CHICOS › MARIANA BAGGIO Y EL ESPECTACULO BARCOS Y MASRIPOSA
› Por Emilia Erbetta
En una entrevista que dio a este diario en 2001 por el lanzamiento de Barcos y mariposas, su primer disco, Mariana Baggio criticaba el prejuicio que dice que la música para chicos tiene que ser “pavota, sin ritmo, sin swing”. Once años y tres discos después, la compositora, flautista e intérprete que durante las vacaciones se presentará en el teatro El Picadero, celebra experiencias como el Movimiento Música para Niños (Momusi) y el Movimiento de la Canción Infantil Latinoamericana y del Caribe, que se realiza cada cuatro años: “Corrió mucha agua bajo el puente. En el camino hay muchos grupos que fueron surgiendo y yo noto un cambio muy bueno, porque empezó a haber un intercambio entre los países y aparecieron personajes como Rita del Prado, una cubana impresionante, Palabra Cantada, de Brasil, o Luis Pescetti. Yo creo que eso generó un intercambio muy interesante y sentó un precedente”.
Lo que también pasó en estos once años es que Mariana sacó otros dos discos, Barcos y mariposas II y III, en los que siguió explorando los ritmos latinoamericanos tradicionales y sus posibilidades (jugueteó con cuecas, cumbias, valsecitos, bagualas, chacareras), pero también se metió con el rock y el tango, la música contemporánea y hasta simuló –jugando con palabras– un tema tecno. Así fue buscando diferentes matices para plantar, como ella misma la define, la semilla de una sensibilidad diferente en los chicos: “Estoy convencida de que es muy enriquecedor para los niños escuchar a buenos músicos haciendo música; por eso cuando pienso los arreglos, si bien hay una modalidad juguetona, siempre lo hago desde un lugar de mucho cuidado y respeto. Los que tocan conmigo son unos musicazos y nos preocupamos porque suene bien, que los arreglos sean originales y que un tema no se parezca a otro”. Todo empieza en el aula: jugando rodeada de chicos, despuntan las ideas. “En mis clases busco lo acústico, no quiero trabajar con instrumentos tradicionales sino ver qué sonido les encontramos a los tachos, emprender una búsqueda más allá de lo inmediato y lo fácil”, explica. De esta búsqueda resultan algunos de los momentos más divertidos del recital, como cuando un par de mangueras simulan el sonido del viento y el público se queda hipnotizado por el silbido que antecede a la canción “Molino”.
La guitarra de Martín Telechanski, la batería de Gabriel Spiller, el bajo de Lautaro Capella, el acordeón de Alejandro Goldberg y los coros de Julieta Césari acompañan a Baggio en un viaje vertiginoso: de un blues a un rock, una canción de cuna, un candombe, una cumbia. “Lo interesante es que no hay ritmos puros, la búsqueda es por la no pureza”, dice. De esta travesía hay postales de arena que se dibujan en vivo. Son los dibujos de Alejandro Burgos y los títeres de Natalia Gregorio, de la Compañía Sombras de Arena. Baggio los convocó porque encontró “una afinidad ideológica y estética de no histeria”. Como animaciones, las sombras acompañan y complementan cada tema al proyectarse en una pantalla ubicada al fondo del escenario y generan una atmósfera de ensueño y misterio: nunca se sabe en qué se va a transformar el próximo puñadito de arena.
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