TEATRO › CORA HERRENDORF, ADHEMAR BIANCHI Y LA PUESTA DE “EXILIO” EN EL GALPON DE CATALINAS
“Hay exilios muy diferentes y es bueno que haya personas que quieran reflexionar sobre estas experiencias”, coinciden Bianchi y Herrendorf, que agradecen la fortuna de poder expresar “en chiquito” una serie de grandes interrogantes relacionados con el rol del teatro.
› Por Hilda Cabrera
Cuando llega se aporteña: “Me acuerdo de todas las malas palabras”, dice Cora Herrendorf, y por nada especial, simplemente porque las malas palabras diferencian a un país de otro y hasta los profesores de idiomas aconsejan su aprendizaje. Herrendorf es actriz y directora de teatro, dramaturgista y docente que partió y cada tanto regresa. Se fue a Italia en 1976, de gira con un “teatrito”, un grupo que entonces y hoy se llama Teatro Núcleo, desprendimiento de Comuna Baires. Regresó en 1978, pero no halló lugar respirable y se estableció con Núcleo en Ferrara. Ahora, en otra vuelta, trae Exilio, un texto propio que interpreta. ¿Cómo denominar a este trabajo? La actriz apunta: “Es mi testimonio. Todas las personas somos testimonios de partes de la historia”. Y de eso trata el monólogo que presentará este jueves a las 20, en El Galpón de Catalinas (Benito Pérez Galdós 93, La Boca), el lugar de Adhemar Bianchi y su grupo Catalinas Sur que hoy cuenta con talleres y salas de grabación. Es cierto que éste no será el único encuentro de la actriz con el público (ver recuadro), pero sí el organizado por Bianchi y su equipo, al que se suma una mesa-debate con el escritor y periodista Osvaldo Bayer y el periodista Luis Bruschtein, coordinada por Ana Cacopardo.
La actriz recuerda que aquella primera partida fue apenas anterior al golpe militar de marzo de 1976. Una gira de tres meses que acabó en febrero. El grupo apostó a la vuelta, pero se fue quedando hasta el intento traumático del ’78. “Estamos entre los que se han ido sin querer irse”, resume, en diálogo con Página/12, junto con el director Bianchi.
–¿Qué testimonia en Exilio?
C. H.: –Mi aporte se relaciona con las preguntas que me hice fuera y dentro de Argentina: qué sentido tiene seguir haciendo teatro hoy, cuál es el rol que cumple un artista en el proceso de transformación del mundo; y en lo personal, qué hago o qué tengo que hacer yo, como argentina que se exilió en Italia. En definitiva, qué sentido tiene esto que hago. Son preguntas grandotas que, por suerte, se pueden expresar “en chiquito” en el teatro.
–¿Preguntas sin respuestas?
C. H.: –Preguntas y acciones, porque en Italia nos ocupamos de un montón de cosas y desde hace unos años mantenemos un fuerte lazo ideológico y afectivo con el grupo Catalinas, que ha generado un movimiento maravilloso con su teatro comunitario. Nos ha tirado líneas que, esperamos, resulten, porque aquél es un medio extraño.
–¿Quiere decir que es raro el teatro comunitario en Italia?
C. H.: –En Ferrara, y en nuestro barrio, Pontelagoscuro, somos los primeros. Hace treinta años que nos establecimos allí. Por suerte, después de nuestra experiencia nacieron otros grupos de jóvenes. Pero esta idea de trabajar con gente del lugar, y no únicamente con artistas, renace a partir del vínculo con Catalinas.
–¿O sea que la relación con el país no se quebró?
C. H.: –Quebrarse sí, porque la historia nos quebró a todos, pero nosotros regresamos cada tanto para crear lazos y reconocernos.
–Se produjeron cambios. ¿Los imaginó así?
C. H.: –Núcleo nació en el barrio de San Telmo y creció junto a otros elencos de la época que, como el nuestro, estaban en contacto con las problemáticas sociales. Cuando nos fuimos, nos llevamos nuestra crisis de identidad más profunda y esta forma de trabajar sobre situaciones de marginación social. Mientras en Italia seguíamos preguntándonos quiénes éramos fuera de nuestro país, trabajábamos en hospitales y en la recuperación de drogadictos: poníamos atención en los lugares y las personas que creíamos había que mirar. Por eso elegimos espacios abiertos para montar nuestros espectáculos: deben ser de acceso a todo público.
–¿Buscaban esa continuidad en las obras?
C. H.: –Nuestros temas han sido las injusticias de la historia, los crímenes de la Shoá, las represiones y asesinatos de las dictaduras militares argentinas, la destrucción del pueblo de Guernica por los nazis, las enseñanzas de San Francisco de Asís, el abismo entre el sentimiento religioso y la Iglesia católica... Temas que desarrollamos para un público que no tiene el hábito de ir al teatro.
–Pero poseen una sala...
C. H.: –Sí, pero voy a responder con una frase de Adhemar: nuestra sala es una plaza techada. Al menos, pretendemos que sea eso. Pensemos que Ferrara es otro mundo, otra historia.
–Adhemar, ¿cómo nace el intercambio con Núcleo?
A. B.: –La nuestra es, de alguna manera, una relación de exiliados. Soy uruguayo y tuve que irme de mi país en 1973 por mi actividad gremial. Después hubo un exilio interior en Argentina. En Catalinas asumimos nuestro rol de personas y artistas, y planteamos los trabajos en conjunto. El teatro comunitario que se creó en Pontelagoscuro está formado por sesenta personas y es una maravilla. Este grupo hermano se agrega a los treinta y seis que están en la red que conformamos, y a la que ahora se agrega otro grupo español.
–¿Se puede hablar de movimiento?
A. B.: –Para nosotros es construir aquello que creemos es el arte, que tiene carácter transformador. El encuentro con un grupo que posee la técnica y experiencia de Núcleo es muy importante. No es tan extraño que surja un teatro comunitario, porque es la expresión de una comunidad. Cuesta, en cambio, encontrar personas que tengan la formación necesaria para que esos teatros puedan desarrollarse y florecer. Lo que ha hecho Núcleo en Ferrara es estupendo. Nos sentimos hermanos en los temas y los afectos. En nuestra sala de El Galpón, Exilio se presenta con entrada libre y gratuita, justamente porque nos gusta que vengan nuestros compañeros de los distintos grupos comunitarios y las organizaciones sociales. Hemos armado una red de arte y transformación social con los que se ocupan de los marginados utilizando disciplinas artísticas, como la de Crear Vale la Pena. Por eso invitamos también a Luis Bruschtein y Osvaldo Bayer. Queremos que sea una jornada de reflexión a partir de la provocación de Cora y su espectáculo Exilio.
–¿Provocación?
C. H.: –Sí, provoco y me voy. Provocar es dar la voz.
A. B.: –Y es verdad. Por eso los que quieran hablar después de la función podrán hacerlo. Hay exilios muy diferentes, y es bueno que haya personas que quieran reflexionar sobre estas experiencias. Hoy, la gente quiere dejar de ser espectador; busca estar en algo importante y crear sobre su memoria y su identidad. En alguna medida, los temas que trata Catalinas se relacionan con esas búsquedas. Y digo, si la gente empieza a imaginar y crear colectivamente, por ahí encontramos algún camino para esta sociedad dividida y mediatizada.
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