Vie 28.12.2007
espectaculos

TEATRO › A LOS 72 AÑOS, MURIO FELISA YENI

La dama del Payró

Con una dedicación y un amor por el teatro ncomparables, desde 1967 la actriz y directora defendió sin descanso la labor del teatro, siempre sitiado por ideologías scurantistas.

› Por Hilda Cabrera

“Con mi hermana Luchy, menor que yo, decíamos que los hermanitos Kogan eran tres: nosotros y Robertito J. Payró.” Vale la pena rescatar esta frase de Diego Kogan para resumir el amor y cuidado que la actriz y directora Felisa Yeni prodigaba al teatro que condujo con su marido, el fallecido director y régi-sseur Jaime Kogan, y luego con su hijo y un grupo de colaboradores. Enferma desde hacía tiempo, Yeni murió ayer tras una vida ligada a la escena, tal como lo ejemplificó Diego al memorar aquellos celos de la infancia. Esa dedicación abarcaba también la docencia y la defensa del teatro independiente. Algo natural en quien compartió plenamente la historia del Teatro Payró, símbolo de pelea (o si se quiere, de “empuje y alegría”), pues tuvo que enfrentar años económicamente difíciles y litigar con burócratas y gobiernos autoritarios. Dificultades que nunca fueron nuevas. Eran ya motivo de lucha en 1952, cuando el predio de San Martín 766 fue ocupado por Los Independientes, grupo que lideró el actor y director Onofre Lovero. Kogan y Yeni lo hicieron suyo en 1967, y con la urgencia de entonces: formar un grupo estable para asegurarse continuidad. De ahí el título de Equipo Payró. Si bien abundaron los períodos de vacas flacas, Yeni no desfallecía. En 2003, y todavía en tiempos de escasez, decía a Página/12 que mantenía la esperanza de que las dificultades no les comieran las neuronas.

Sin embargo, el equipo había logrado concretar ya, y con el aporte de numerosos artistas, una programación que alejaba cualquier tristeza. Entonces se publicó incluso un libro de la investigadora Celia Dosio que resumía la historia del teatro. Allí aparecen testimonios y anécdotas de quienes sostuvieron con su arte el Payró y algunos comentarios de la actriz, a quien le complacía recordar hechos que supo también transmitir en entrevistas a este diario. Uno de éstos, el referido a la puesta de El señor Galíndez, obra de Eduardo Pavlovsky que dirigió Jaime Kogan y fue invitada a festivales europeos y americanos. A Felisa le gustaba destacar de aquella experiencia el asombro que produjo en otros auditorios el abordaje del tema de la tortura. Nunca antes se había mostrado tan claramente a la tortura como “una herramienta del sistema y no como un hecho aislado”, apuntaba, recordando además que por esa obra el Payró sufrió un atentado de la Triple A, el 22 de agosto de 1974. Hecho que no arredró a Yeni-Kogan, pues se sostuvo la programación “gracias a un público fiel”. Esto sucedió también en otro año oscuro, 1977, cuando se estrenó Telarañas, se prohibieron las representaciones y Pavlovsly tuvo que exiliarse.

Los diálogos con Felisa eran siempre serenos, aun cuando se refería a episodios nefastos. No demostraba ofuscación, pero sí temor o incertidumbre ante la indiferencia: “Los lazos sociales se han ido deteriorando –apuntó en diálogo con esta cronista–, pero nos sucede que de pronto se abre una posibilidad de intercambio y entonces nos sentimos menos individualistas”. En realidad, quería decir menos solos. Era cuando se acercaban al Payró artistas nuevos y prestigiosos para montar allí sus obras. La actriz y directora Norma Aleandro estrenó allí De rigurosa etiqueta y otros destacados artistas presentaron sus trabajos. Se vieron El retrato del pibe, dirigida por Miguel Guerberof; Umbral y Palabras de Borges; se estrenó Maldita sea la hora, de Julio Chávez, y Las razones del bosque, una dramaturgia de Patricia Zangaro, con puesta de Diego Kogan.

Cuando semanas atrás se la vio a Yeni en el Teatro Cervantes, acompañada por sus hijos Luchy y Diego, frágil pero atenta, consustanciada con aquello que en la escena expresaban los intérpretes de Todo verde y un árbol lila, de Juan Carlos Gené; algo de un tiempo pasado volvió al presente. Esa señora frágil era la que tiempo atrás había dirigido Calderón (Tragedia política), una de las cinco producciones teatrales de Pier Paolo Pasolini y la primera que se estrenaba en Argentina. El Payró había renacido de sus cenizas; emergía de la catacumba a la que lo habían confinado los trabajos de reciclado de las Galerías Pacífico. Estrenaba un escenario giratorio y se convertía en sala frontal y bifrontal, gracias a las artes del escenógrafo e iluminador Tito Egurza. Tampoco aquel Calderón era el único título: se avecinaban El balcón, de Jean Genet; La oscuridad de la razón, de Ricardo Monti, y los ciclos de ópera de compositores jóvenes. Yeni se atrevía en ese año de renacimientos con Pasolini (en una versión escénica de Javier Daulte) y con el mundo fantasmagórico del Segismundo de La vida es sueño, sosteniendo que lo fundamental en el artista italiano era su nivel poético.

Aquel fue un hito en su trayectoria, nada sorprendente en quien supo destacarse tanto por su empecinamiento y resistencia a las hostilidades como por su actividad artística. Fue actriz en Julio César, Visita, Historia tendenciosa de la clase media argentina, La oscuridad de la razón, El señor Galíndez, Marathon, Ivanov, Krinsky, Rayuela y Las razones del bosque; y directora, entre otras, de Un país muy verde, Cartas a Moreno, Proceso a la sombra de un burro y Paulatina aproximación a un teorema dramático del miedo. Una obra que no dejaba de mencionar era La lista completa, de Jorge Goldenberg, donde el autor rescata a individuos vivos y muertos dispuestos a modificar algún episodio de la propia historia. Felisa era allí la madre que escuchaba y acotaba de modo ocurrente, en tanto otro personaje, el bibliotecario Krinsky, los retrataba utilizando un vieja cámara. Al igual que aquella madre, a Yeni no se le escapaban detalles en las entrevistas, y se la descubría fina e irónica cuando, como presidenta de Artei (Asociación de Teatros Independientes), describía las torpezas de inspectores y burócratas.

(El velatorio de Felisa Yeni tiene lugar en el Teatro Payró, San Martín 766, hasta las 10 de hoy. El entierro será en el Panteón de la Asociación Argentina de Actores, Cementerio de la Chacarita.)

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