CHICOS › TE CUENTO ENTRE CUENTOS, DE LA COMPAÑIA COLMAO DE ARTE
› Por Karina Micheletto
La comedia musical atrae a un público de todas las edades, con su despliegue visual y escénico, su ritmo que contagia y esa especie de sentimiento de felicidad llana que transmite a los espectadores, una invitación a un paréntesis en la realidad, fugaz pero efectivo. Cuando está dirigida a un público infantil, su condición de campo fértil para la imaginación puede multiplicarse. Entre la música y la danza, con la invitación a una historia y a una moraleja final, Te cuento entre cuentos, de la Compañía Colmao de Arte, propone a los más chicos este encanto de la comedia musical, dentro de un ciclo de presentaciones que continuará en el Centro Cultural Borges (ver aparte).
Dirigida por Facundo Quirós, basada en el libro Y Colorín Colorado, este cuento no ha terminado, de Agustina Caride, la obra se sostiene en la destreza actoral, vocal y de danza de Martín Portillo (Banqui, el arlequín de la risa, que también muestra escenas de acrobacia), Laura Rocca (Yava, la malvada bruja), Quirós (el valiente Capitán Ron), Carly Cinotti (Zuri, una princesa un poco distraída), junto a las bailarinas Micaela Zaikoski y Rosario Cafferata. Se trata de la ópera prima infantil de este joven director, que descubrió las particularidades del público pequeño en su experiencia como docente en Colmao de Arte, donde da clases de comedia musical (todos los intérpretes son docentes de esta escuela). “Me di cuenta de que los chicos son unas esponjas increíbles, todo lo incorporan, aprenden rápido y quieren más. Te cuestionan, te dejan pensando, tienen una cabeza enorme”, asegura. “Es un gran error subestimar al público infantil: además de ser súper sincero, de hacerte saber enseguida lo que le gusta y lo que no le gusta, es un público muy inteligente, muy exigente. Eso me encanta, es un desafío enorme”.
En el mundo de mágico de Te cuento entre cuentos, cuatro personajes son hechizados y salen de los libros en los que estaban atrapados en una biblioteca. La bruja, el pirata, el arlequín y la princesa comienzan a conocerse, y pronto la bruja descubre que todos tienen dones personales, así que, como es malísima, decide robarles esos dones. La moraleja final es que no existe una manera de robar los dones que son de cada uno, que la tarea es fortalecerlos y cuidarlos, que los otros pueden ayudar en esa tarea, y que esos dones unidos son capaces de transformar el mundo. Sobre el final, aparece la filosofía hawaiana del Ho’oponopono, que significa “perdón, gracias, lo siento y te amo”, según se explica en la canción y el cuadro que la valoriza y la propone.
“Es complicado contar una historia y dejar un mensaje en cuadros de diez minutos, desde una coreografía y una canción; sabemos además que los nenes tienen una capacidad de atención de un tiempo determinado. Cuando los vemos salir de la obra cantando la canción final, sentimos que logramos el objetivo, que se llevan algo de lo que les quisimos contar”, continúa el director. Entre esos nueve cuadros y canciones que conforman la obra –con estilos como el jazz, el hip hop, la música clásica o el swing, con letra y música originales–, la propuesta no pierde de vista que hay un público adulto que está en la sala acompañando a los chicos, y propone desde la técnica y la puesta cuadros coreográficos elaborados.
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