CHICOS › INES CALVEIRO Y WALSH ILUSTRADO, PARA CHICOS, MEDIANOS Y GRANDES
› Por Karina Micheletto
El primer portugués
era alto y flaco.
El segundo portugués
era bajo y gordo.
El primer portugués
era mediano.
El primer portugués
estaba muerto.
Ya desde este comienzo, Rodolfo Walsh marca el pulso rítmico, circular, entre el suspenso y la estricta lógica del detective más clásico, de su cuento “Tres portugueses bajo un paraguas (sin contar el muerto)”, parte de su producción más temprana. Varias felices causalidades convergieron para que este relato breve, editado originalmente en la recopilación póstuma de Cuentos para tahúres y otros relatos policiales, por De la Flor, se transformase ahora en un libro que abre la franja del público receptor incluyendo a los chicos, en un original libro ilustrado. La creadora de estas ilustraciones, Inés Calveiro, supo dotar al texto de otra densidad con un bello trabajo de collage, a la vez simple y profundo, resaltando –y así develando– algunos de los sentidos y características que ya tenía. Y la editorial Calibroscopio supo “descubrirlo”, cuando todavía era un trabajo universitario, y ponerlo en circulación con una edición que redondea una obra de gran calidad.
La primera de estas causalidades felices fue la idea de la cátedra de ilustración de Daniel Roldán, en el marco de la carrera de Diseño de la UBA, de ofrecer este texto como opción para que los alumnos trabajasen en él, a partir, justamente, de la proyección de la ilustración. Calveiro –que con 25 años edita con éste su primer libro– fue una de las alumnas que tomó el guante y eligió a Walsh para su trabajo final. “No era obligatorio hacer el libro completo, pero en el proceso, a medida que estudiaba el texto y me iba compenetrando, me fui motivando cada vez más y terminé haciendo el libro entero”, cuenta en diálogo con Página/12. “Nunca lo pensé fuera de la cátedra, con una intención editorial, pero sí, desde un principio y totalmente fascinada con el cuento, como un desafío de largo aliento: cómo podía surgir algo entre ese texto y yo, cómo podía dotar a algo que ya existe, de un algo más al que le doy existencia”, define.
Esta propuesta editorial constituye una rareza dentro de las ediciones de la obra de Walsh, por tratarse de un libro ilustrado, y tiene un primer plus, justamente, en el valor plástico de ese trabajo de ilustración. Calveiro trabaja con collages, corta y recorta, incorpora texturas, pintadas o rayadas, superpuestas, en un estilo muy simple y a la vez muy sugerente. “Trabajo a mano, por ahí hago algunos retoques en la compu, pero mínimos. O por ahí escaneo diferentes collages y después se unen o toman otra forma en la compu. Pero me interesa que se note ese gesto de la mano, esa marca plástica del proceso”, cuenta sobre su modo de hacer. El otro plus pasa a ser narrativo y tiene que ver con cómo a partir de estas ilustraciones surgen, resaltados, varios aspectos que en una lectura primera tal vez no eran tan obvios: la simetría y la cadencia de la prosa, el modo en que van apareciendo los personajes –cuatro portugueses bajo el paraguas (contando el muerto), el comisario Jiménez, Daniel Hernández, que se infiere ayudante de la investigación–, la paulatina incorporación de datos que funcionan como pistas, el ritmo lógico que va llevando, al final, a descubrir al asesino de ese cuarto portugués, también bajo el paraguas.
Siguiendo con la historia de este Tres portugueses..., la segunda causalidad para su existencia tiene que ver con el modo en que los editores Judith Wilhelm y Walter Binder se enteraron, por un comentario casual de conocidos de conocidos, que existía como trabajo de cátedra, y su ojo de editores para descubrir allí un futuro libro. “Nos alucinó cuando lo vimos, nos gustó también que sea un autor como Walsh, al que no se lo asocia con un libro ilustrado, y que sea un texto muy representativo entre sus policiales, no una rareza dentro de su obra”, describe Wilhelm. “Es un increíble trabajo de Calveiro y es también un hallazgo de la cátedra, el haber propuesto este texto para trabajar desde la ilustración. Hay algo que como editora me resulta interesante, y que varias veces pensé en relación a trabajos como el de Pablo Bernasconi, por ejemplo: la marca que tiene la ilustración hecha por diseñadores, cuando son buenos diseñadores. Eso en este libro se palpa muy bien: cómo Inés narra con muy pocos elementos; pone lo justo y lo necesario, pero siempre son elementos cargados de sentido. El uso del color, las líneas, las repeticiones... me resulta muy interesante. A veces se hace abuso de la ornamentación en pos de un esteticismo exagerado; uno se queda anonadado con tanto chirimbolo... y después te das cuenta de que no hace falta, que todo eso no tiene sustento en relación a lo que se quiere contar, a lo que la narración precisa. Este es un buen ejemplo de lo contrario”, analiza.
Calveiro, que ya se recibió de diseñadora y es docente en otra materia de la carrera, Medios Expresivos, también destaca el rol de su formación: “Todos nos pusimos muy contentos cuando apareció la posibilidad de editar este libro, porque creemos que es muy importante que las producciones de la universidad salgan afuera, generar ese vínculo desde el lugar de experimentación”, cuenta, y recuerda la primera devolución que recibió de uno de los nuevos lectores de Walsh que generó esta edición, durante la presentación del libro en el stand de Calibroscopio: “A mí me motivó pensar que originalmente éste no era un texto para chicos tan chiquitos, pero que de alguna manera podía atravesarlo para arribar a ese lector. Porque está el tema de la muerte, que con los chicos se puede abordar perfectamente, el tema del policial, del enigma a resolver, es un texto simple, tiene todo para que pueda llegar a ellos. Mi pregunta entonces fue: ¿cómo lo atravieso?”, recuerda. “Y comprobé que funcionaba cuando estaba firmando ejemplares y un papá vino a preguntarme si podía ser para su hijo, de unos 8, 9 años. Mientras nos quedamos charlando, el nene se puso a leerlo. Al rato vino emocionado: ¡ya sé quién mató al portugués! Ahí comprobé, también, la importancia del rol del adulto mediador, en este caso el padre, en esa invitación a leer. Y si yo puedo lograr invitar a los chicos a leer a Rodolfo Walsh, es todo un orgullo”.
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