CHICOS › ROJO, DE LILIANA BODOC, POR LA COMPAÑIA TRES GATOS LOCOS
› Por María Daniela Yaccar
En Rojo todo es de ese color. Y no podría ser de otra manera, porque esta historia que pone en escena la compañía Tres Gatos Locos transcurre en gran parte en el mismísimo infierno. Sin embargo –y esto explica que este espectáculo, con sus riesgos, sea un infantil–, aquí Satanás nada tiene de temible: ¿acaso existe un rasgo más humano que enamorarse? Eso es lo que le pasa al Diablo en esta obra con dramaturgia de Liliana Bodoc, que vendría a ser la versión teatral de un cuento homónimo incluido en su libro Sucedió en colores. Antes, este grupo independiente montó Un cuento negro, basada en “Negro”, otro relato de la autora. En Rojo todo es rojo, y no hay que olvidar que ése es también el color de la pasión.
Pensada para niños de cinco años en adelante, Rojo podría ser una película de Disney, por su coqueta estética y su belleza plástica, así como también porque no aburre un solo instante. Con pocos recursos, los jóvenes actores (Federico Costa, Juan Gabarra, Josefina Lamarre y Galileo Bodoc, el director) igualan en magia a cualquier megaproducción. O, mejor dicho, instauran un código propio, que atrapa no sólo por lo visual, sino por una profundidad que es sinónimo de respeto hacia los más chiquitos. Y en esa postura se acercan más a Hayao Miyazaki. Por eso, acompañantes mayores también disfrutarán esta obra, que tiene guiños políticos, religiosos, existenciales.
Al principio copan la escena tres diablillos rabiosos y un narrador (Costa), que es quien teje los hilos de esta historia a la vez tierna y satánica, tan oscura como luminosa, tan infantil como adulta. En Rojo es la “empresa” del Diablo (Gabarra) la que está en problemas. Los fuegos se apagan, los volcanes descansan y los ríos de lava no arden. El misterio tiene un nombre: Rubilda. Lamarre, única mujer del elenco, interpreta a una hermosa vendedora de manzanas que trabaja en el Mercado de las Rosas y que roba toda la atención a este Belcebú de poco talento. Para conquistarla, su madrina bruja (Bodoc) le da a conocer un hechizo denominado “el truco de los tres sí”. A partir de entonces, alrededor de un solo interrogante gira Rojo: ¿caerá Rubilda a los pies de su admirador?
El cuento de Liliana Bodoc es casi un espectáculo en sí mismo, ya que las escenas que se suceden se dibujan en la mente del lector sin mayor esfuerzo. Por tal motivo, era difícil imaginar una puesta que le fuera justa. Rojo, sin dudas, lo es. Y no solamente porque la adaptación es de la escritora. También por el manejo de un registro actoral paródico en el punto preciso, que aprovecha muy bien –y no es casual– los colores de la voz. Un capítulo aparte merecen la musicalización y el sonido (Francisco Martínez Castro, Lamarre y Fernando Cerra), imprescindibles para ambientar el averno. Perfectamente sincronizados, los sonidos visten los movimientos de los personajes, siempre sumando un sentido, nunca repitiendo.
La compañía Tres Gatos Locos nació en 2002. Sus producciones se muestran tanto en salas como en espacios no convencionales. El humor, la crítica y el trabajo social son lo suyo. Así se definen en su página: “Nuestro principal foco de atención son los niños, para sembrar semillas de amor y de renovación. También para transformar los principios del consumismo, el individualismo y la alienación”. No obstante, les interesa llegar a todos los públicos. En este momento tienen en cartel también un espectáculo para adultos, Victorio, el reidor (sábados, a las 21, en Belisario, Av. Corrientes 1624).
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