CHICOS › LOS CATAPULTOS, UNA NOVELA DE JAVIER AGUIRRE
› Por Karina Micheletto
Lejo Catapulto está a horas de cumplir once años y sabe lo que le espera: es el momento en el que cada chico y cada chica de la aldea Catapultos debe enfrentarse a La Prueba. Y La Prueba es ni más ni menos que la espantosa tradición de ser arrojado al aire dentro de una gigantesca catapulta, para caer quién sabe dónde y en qué terreno, siempre fuera de los límites de la aldea. Si tiene la suerte de sobrevivir a la caída, sólo le esperan peligros para encontrar el camino de regreso y superar así La Prueba de iniciación que imponen las costumbres. Javier Aguirre escribió esta historia que tiene aventuras a buen ritmo, un toque de romance colado en la historia, una marca de humor muy disfrutable y más de una metáfora habilitada por el relato. Y que además cumple con la virtud de dirigirse –y llegar– a un público muy difícil, esa siempre cenagosa etapa de la pre adolescencia, todo un momento, justamente, de iniciación. Por todo eso, se destaca Los Catapultos.
Javier Aguirre es periodista de este diario –escribe en el joven suplemento No–, es fundador de la revista Barcelona y tiene publicadas dos novelas para adultos: Inspector Diamond Gerace y el monstruo de la laguna e Inspector Diamond Gerace y el edificio del sol, dos policiales oscuros, con algo de escatológico. Esta es su primera novela para niños, de corte muy diferente, y si algo comparte con el resto de su producción –también la periodística– es una muy personal marca de humor en la escritura. “En las devoluciones de Los Catapultos siempre aparece mencionado el humor y, la verdad, no es algo que yo haya tenido en cuenta al momento de la escritura. Tal vez porque comparado con otros textos sobre los que he trabajado, esta me parecía una forma muy suave, no lo tenía tan presente. Pero evidentemente el humor aparece y eso es lo que primero se destaca”, cuenta.
Desde ese humor, Aguirre es capaz de armar una historia en la que los adultos son cariñosos, pero implícitamente crueles en sus costumbres con los niños; prejuiciosos y miedosos ante todo lo que no conocen –incluidos sus vecinos–, incapaces de poner en cuestión o de frenar el absurdo que puede incluso llevar a la muerte a aquellos a los que más aman, sus propios hijos. Desde ese humor, también aparece el enfrentamiento con la muerte, una muerte concreta, con cara, nombre y apellido: es cuando Lejo Catapulto encuentra los restos de otro niño que fue lanzado antes a La Prueba, y tuvo menos suerte que él en el lugar de la caída, un frondoso bosque con filosas ramas. Desde ese humor también se suceden las aventuras y los peligros que irá enfrentando Lejo Catapulto: los cimarrones marrones, los fantasmas malolientes, los yacarés angurrientos, como una constante sorpresa tras otra.
En la aldea Catapultos todos se apellidan Catapulto –”como los Ramones”, advierte el autor– y si algo los une es el desprecio y la aversión que les provocan sus vecinos de las aldeas cercanas, a las que creen tan diferentes: los Ballestos, los Trampolinos. Pero resulta que exactamente lo mismo, se sabrá a lo largo de la historia, ocurre en esas aldeas vecinas. Este es otro elemento atractivo de la novela editada dentro de la colección Galerna Infantil, que dirige el escritor Franco Vaccarini, pensada para lectores “ya iniciados”.
“Esta es una historia que yo tenía presente hacía tiempo, pero no necesariamente pensada para este formato. Me di cuenta después de que podía tomar la forma de un cuento para chicos, adolescentes o preadolescentes, desde esta idea de la catapulta: un lugar desde el que salís lanzado, con todos los riesgos del disparo, sin saber adónde vas a ir a parar. Y con todo lo que implica un rito de iniciación”, puntea Aguirre. “Y sí, el de la catapulta es bastante punk como método de iniciación, pero convengamos que en muchas culturas podemos encontrar métodos medio o del todo punks, empezando por la nuestra –advierte el autor–. En esta idea de las iniciaciones, de lo que hay que atravesar para salir al mundo, suele haber una cuota más o menos grande de violencia y crueldad. Yo intenté pensarla desde la mirada de un chico o de una chica, de todo el miedo que puede tener implícito, pero también la adrenalina del descubrimiento, esa idea de una aventura grande que está por empezar, tan grande que no sabés dónde puede terminar. Algo que, cuando sos chico, se te plantea bastante seguido.”
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