CHICOS › ¡ANIMO, ANIMALES!, HUMOR PARA LAS ESTIGMATIZACIONES
› Por Karina Micheletto
“¿Por qué será que los nombres de animales se usan para hablar de cosas malas? Que si alguien es amarrete, es una rata. Que si habla mucho, es un loro. Que si molesta, es una mosca. Que si es un poco tonto, es un pavo. Que si es roñoso, es un cerdo. Que si no sabe, es un burro. Que si anda despacio, es una tortuga.” Así planteado, este cuento parte del habla tan corriente y cotidiana como, en un punto, estigmatizante hacia los pobres bichos que son blanco de los dichos de la abuela. ¡Animo, animales!, el libro que escribió e ilustró Walter Poser y que publicó ediciones Abran Cancha dentro de su colección Otro Potro, es, ante todo, una historia con mucho humor, y el ágil sustento de los diálogos y las ilustraciones. Y es también una manera implícita de poner en cuestión las frases instaladas, siempre cargadas de sentidos y, frecuentemente, de prejuicios.
Todo empieza con una rata cansada de sus apariciones públicas en dichos como “huye como una rata”, “hacerse la rata”, o aquello de los amarretes. Pero ocurre que, cuando llega a consolarla la mosca, la misma rata agredida tiene para ella palabras que terminan haciéndola sentir mal, por aquello de “más molesto que una mosca”. Y así con el chancho, y el loro, el pavo, las cucarachas, el gato y el perro, la cabra, o el burro, que envía a su representante legal, el zorro. Entre el intercambio animal y un gallo que se niega a despertar con un kikirikí y en cambio entona el tango “Sur”, la historia avanza por el camino del humor, con mucha impronta teatral por estar casi íntegramente hecha de diálogos.
Así la pensó Poser para el que es su primer libro, cuenta el autor en diálogo con Página/12: como una historia ante todo divertida hecha en base a los dichos más comunes sobre animales. Fue después de presentarlo y, sobre todo, tras los comentarios de una narradora que trabajó el cuento como material para tratar el tema del bullying en las escuelas, que aparecieron otras posibles lecturas, con todo lo que traen las frases hechas y las caracterizaciones. “Terminó siendo una historia que abre un paralelo muy humano: el gordo y el flaco, el negro y el chino, lo pesadas que son ciertas ideas previas, aunque se enuncien inocentemente. Pero yo no lo pensé así, para nada. Si hubiera sido planeado, creo que nunca me hubiera salido. Es muy difícil encontrar la manera de tratar con humor un tema tan serio”, advierte.
En esta cualidad, la de contar con humor y, sobre todo, sin una búsqueda explícita de bajar línea, radica el encanto de ¡Animo, animales!, que, sin pretender ser más que un cuento de animales, termina siendo una historia muy humana.
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