Jue 17.12.2015
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CHICOS › EL 2015 PARA LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL EN LA ARGENTINA

Una temporada con más libros para más lectores

La aparición de nuevas editoriales independientes, la diversidad de las propuestas, la calidad alcanzada por los escritores, ilustradores y editores, y la intervención del Estado, a través de compras de libros, dieron cuenta del panorama del sector.

› Por Karina Micheletto

Corrieron buenos vientos en los últimos años para la literatura infantil y juvenil en la Argentina, y el balance 2015 del sector está marcado por este envión que vale tanto para la producción –el mercado editorial y sus números fríos– como para la calidad de esa producción, con innovadoras búsquedas que comienzan a ser reconocidas en las ferias del mundo. La constante aparición de editoriales independientes que apuestan a esa diversidad; la calidad alcanzada por los escritores, ilustradores y editores; la intervención del Estado con compras que modificaron el panorama del sector, son algunos de los puntos sobresalientes de este balance positivo. Lo que queda en el debe del balance es la siempre difícil circulación de esta producción, con todas sus singularidades.

El dato de que en los últimos doce años el Estado argentino compró 92 millones de libros, a editoriales chicas, medianas y grandes, a través del Ministerio de Educación de la Nación, es una marca contundente de este balance. Esas compras llegaron a representar para el mercado local, en años como 2013, casi una vez y media (un 140 por ciento) más del volumen de las ventas privadas, según datos presentados por el Observatorio de la Industria Editorial en un encuentro de editores realizado en el último Filbita, Festival de Literatura Infantil.

Según la consultora privada Promage, el sector infantil y juvenil representa un 20 por ciento del mercado total de libros en la Argentina. Este dinamismo impacta no sólo en la industria editorial, también en la creación de nuevas y más amplias capas de lectores. Así lo señala la ganadora del Andersen María Teresa Andruetto, reflexionando sobre este año que califica de “muy intenso”, “con un desarrollo importante de la industria editorial, de grandes grupos pero también de muchos emprendimientos pequeños nacidos a la luz de las políticas de compras institucionales y el desarrollo lector de estos últimos años”.

“Hay ahí, claro, de todo, pero diría también que podemos ver un paulatino crecimiento en libros de calidad, quiero decir, crecimiento en la relación cantidad/calidad”, advierte la autora de Los manchados. “Creo que eso está muy ligado a las numerosas compras de libros que hizo el Estado nacional y muy especialmente al modo en que, en los últimos años, se llevó a cabo la selección de libros para esas compras institucionales, un modo federalista, con un equipo numeroso conformado por representantes de todas las provincias, equipos distintos para distintas compras, con lo cual se vuelve muy difícil toda forma de presión”.

“También ayuda a elevar el estándar general de calidad, las distinciones internacionales, cada vez más frecuentes, a escritores, ilustradores y editores locales. Todo eso tiende a elevar aspiraciones y resultados en la edición de libros para niños y, en menor medida, para jóvenes”, agrega en el balance. “El hecho de que se hayan distribuido en las escuelas públicas y en los espacios de formación docente esos libros que el Estado compró, provoca un crecimiento en la calidad lectora, muy especialmente en la de los maestros que accedieron a libros a los que tal vez de otro modo no hubieran llegado. Y ya se sabe, son finalmente los lectores los que elevan la calidad de la literatura de un país, al menos si se piensa –como yo misma pienso- que la literatura y el arte son, como tantas otras cosas, construcciones sociales”.

Nuevos sellos

Una novedad de peso en el mercado LIJ es la aparición de un nuevo sello, llamado loqueleo, resultado de la fusión de lo que antes era Alfaguara Infantil con Santillana, con alcance a Latinoamérica y España, un atractivo slogan que lo define “Somos lo que leemos” y un amplio y rico catálogo editorial. A esta novedad correspondiente al sector de los grandes jugadores, se suma una cantidad de sellos medianos y pequeños en continuo desarrollo, que también dejan marca el mercado. La novedad de 2015 es, en este sentido, la aparición de un sello editorial independiente como Limonero, “dedicado, decidido y hasta empecinado en publicar y difundir el libro ilustrado”, según fue presentado en sociedad.

