CHICOS › DE VIAJE EN EL MUSEO, EN EL MUSEO ETNOGRáFICO JUAN B. AMBROSETTI
› Por María Daniela Yaccar
La propuesta que el Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti ofrece para los niños en estas vacaciones busca colocarlos en un lugar activo: la idea es que conozcan algunas comunidades que poblaron estas tierras en tiempos lejanos, pero no mediante un discurso que les genere bostezos, sino a través del juego. Así, en distintos talleres, ellos se convierten por un rato en cazadores-recolectores o pintan sus cuerpos como lo hacían los selk’nam (más conocidos como onas). Estas actividades, a las que se suman el cine y la narración oral, se enmarcan en un propósito general del museo: “Pretendemos ayudar a conocer distintos pueblos sacándonos prejuicios. Solemos tildarlos de atrasados y estáticos”, apunta Carlos Molina, antropólogo y representante del Area de Extensión Educativa del Museo Etnográfico, que depende de la UBA.
Cada año esta institución ofrece una programación especial en vacaciones de invierno. En este caso la temática que hila las actividades –que comenzaron el sábado 14 y culminan el domingo 29– es “Viajes”. “Tenemos dos propuestas que se adaptan a las salas del museo”, explica Molina. “Vamos a usar la de Tierra del Fuego, que está ambientada de acuerdo a cómo vivían los yámanas y los selk’nam. También la del Noroeste argentino, que abarca desde Chaco hacia el oeste, cruzando la Cordillera, donde vivieron muchos pueblos diferentes”, cierra. Se intenta que los chicos se conecten con el espacio del modo más autónomo posible, que les pique el bicho de la curiosidad e investiguen por su cuenta los objetos de las vitrinas. Y después, sí, que se dispongan a viajar. Ellos juegan a ser cazadores de lobos marinos y así conocen en carne propia cómo vivían los yámanas. En la llamada “Visita de mensajes pintados” se les propone que pinten su cuerpo para emular a los selk’nam. Y en la sala dedicada al Noroeste se embarcan en la aventura de llevar adelante una caravana.
“Hay prejuicios sobre la actividad de los cazadores: se cree que no se necesita aprendizaje para hacer eso, pero los chicos pueden conocer toda la experiencia que requiere”, manifiesta Molina. “También se suele pensar que los selk’nam se pintaban sólo para la guerra. Pero la pintura de sus cuerpos obedecía a diferentes usos, no únicamente a ése. Estaba ligada, también, a actividades cotidianas o ceremoniales.” Las actividades en las salas del Noroeste y Tierra del Fuego tienen lugar hoy, el martes, el jueves 26 y el sábado 28. El resto de los días, siempre desde las 16.30, hay narración oral y cine de animación infantil. Cuentos y cortometrajes invitan a los niños a descubrir mitos y leyendas de distintos lugares del mundo. Toda la propuesta está pensada para chicos de entre 5 y 12 años. No obstante, en caso de que asistan al museo niños más pequeños, no se aburrirán: los guías tienen juegos para ellos también. Los sábados, también a las 16.30, hay actividades para toda la familia.
Vivir la experiencia, en lugar de conocer a través de la palabra: así se podría resumir la invitación de esta institución centenaria para estas dos semanas que ya empezaron a correr. “Pretendemos que los chicos se sientan involucrados en la vida de los pueblos y que no se queden con lo que se puede ver en una película. En el proceso de acercarse realmente a cómo vivían uno descubre similitudes con sus costumbres. ¿Acaso no nos pintamos para ir a la cancha? Hay cosas que nos pueden hacer identificarnos. También, acercándonos, podemos comprender que los pueblos son diversos, que no todos los indios eran iguales”, concluye Molina. Sólo se trata de abrocharse el cinturón de la imaginación para viajar en tiempo y espacio y jugar a ser otro por un rato. Después de todo, aprender no tiene por qué ser una cosa seria.
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