CHICOS › CARACACHUMBA ESTRENó REVUELTA DE TUERCA, SU NUEVO ESPECTáCULO
Florencia Steinhardt y Marina Sauber, integrantes y directoras de la agrupación que se presenta en el Teatro La Comedia, explican cómo hacen para seguir sorprendiendo al público más difícil de todos: el infantil.
› Por Sebastián Ackerman
Hace tiempo que Florencia Steinhardt y Marina Sauber dejaron atrás la infancia, pero eso no les impide pensar en mundos infantiles. Claro: son integrantes y directoras de Caracachumba, que el sábado volvió a subirse al escenario. Y juegan: juegan con las palabras, juegan con la música –siempre en vivo–, juegan con el público. “Los chicos están permanentemente actualizados con las cosas que pasan, y nosotros tenemos que estar desesperados detrás del mundo de los chicos para no alejarnos de ellos”, cuenta Steinhardt, y Sauber afirma que “uno también usa nuevos medios de comunicación, no sólo porque los chicos usan más la computadora y otras herramientas tecnológicas; creo que también es parte de nuestro desarrollo”, analiza. Pero coinciden en un punto central: “Nos divertimos mucho con lo que hacemos. Y eso nos lleva después a hacer lo mismo en el escenario”, confiesan casi a coro a propósito del reciente estreno de Revuelta de tuerca, que se puede ver los fines de semana y feriados a las 17 en el Teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062).
En Revuelta de tuerca (el 6º espectáculo del grupo, integrado por Steinhardt, Sauber, Silvio Cattaneo, Javier Estrin, Pablo Moral y Violeta Naón, en 15 años de carrera) se mantiene la marca Caracachumba de música y humor, pero esta vez los títeres quedaron de lado y la historia está organizada alrededor de un clown. Cofundadores del Movimiento de Música para chicos (Momusi), le ofrecen al público salsa, samba brasileño, chamamé, milonga, cumbia, tango, bolero y canción, tocado en vivo, y además la utilización de instrumentos “no convencionales” como campanas tubulares, ollas y tachos con agua, manoplas con papel de lija, escofinas, martillos y serruchos, que le dan ambiente a la historia que se cuenta.
–¿Qué particularidades tiene el humor en sus obras?
F. S.: –Cuando hacés un espectáculo para chicos, estás pensando primero en ellos. Lógicamente, siempre hay guiños para el adulto, pero sabés que hay temáticas que son comprensibles para los chicos, que tiene que ver con las situaciones teatrales, con las letras que se están trabajando. Nosotros tenemos puesto el foco en los chicos y desde ese lugar hay cosas que son viables y otras que no, que son para adultos.
M. S.: –En general, tiene que ver con el lenguaje y no con la música. Nunca nos ponemos un límite en lo musical porque sea para chicos. Nuestra música puede ser disfrutada perfectamente por adultos. De hecho, nos preguntan cuándo vamos a hacer un espectáculo para adultos. Ahora, desde el lenguaje trabajamos más, discutimos muchísimo si es conveniente tal palabra, o hasta dónde llegar con el humor. A veces no salen chistes porque nos parece que sería para un espectáculo para adultos. Para no- sotros, la clave está en el lenguaje.
Un clásico del grupo son los juegos de palabras, trabalenguas y recitados con los que le proponen al público un espacio lúdico en el que la frontera del arriba y el abajo del escenario se desdibuja, y en el que los chicos –y los grandes– ingresan a gusto. “Los juegos de palabras es algo que siempre trabajamos –comenta Steinhardt– porque nos parece que hay mucha música ahí, una riqueza tremenda en las palabras, y nos gusta ese juego.” –¿Por qué eligieron trabajar para chicos?
F. S.: –Yo trabajaba como docente de música, componía canciones. Uno tiene ganas de hacer. El contacto con los chicos hizo que esto fuera una elección: era lindo hacer cosas para compartir con ellos. Después surgió la iniciativa de armar algo, y aquí estamos.
M. S.: –Yo siempre me dediqué a la educación y a la música, y fue una manera de unir las dos cosas. Es una forma de llegar con la música desde otro lugar: una cosa es dar una clase y otra es llevar un producto artístico que al chico le llegue a un lugar totalmente diferente. No es algo didáctico en sí, no está pensado como una enseñanza. Son dos maneras diferentes de llegar con la música. Es tirar algo que puede generar emoción, diversión, interés; genera vínculo con el adulto, con la familia.
F. S.: –Pero me parece que fundamentalmente uno termina haciéndolo porque le gusta. Porque me gustan los chicos, porque uno tiene un vínculo más allá de lo cotidiano y quiere relacionarse con ellos desde otro lugar.
M. S.: –Además, el público infantil es muy difícil, y eso es un desafío. Si no les gusta, no te van a escuchar más. Vas a escuchar ruidos... Si vos escuchás silencio en la platea, los tenés interesados. Si no, va a ser muy difícil. El adulto que está aburrido espera a que termine y se va; el chico no, si no le gusta escuchás ¡me quiero ir!
–Hay por lo menos una generación de niños que creció con sus canciones. ¿Qué les produce eso?
F. S.: –Un poco de desesperación, la verdad (risas). Es fuerte porque uno no tiene conciencia de que ha marcado generaciones de chicos con muestra música. Hay una cosa de responsabilidad, pero tenemos ganas de seguir, y vemos los grandes que se fueron y los chiquitos que vienen.
M. S.: –Pero con actualización. Porque podríamos hacer lo mismo, total el público se renueva y los chicos de ahora no vieron nuestro primer espectáculo. Pero nosotros nos renovamos lo suficiente como para que vengan a vernos y se sigan sorprendiendo. Hay una queja a veces de gente que quiere escuchar alguna canción de espectáculos anteriores, y nosotros no hacemos eso. Es como una obra teatral: vos no le pedís al actor un número anterior. El formato no lo permite. El desafío es renovarse junto con el público, y que también se sorprenda el que alguna vez nos vio.
F. S.: –Uno también creció. En la medida que se sienta que lo que uno hace es bien recibido, es una gratificación.
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