“Cierra un 2015 bueno para todos. Se observa que es un segmento del mercado con crecimiento sostenido en ventas. Hay más jugadores, más productos, mayor competencia, mayor especialización”, evalúa María Fernanda Maquieira, directora editorial del nuevo sello de Santillana. “La venta pública fue fuerte en estos últimos años, aunque los planes futuros son inciertos debido a cambios de gestión. En cuanto a las Ferias, aunque en la Feria Internacional hubo mucha más presencia del género en los stands tanto de los grandes sellos como de las editoriales más pequeñas; la Feria LIJ este año ha perdido terreno por problemas de predio, que seguramente se irán solucionando para las próximas ediciones”, puntea. La Feria del Libro Infantil se hizo este año en dos sedes: una en el predio del Polo Circo, en el sur de la ciudad, y otra en Tecnópolis, en ambos casos, esta vez, con entrada gratuita.

Nuevas historias

El desarrollo del sector infantil y juvenil, entonces, se verifica no solo en las cifras de ventas y en la cantidad y diversidad de sellos y colecciones especializados: también en el modo en que esta literatura se abrió a nuevas temáticas y nuevos formatos, con destacados desarrollos del sector juvenil –la “J” de tan lábil definición, con todos los desafíos que implica este público particular– y, en lo que constituye toda una tendencia, en el desarrollo del libro álbum.

La directora de Literatura Infantil y Juvenil de Editorial Norma, Laura Leibiker, destaca: “Hoy podemos decir que la literatura para niños de Argentina ha crecido y se ha sacado muchos de sus miedos. En nuestros países se puede hablar de memoria, de justicia, de la reivindicación de los derechos humanos sin tener que esconderse detrás de imágenes edulcoradas”. La editora destaca que en estos últimos años “se abrieron a los más chicos géneros que parecían destinados a los adolescentes: el terror, lo monstruoso, lo temible. Las historias de detectives, preferidas –según indican los rankings de venta– por los lectores de todas las edades, se abren en el infantil tanto al humor (con personajes disparatados) como al misterio”. Leibiker puntea además la aparición de temáticas como la de la violencia y “como contracara, la solidaridad, el cuidado del otro, las estrategias para salirse de situaciones de violencia”, “los modelos sociales femeninos se ponen en discusión: los cambios sociales (madres que trabajan, igualdad de género, matrimonio igualitario) comienzan a dialogar con las tramas y las historias”. Entre estas nuevas temáticas incorporadas con libertad a los cuentos y novelas para chicos y jóvenes, aparecen también las nuevas migraciones: “los argentinos que dejaron el país en 2001 y viven lejos o regresan; los inmigrantes de países vecinos que llegan a la Argentina en busca de nuevas oportunidades también aparecen en las ficciones con su carga de xenofobia, discriminación, pérdidas pero también contando sobre nuevos comienzos, integración y extrañeza frente a lo distinto, como un modo de enriquecimiento de lo propio”, enumera.

“Hay una batalla ganada en cuanto a la calidad literaria local: Argentina cuenta ya con un importante grupo de escritores locales consolidados, reconocidos y muy vendidos. Sus voces aportaron a los textos un protagonista local, que habla como el lector y vive en su mismo entorno. También los ilustradores tienen un espacio propio y voces y colores reconocibles”, concluye la editora.

