Mar 06.05.2008
espectaculos

TEATRO › EL MAIPO CUMPLE CIEN AñOS Y TIRA LA CASA POR LA VENTANA

Un centenario con todas las luces

Estrena un espectáculo con orquesta en vivo y medio centenar de artistas, entre ellos Antonio Gasalla, Cecilia Rossetto y una vedette cuyo nombre permanecerá en secreto hasta que se levante el telón. Antes habrá un desfile de carrozas por la avenida Corrientes.

› Por Cecilia Hopkins

No es poco. Mañana el Teatro Maipo celebrará sus primeros cien años de vida. Y si bien los festejos darán comienzo por la mañana con un desfile que recorrerá la avenida Corrientes desde Callao hasta la calle Esmeralda, el plato fuerte será el espectáculo 100 años del Maipo a estrenarse esa misma noche en la sala principal del teatro homenajeado. Dirigida por Claudio Segovia –creador del recordado Las mil y una Nacha–, con orquesta en vivo y medio centenar de artistas, entre los que figuran Antonio Gasalla, Claudia Fernández, Ximena Capristo y Cecilia Rossetto, la puesta promete 35 cambios de escenografía, y cuadros de revista cuya vedette principal permanecerá en secreto hasta el día del estreno. El Maipo fue objeto de renovación en fachada y marquesina, en alfombras y tapizados. Además, a la araña central, bautizada con el nombre de las Nélidas (por Roca y Lobato), se agregaron otras cuatro, llamadas Niní (Marshall), Tita (Merello), Sofía (Bozán) y Lola (Membrives) (ver recuadro).

Sobreviviente de las obras de ensanche de las calles del centro y de varios incendios, desde 1994 el Maipo tiene a Lino Patalano como director ejecutivo, que comparte con Julio Bocca la dirección artística del teatro. En estos últimos años, la programación se ha vuelto más ecléctica que nunca: en los escenarios que trajinaron las hermanas Rojo, las Pons y las mencionadas Nélidas, entre tantas figuras de la revista, también se presentaron Norma Aleandro y Enrique Pinti, Alfredo Alcón y Sergio Renán. “La gestión de Patalano tiene una mayor diversidad de espectáculos que todas las anteriores y cuenta con una mayor difusión –asegura Vilma Ferrari, asesora teatral del Maipo, en diálogo con Página/12–. Muchas de las obras que están en cartelera en Buenos Aires luego salen en giras por todo el país y a veces también van al exterior.” Otro de los factores a destacar de la actual administración es, según Ferrari, las sucesivas puestas en valor del edificio, la inauguración del nuevo Espacio Teatral María Luz Regás –nombre que le dio Patalano en homenaje a su madrina en el teatro– y del restaurante que funciona en los altos del Maipo.

La celebración amerita un poco de historia. La Argentina de las vacas gordas, desde 1880 hasta unos años después del centenario, supo construir coliseos a la altura de su prosperidad económica. En uno de los terrenos que había recibido Hernando de Mendoza luego de la fundación de Buenos Aires por parte de Juan de Garay, bajo el nombre de Teatro Scala, fue inaugurada en 1908 la sala que unos años después cambió su nombre por el de Esmeralda, para ser conocida con el nombre de Maipo desde 1922 hasta la fecha. La apertura de aquel primer local de suntuosas puertas estilo art nouveau tuvo lugar, vaya casualidad, el mismo año en que se inauguró el Teatro Colón. Si bien en los antípodas del mundo de la alta cultura, el nuevo espacio de “music-hall” halló eco en la prensa de la época, que festejó la aparición del local situado en la calle Esmeralda, entre Corrientes y Lavalle, “dedicado casi exclusivamente a las representaciones de revistas alegres”. Así, las llamadas bataclanas trabajaban más horas que las fabriqueras, en la vorágine de ofrecer seis funciones diarias. Sus especialidades eran el cuplé de letras picarescas, los diálogos cómicos y el can-can. La vestimenta habitual de las coristas consistía, básicamente, de maillots color rosa pálido.

Pero además de varietés también se representaban operetas y vodeviles. Con una estética copiada de los salones parisienses, la revista porteña singularizó su estilo valiéndose del tango y el monólogo político. “Se puede decir con cierto grado de certeza que el debut formal del dúo Gardel–Razzano fue en el escenario del Esmeralda el 16 de septiembre de 1916 –afirma Ferrari–. Así, la canción orillera entraba definitivamente en el teatro aristocrático.” Mucho más tarde, Pepe Arias creó personajes para sus discursos críticos, como el desharrapado habitante de Villa Desocupación. Ya eran los años ’30 y dirigían el teatro –la única sala de Buenos Aires con refrigeración– Ivo Pelay y Luis César Amadori, los mismos que debieron sufrir, ya en 1946, una amenaza de clausura a causa del contenido crítico de un monólogo político de Sofía Bozán.

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