de Berlín de padres libaneses, serbios y polacos, a quienes pidió que improvisaran movimientos sobre la música de su preferencia, esperando descubrir de este modo los códigos e impulsos característicos de su ambiente social y cultural: durante la obra, los niños no tuvieron un rol fijo, quedando en el escenario en total libertad. En De vuelta al presente, en cambio, la coreógrafa abordó el tema del fin desde diversos ángulos (el fin del mundo, el fin de una relación amorosa, el fin de la Guerra Fría), para lo cual utilizó muñecos de peluche, cartas de amor y flores de plástico sobre la escena.
En 1992, a los 25 años, la futura coreógrafa y directora decidió emigrar a Holanda, según afirma en una entrevista con Página/12, “porque sentía que en ese momento en el país ya no quedaba nada de lo que había pasado en los ’80 en materia de creación artística”. Por entonces ya había tomado clases con todos los consagrados de la danza local, formación que completó en Nueva York, en el estudio Merce Cunningham, y en Amsterdam, con Ivan Kranmar, Glenn Eddy y Amanda Miller. Desde 2002 tiene su propia compañía, cuyo nombre –Dorky Park– significa Jardín de los aparatos: “Nerds –dice– o aparatos son variantes de lo mismo; me refiero a esa gente que desde chicos no encaja en un entorno determinado, porque por alguna razón no son populares entre sus pares. Pero puede ser porque o bien son malos en lo que hacen o porque son excelentes, los que se sientan en el primer banco”. Macras cuenta que formó su grupo con intérpretes de disciplinas diversas –danza, teatro, canto y música– sobre una base común: cuidando que todos tengan la plasticidad suficiente como para pasar de un campo a otro sin alterarse, aun cuando antes no se hubiesen desempeñado en una tarea parecida. “No me gusta la vanidad que, en general, exponen los artistas cuando el director intenta cambiar algo de lo que ellos crearon. Hay mucha vanidad en el cuerpo del bailarín, en la personalidad de los actores y los músicos. Y a mí me gusta cambiar. Yo me especializo en destruir todo apenas parece estar listo”, afirma riendo.
La idea de montar una obra sobre el fenómeno Bollywood (nombre con el que popularmente se conoce a la pujante industria cinematográfica que tiene su epicentro en la capital de India) surgió en Nueva York, en una fecha estremecedora, el 11 de septiembre de 2002, día en que, luego de concluir una gira artística, debía abordar su vuelo de regreso a Amsterdam, donde vivía por entonces. “En el contexto de la caída de las torres fue cuando, de visita por el barrio neoyorquino Little India, conocí las películas que se producen en Bollywood”, recuerda. Mezcla bizarra de melodrama y ópera, ballet y film de acción clase B, las producciones hindúes fueron de allí en más el objeto de investigación de Macras. “Por lo general estoy durante un año, leyendo, indagando sobre el tema elegido; luego el montaje se hace en unos meses.” A raíz de esta forma simultánea de elaborar su material de escena es que el estreno de Big in Bombay –expresión que significa “ser una estrella en Bombay”– fue recién en 2005. Considerada como una de sus puestas más arriesgadas, el montaje vuelve a poner el acento en la representación simbólica de la realidad, la cual es captada por la artista en todas las variantes posibles para crear el clima singular de una sala de espera que, sin solución de continuidad, se metamorfosea en estación de ómnibus, consultorio médico o casting delirante. Según explica Macras, su obra se nutre de las fuentes, tanto de la industria del entretenimiento como de la industria de la paranoia. “En Europa, los medios masivos de comunicación se empeñan en que la gente viva en estado de alerta por un posible atentado”, dice. Big in Bombay retrata un mundo mediatizado de aviones que destruyen rascacielos y de tsunamis que arrasan poblaciones enteras. “La memoria –concluye Macras– es frágil; la basura dura para siempre.”
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