Sáb 22.09.2007
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TEATRO › “ZONA LIBERADA”, OBRA INSPIRADA EN “EL ETERNAUTA”

Una alegoría en clave teatral

David Rubinstein y Federico Liss, integrantes del Grupo Carne de Cañón, cuentan de qué manera trasladaron la atmósfera de la historieta al escenario, en un claro homenaje a Oesterheld.

› Por Hilda Cabrera

Mientras la oscuridad y el silencio se apoderan de una Buenos Aires en estado de catástrofe –invadida por seres extraños y cubierta por una nieve que mata–, un grupo de personas abroqueladas en una casa vive situaciones únicas. Ese es el paisaje que presenta Zona liberada, pieza teatral inspirada en El Eternauta, historieta que se publicó en 1957 sobre idea y guión de Héctor Germán Oesterheld y dibujos de Francisco Solano López. Fascinados por el relato del autor de Bull Rockett, Sargento Kirk, Ticonderoga, El Che, La guerra de los Antartes y Camote, los integrantes del Grupo Teatral Carne de Cañón homenajean con esta puesta a Oesterheld, de quien se cumplen treinta años de su secuestro y desaparición por la dictadura militar (fue secuestrado el 15 de abril de 1977, en La Plata). Estrenada días atrás en la Sala Beckett, Zona... se ofrece los sábados a las 20. Dirige David Rubinstein, y entre los intérpretes se encuentra Federico Liss, los dos en diálogo con Página/12.

–¿El formato de historieta facilita la traslación al teatro?

David Rubinstein: –No, puede orientar, pero los lenguajes son distintos. Un primer problema es la selección, porque es imposible dar dimensión dramática a todos los personajes y a todas las situaciones de El Eternauta. Lo nuevo en esta puesta es el traslado de los acontecimientos exteriores al interior de la casa.

Federico Liss: –La amenaza está presente en la obra, pero de forma indirecta, reflejada en el cuerpo y el gesto de los intérpretes. Esto nos permitió desarrollar dos historias en paralelo. La que transcurre dentro de la casa, que es muy tensa por los choques entre los personajes, y la exterior, donde los sucesos son los mismos de la historieta; también la época, pero no los lugares.

D. R.: –Nos interesaba poner la lupa en los vínculos y en los cambios que se producen en la casa. Jugamos continuamente con ese otro campo del afuera, pero siempre desde lo que el actor pueda expresar.

F. L.: –Al comenzar este trabajo todos habíamos leído la historieta, pero no utilizamos directamente los textos sino que empezamos por improvisaciones. El grupo tiene una formación importante en este sentido.

D. R.: –En la escena debe ser más lo que se ve que aquello que se dice, y también más lo que no se dice. Esta es dramaturgia de actor: el actor propone y el director va moldeando. No significa arbitrariedad de uno ni de otro sino trabajo en equipo.

–¿Es imprescindible poseer igual formación?

D. R.: –Cada uno de los integrantes del elenco tiene una formación distinta, pero con Federico, por ejemplo, coincidimos en el estudio de Alejandro Catalán, y antes estrenamos un espectáculo sobre improvisaciones.

F. L.: –Es casi imposible trabajar en este tipo de propuesta si no se conocen los códigos de trabajo.

–¿Qué función cumple aquí el video?

D. R.: –Apoya a la actuación, porque el público debe entender bien qué sucede. Lo que ocurre en escena se da en tiempo real y la estética es realista, aunque algo corrida, porque en la obra se está hablando de una invasión de hombres-robot.

–¿Es necesario aclarar cada hecho de ciencia ficción?

D. R.: –No es aclarar sino justificar. Habíamos estado estudiando otro material de ciencia ficción, porque es un género que nos entusiasma, pero nos costaba justificar escénicamente cada uno de los eventos que se producían. Cuando nos decidimos por El Eternauta y comenzamos nuestra investigación, recibimos apoyo de Solano López y de Elsa Sánchez, la mujer de Oesterheld. Nos obsesionamos con esta alegoría y le dedicamos muchas horas de ensayo. El compromiso era enorme, pero nos atrevimos. Después buscamos los elementos que necesitábamos para el montaje y para la escenografía, que diseñó Federico, que es artista plástico.

–¿Qué les atrae de El Eternauta?

F. L.: –Todo, soy un fanático, como muchos compañeros del elenco.

D. R.: –Me interesa todo de Oesterheld. En mis primeras lecturas de El Eternauta me sedujo el recorrido que hace por la ciudad y la conversión de lo cotidiano en ciencia ficción. Con este material sentimos que empezamos a jugar a lo grande. Algunos dicen que esta historieta es premonitoria, otros en cambio se enojan y dicen que no jodamos con esas cosas. Para mí tiene algo de premonitorio y mucho de política, y también de la zona en que vivió.

–¿Qué opinan de los personajes originales, diferentes entre sí, pero pertenecientes a una clase media con aspiraciones de ascenso, como el industrial y el bancario?

D. R.: –Nos preguntamos muchas veces sobre esa clase media que aparece en El Eternauta y que hoy es tan distinta. Gente que ahora no puede irse bien lejos para salvarse y tiene armas, pero no sabe para qué las va a usar.

F. L.: –Y que tiene conflictos internos mucho más graves.

D. R.: –Si bien hoy no es común que se critique a la clase media, en Zona liberada va desarrollándose una autocrítica a través de las acciones.

F. L.: –Los personajes de Zona... están más desesperados, y se puede decir que en algunos momentos son más miserables que los de la historieta.

D. R.: –Una de las preguntas que nos hicimos fue cómo reaccionaría la clase media de hoy en los años sesenta y en esa situación.

–¿Piensan que aquélla era más ingenua?

F. L.: –Después del desastre de diciembre de 2001 y del cacerolazo, la clase media no es la misma. En la historieta se produce una reacción solidaria y de resistencia: los personajes deciden pelear contra esos invasores que no se sabe quiénes son y que ha dado lugar a distintas interpretaciones. A los personajes de Zona... les cuesta mucho más llegar a un acuerdo: son también menos ingenuos porque la realidad es otra.

D. R.: –La ingenuidad que encontramos en la historieta se debe en parte a la dinámica propia del comic. En teatro es diferente. Nos preguntamos por ejemplo cómo contar veinticinco acontecimientos tremendos. Si fuéramos a ocuparnos de todos no podríamos dar dimensión a ninguno y entonces no estaríamos haciendo una obra de teatro. Con generar suspenso y al mismo tiempo hacer presente el dramatismo que provocan la nevada asesina y la invasión de extraterrestres, tenemos suficiente para volvernos locos.

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