CHICOS › HANSEL Y GRETEL, EN VERSION DEL TITIRITERO OMAR ALVAREZ
Dirección y titiritero solista: Omar Alvarez.
Voces en off: Relator: Raúl Rizzo, Madrastra/Bruja: Soledad Silveyra,
Padre: James Murray, Hansel: Susana Sisto, Gretel: Belén Caccia,
Sábados y domingos a las 16.30.
Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1353.
Entradas: $80.
Los dos hermanitos perdidos en medio del bosque, la enigmática casa de chocolate, la malvada bruja que la habita, el ingenio puesto en encontrar el camino de regreso a casa son parte de una historia que ha pervivido a lo largo de los siglos, recogida y hecha cuento para niños por los hermanos Grimm. Aquella historia de Hansel y Gretel ha vuelto por estos días en forma de títeres, en el escenario del Centro Cultural de la
Cooperación (ver aparte), a cargo del prestigioso titiritero Omar Alvarez. Lo particular de la puesta es que respeta el texto original de los hermanos Grimm, sumando a la minuciosa y compleja interpretación titiritera –se trata de una obra para titiritero solista– las voces de los personajes, “actuadas” previamente por Soledad Silveyra, Raúl Rizzo, Belén Caccia, Susana Sisto y James Murray. Una vez que completen esta temporada, los títeres de Hansel y Gretel partirán rumbo a China, para presentarse en el Teatro Nacional de Beijing, traducido por actores locales.
“Este cuento era uno de los preferidos de la infancia de mi hermano Claudio”, rastrea los orígenes de esta puesta Omar Alvarez, recordando al fallecido titiritero y escenógrafo que fundó junto a él, allá por los ’80, la compañía titiritera que ganó prestigio en todo el mundo. “Era una historia que no sabíamos por qué, pero queríamos que el abuelo leyese una y otra vez. Siempre buscamos remitirnos a aquello que nos había impactado de chicos”, repasa. Fue entonces Claudio Alvarez quien primero comenzó con todo un trabajo de investigación sobre el cuento y sus orígenes, para proponer una puesta para títeres de mesa que rescatase la tradición argentina de titiritero solista, heredada de Javier Villafañe.
Como suele suceder con estos relatos clásicos, en el origen de este cuento aparecen elementos crueles que hoy no pertenecen al universo de los niños. “Los hermanos Grimm rescataban una tradición oral que a su vez recogía las vivencias de la vida real”, repasa Alvarez. “Como los niños no eran tan importantes, porque no servían como fuerza de trabajo, si por algún motivo había que exponer a alguien a ser comido por los lobos en el bosque, los elegidos eran niños. Cuando lo reescriben los Grimm, el niño ya tenía otra valoración, ahí aparece el personaje de la madrastra, como la malvada que los envía al bosque”. La elección de abordar un drama –aunque con final feliz, como en este caso– es para Alvarez toda una opción que define lo que quiere para los niños a los que se dirige: “Abordar el drama también es importante, les da herramientas para comprender el mundo real, que tiene todo: la luz y la sombra, la alegría y la tristeza. Por algo estas historias que responden a la esencia de lo humano se mantienen vigentes por los siglos. Si uno las destiñe, las va lavando, les va quitando carga dramática, les modifica la esencia”, advierte.
¿Y qué es lo que tiene para decir a los niños de hoy este clásico y añoso drama de Hansel y Gretel? “Los hermanos Grimm contaban las historias de manera muy simple, para gente que quizás no sabía leer, pero lo que cuentan es muy profundo. Este cuento es fascinante porque habla de lo humano, de la vulnerabilidad del ser humano. De la posibilidad de perderse y de encontrar la salida. Esa salida, finalmente, no la encuentra nadie más que uno mismo, y lo hace con creatividad y valentía. De hecho Gretel, que es el personaje más débil, es quien pude ejecutar la idea de tirar al fuego a la bruja para después poder volver a casa. Eso me encanta”, concluye el titiritero.
No es la primera vez que la compañía de Alvarez trabaja con voces previamente grabadas, algo que puede parecer –y es– un desafío de perfección extra para el titiritero, pero al que Alvarez concede una capacidad de libertad: “Ese límite tan estricto, paradójicamente, a la vez libera”, asegura. “Es cierto, no hay margen de error, no puede haber un gesto de más. Pero una vez que llego a abrazar el límite a nivel técnico, puedo liberarme y comenzar a volar desde allí.”
Desde Villa Ballester, donde hace dieciséis años los Alvarez fundaron su propia sala teatral (el Centro Cultural Espacios), esta arte titiritera saltó al mundo con giras como las que ya ha concretado la obra El soldadito de plomo, traducida a ocho idiomas –entre ellos, el chino y el japonés–, la que Hansel y Gretel ya hizo por Latinoamérica, y la que hará próximamente por Asia. “Es hermoso ver cómo se valora afuera cierta esencia que es propia del teatro argentino”, cuenta Alvarez su experiencia en estas presentaciones lejanas. “Ahí en la distancia te das cuenta de que hay una forma que es muy nuestra, siempre vamos en busca de la esencia, a veces por falta de recursos, por cuestiones de producción, porque todo tiene que entrar en una valija. Y eso es muy valorado cuando vas afuera. De todos modos, el de-safío más grande para mí no está en China ni en Japón. Ni siquiera en la calle Corrientes, aunque estoy feliz de estar ahí. El de- safío está en los barrios alejados, en el pueblito más chiquito al que llegás cargando nada más que tu arte titiritera y tus ganas de compartirlo”.
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