CHICOS › MOC Y POC, DEL GRUPO DE TITIRITEROS DEL SAN MARTíN
El actor y director Román Lamas debuta al frente de la compañía con una puesta basada en un libro de Luis María Pescetti, que entremezcla disparate y lógica. “Los personajes tienen un humor cercano al de los Hermanos Marx”, describe.
› Por Carolina Prieto
El Complejo Teatral de Buenos Aires levanta el telón de la temporada para grandes y chicos con Moc y Poc, adaptación para títeres de un libro de Luis María Pescetti, interpretada por el Grupo de Titiriteros del San Martín con dirección de Román Lamas. El estreno es esta tarde a las 16 en en el Teatro Sarmiento, casi metido en el zoológico porteño. Allí, Lamas, de 44 años, experimentadísimo actor titiritero con más de dos décadas de oficio e integrante del mítico Periférico de Objetos, ultima los detalles de su debut como director del prestigioso elenco. Cuando empezó a imaginar su primer montaje, se plantó en Pescetti, sin dudarlo. “Hace varios años le leí a mi hija Historias de los señores Moc y Poc; pero antes lo vi en un recital en Agronomía donde cantó su disco Vampiro negro y me mató. Me encantó el contacto franco y real con los pibes, la falta de solemnidad, los trata de igual a igual. Derriba la cuarta pared, los interpela”, asegura.
–¿Cómo es la adaptación?
Román Lamas: –En el espectáculo hay tres titiriteras que, de alguna manera, toman la voz del autor y van hilvanando las escenas con humor, desde un lugar clownesco. Cada escena tiene su presentación y la obra se parece a un varieté. No tiene un desarrollo continuo y lineal. Por otro lado, el lenguaje de títeres permite romper las leyes físicas con facilidad: los muñecos se pueden mojar, hundir, flotar, detenerse por mucho tiempo y así escenificar circunstancias que con otro lenguaje sería mucho más complicado.
–¿Cómo define el tono de la propuesta?
R. L.: –No hay un héroe a seguir en su camino, tampoco una aventura espectacular. Acá, lo maravilloso son las charlas de estos dos señores, las vicisitudes de la vida tal como se les presentan y como ellos las resuelven. Moc y Poc tienen algo de Vladimir y Estragón, los personajes de Esperando a Godot; se la pasan hablando y pensando. Tienen un humor cercano al de los Hermanos Marx, Jerry Lewis y Dean Martin, El Gordo y el Flaco. Es la dupla cómica: Moc y Poc llevan la lógica al extremo y el resultado es el absurdo, el disparate.
–¿Qué características tiene la puesta?
R. L.: –Apunto a un montaje simple y bien hecho con un retablo muy lindo al estilo tradicional, con cortinas y cinco titiriteros. Y un lujo: música original con un protagonismo impresionante. Es de Roberto López, autor de la banda sonora de muchas películas. Acá hizo un gran trabajo creando una variedad de climas, texturas y ritmos que acompañan y modulan los textos. Por otro lado, el retablo con telón me remite a las viñetas de historietas que leí durante años. Me interesó generar ese efecto de concentrar la mirada en un cuadro cerrado. Es raro: a partir de la experiencia con el Periférico estoy acostumbrado a subvertir formas y buscar nuevas estéticas. Pero para este desafío quise volver a lo clásico, al código tradicional. No tengo problemas en decir que es una propuesta convencional.
–¿Qué tipo de títeres utilizan?
R.L.: –Son títeres de boca. La mano va en la boca del muñeco y hace el sincro de lo que el titiritero dice. Son muñecos de unos ochenta centímetros con pies y manos, generalmente manejados por dos o tres personas. Los titiriteros están casi velados, encapuchados y con guantes; sólo se ve un fondo negro y el protagonista es el muñeco. No trata de ser teatro negro pero tampoco está muy lejos.
–¿Cómo enfrentan la sinceridad brutal de los chicos que no disimulan cuando un espectáculo los aburre?
R. L.: –Alcanzamos un buen ritmo, no entramos en laxitudes, en momentos donde el interés se pincha. Con el compositor tomamos la idea de generar calderones, que en música equivalen a silencios, a pausas que generan interés en relación con lo que viene después. Esto le da una buena fluidez.
Antes de incursionar en el teatro, Lamas era profesor de educación física. Tenía mucho feeling con los chicos, aunque sentía que le faltaban herramientas. Sin saber por qué decidió estudiar títeres. “De chico me hice una marioneta. Me gustaba armar cosas, tal vez por eso se me ocurrió meterme con los muñecos”, desliza. Así empezó a aplicar en sus clases los nuevos recursos y poco después conoció a Ana Alvarado, fundadora junto a Daniel Veronese y Emilio García Wehbi del Periférico de Objetos, la agrupación que renovó la escena local mediante el uso de objetos antropomórficos en puesta para adultos de gran impacto emocional. “Tenia unos veinte años. Ana me invita a sumarme al grupo para hacer Ubú Rey. Me tomaron una prueba y quedé. Luego me anoté en la Escuela de Titiriteros del San Martín para sistematizar bien el lenguaje”, recuerda. Allí se formó junto a maestros como Javier Villafañe y Ariel Bufano; la educación física fue cediendo ante un nuevo mundo poblado de dramaturgos, directores y poéticas. Con una ductilidad notable, Lamas llevó durante años una suerte de doble vida: por un lado, envuelto en puestas mágicas y tiernas junto al elenco de titiriteros del San Martín y, por otro, inmerso en un universo de una crudeza y complejidad extremas en los trabajos del Periférico. “Fueron años de enriquecimiento. Muchos del Periférico estábamos dentro del elenco de Titiriteros del San Martín. Es cierto, eran dos aguas muy distintas. Pero se parece a la vida del músico, que toca el Réquiem de Mozart y luego La Flauta Mágica. Fue la posibilidad de crecer, de ganar plasticidad”, señala.
Ahora enfrenta la responsabilidad de contar con un equipo inmejorable y de llevarlo a buen puerto. “Los intérpretes son colegas con una gran trayectoria; la música es riquísima, el violín lo tocó y grabó Pablo Agri, el hijo de Antonio; Magdalena León nos apuntó vocalmente; y a Pescetti le encantó la adaptación, no pidió ningún cambio. Es como entrar en una cocina y contar con los mejores ingredientes, los más exquisitos. ¡Son especies de Asia! le digo al equipo.”
* Las funciones son sábados y domingos a las 16 con entradas a 15 pesos, en la sala ubicada en Avenida Sarmiento 2715. Integran el elenco Alejandra Castillo, Alejandra Farley, María Loureiro, Ernesto Musano y Daniel Spinelli; las luces son de Miguel Morales; los títeres y la escenografía de Farley y Juan Benbassat y el vestuario de Ioia Kohakura.
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