CHICOS › MARIANA BAGGIO PRESENTA POPURRI DE CANCIONES
› Por Karina Micheletto
Mariana Baggio es una referencia dentro de ese terreno de la música para chicos que es, en rigor, música pensada para los chicos, sin que esta condición excluya a los grandes. Música de esa que está bien hecha, que está pensada como tal –antes que para tal–, de esa que los padres no tienen que sufrir en la repetición infinita e inevitable a pedido de la infancia que viaja en auto. La marca de pertenencia de Baggio es Barcos y mariposas: así se llaman los tres discos y espectáculos con los que fue consolidando un modo y un estilo de cantarles a la infancia y a toda la familia. Camino al cuarto capítulo de esta fecunda y extensa saga musical, Baggio ha hecho un alto en la huella para mostrar los frutos de ese trayecto que ya va a cumplir quince años, antes de dar el próximo paso. Lo hará en un concierto que se anuncia como Popurrí de canciones, en el que estarán las canciones que chicos y grandes ya conocen y sonarán, de paso, algunas nuevas.
Barcos y mariposas son también Martín Telechanski –en guitarra y voz, responsable también de la producción de los discos–, Pablo Spiller en la percusión de instrumentos tradicionales y también de latas de hojalata o chapitas diversas –quien es esposo de Baggio, toca en La Bomba de Tiempo y, al igual que Telechanski, integra además la banda de Luis Pescetti–, Alejandro Goldberg en acordeón, Lautaro Capella en bajo y Julieta Cesari en coros, en reemplazo de la reciente mamá Dolores Usandivaras.
Cantante de vasta experiencia en educación musical, Baggio ha conducido estos Barcos y estas Mariposas todo este tiempo con una certeza: cada canción debe ser disfrutada y debe gustarle, primero, a quienes la hacen. Así fueron creadas canciones que hoy son hits de los jardines como “Los exploradores”, “Piratas” y “Brujos y hechiceros”. Son temas que en los discos suenan con mucho trabajo de sonoridades, “ruiditos” e invitados, y que en el vivo ganan otras posibilidades en los arreglos del sexteto. Algo que se puede apreciar en el DVD que también editaron recientemente, Barcos y mariposas en vivo, donde los temas suenan “iguales pero diferentes”.
Además de las canciones de Barcos y mariposas 1, 2 y 3, y de temas nuevos como “Todas las hojas están volando”, Popurrí de canciones incluirá temas de los libros-disco que Baggio hizo junto con Telechanski, Spiller y otros autores dentro de la colección Aerolitos de Capital Intelectual: La Tarara y Luna con duendes, particulares y poéticas visiones sobre un repertorio tradicional o sobre el momento de conciliar el sueño, para ser leídas, escuchadas y cantadas.
En estos años de recorrido, desde el escenario y a través de todos los lugares a los que fue a mostrar su Barcos y Mariposas, Baggio ha podido observar cierta condición de época que marca la infancia actual: “Muy principalmente en las grandes urbes, lo que aparece es una sobreestimulación permanente, chicos a los que les cuesta esperar, tomarse tiempos, o entrar en otro tiempo que es el que propone un concierto como el nuestro. Diría que son chicos a los que es más difícil sorprender”, analiza. “Mi manera de sortear esa sobreestimulación es ir por el camino exactamente opuesto: volver a lo artesanal, a lo más chiquito y simple, a la idea de juego abstracto. No se me ocurre empezar a competir con eso que traen los chicos y, por ejemplo, correr a poner pantallas por todos lados. Estoy convencida de que menos es más, en el mejor de los sentidos”, marca.
–¿De dónde trae esa manera de trabajo?
–Es un poco la marca de mi generación: de chica me la pasé jugando con maderitas, palitos, papelitos, cositas. Con mi papá pasábamos horas haciendo origamis. Y aprendí música de esa manera, en mi casa, cantando con mis papás. Todo eso que traigo de chica, inevitablemente, es lo que vuelco en mi modo de hacer canciones y de dirigirme a los chicos.
–¿En este sentido, nota alguna diferencia entre los chicos de Buenos Aires y los del resto del país?
–Sí, claro; en realidad la diferencia aparece entre los chicos de las grandes ciudades y los de lugares más chicos. Los de Capital traen esa sobreestimulación de la que hablaba, es más difícil sorprenderlos. En el interior se da otra cosa, de mucho respeto, mucho cuidado, se genera mucha atención. En Buenos Aires también se logra eso, pero los nenes llegan más revoltosos y más acostumbrados a ver cosas. Más allá de los lugares, una de las cosas que me encanta y me llama la atención es comprobar que estamos haciendo música para todos. Podemos estar tocando en una plaza de San Martín de los Andes, en un teatro de Capital o en el conurbano, la devolución siempre es muy linda por parte de los chicos y también de los grandes. Vienen a agradecerme, veo que se copan con las canciones, la pasan bien. Ese es el mejor premio, porque trabajamos mucho para eso. Es un trabajo hecho con mucho cuidado, con arreglos complejos, con musicazos, durante mucho tiempo.. . ¡Para el disco que vamos a sacar ya llevamos cuatro años de trabajo! Entonces, después de todo eso, ver que lo que hacés gusta de esa manera es un regalo que agradezco.
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