Ese “boom” del libro álbum

Una marca de los últimos años, que continuó creciendo en 2015, es la del libro álbum –con su impronta de cruce indisoluble entre el lenguaje gráfico y el textual– o, sin llegar a encajar del todo dentro de esta definición concreta, la de aquellos libros con gran desarrollo de imágenes y riqueza gráfica. Este tipo de libros siguieron editándose en gran cantidad en 2015 y, al igual que en años anteriores, hay allí de todo: bellos y desafiantes títulos –los catálogos de editoriales como Pequeño Editor, Calibroscopio, Del Eclipse, Libros del Zorro Rojo, Fondo de Cultura Económica, Arte a Babor, contienen profusos ejemplos– y otros en los que es difícil hallar un atractivo literario concreto, más allá del impacto o el despliegue gráfico que proponen.

Se destaca en el repaso que, por primera vez, un encuentro internacional alrededor de la ilustración puso el foco en este arte que reconoce una rica tradición en el país, y que de diversas maneras está siendo cada vez más estudiado y tematizado. Fue el Primer Encuentro Internacional de Ilustradores, que en el marco del Mercados de Industrias Culturales, organizado por el Ministerio de Cultura de la Nación, reunió en el Centro Cultural Kirchner a ilustradores, dibujantes, diseñadores, editores, gestores culturales y especialistas en este arte en expansión.

En lo que hace al desarrollo de la ilustración, la “hermana pobre” sigue siendo en la edición local el comic y la novela gráfica, que tiene buen desarrollo en otros países de latinoamérica, y que aquí no ha dado todavía el salto. Emprendimientos como Comiks Debris, una editorial que publica exclusivamente historietas para chicos apuestan a esa fascinación por los cuadritos que siempre incluyó a este segmento, y que reclama su propio “boom” en la Argentina. Esta pequeña editorial especializada fue distinguida este año con dos premios Destacados Alija 2015 por La reina del río, una historieta con guión de Carlos Trillo y dibujos de Horacio Domingues.

Premios como éste que otorga Alija –la Asociación de Literatura infantil y Juvenil de la Argentina, que este año celebró sus treinta años de existencia, sin lograr aún contar con una sede propia para funcionar–, y otros como el Premio El Barco de Vapor de Ediciones Sm, los de Sigmar o Norma, han contribuido a dar impulso a nuevos autores y editoriales. Los libros y editoriales argentinas comienzan además a ser reconocidos en lugares de referencia de la LIJ mundial, como ocurrió este año con Calibroscopio y Pequeño Editor, que recibieron importantes premios en Bolonia en la categoría editorial. Y a los grandes premios que obtuvieron en años anteriores la escritora María Teresa Andruetto –ganadora del Premio Hans Christian Andersen, el más importante en el campo de la literatura infantil y juvenil, considerado algo así como el equivalente del Nobel– y la ilustradora y escritora Isol –quien obtuvo el también muy prestigioso Astrid Lindgren–, se suma que este año Alija anunció a dos importantes candidatos para representar a la Argentina en el Andersen. Se trata de la escritora Laura Devetach y del ilustrador, diseñador y editor Diego Bianki, dos candidatos que prometen.

Puestos a circular

La responsable de área Libros para Niños y Jóvenes de Fondo de Cultura Económica, Lola Rubio, agrega al balance una mirada sobre las posibilidades de circulación de tanta rica producción. “El mercado LIJ argentino sigue demostrando su fortaleza, su intensidad, su vocación por innovar y arriesgar en cuanto a estéticas, temáticas, formatos. La biblio-diversidad se hace más palpable en la LIJ que, tal vez, en otros géneros o campos. Hay lugar y demanda para actores pequeños, de nicho, medianos y grandes”, concuerda con los otros especialistas consultados por Página/12. “Hay cada vez mejores espacios de exhibición y venta de LIJ: librerías especializadas, centros culturales, espacios de museos, si bien la concentración de estos espacios se da con mayor notoriedad en la capital, GBA y en las grandes ciudades. Es una deuda que se expandan en el interior, que se faciliten los circuitos de difusión, promoción y venta también en localidades más pequeñas, aunque también ha habido cierto incremento en estos circuitos”, analiza.

“Es un campo que requiere de muchos actores activos y en movimiento constante: espacios de formación de formadores (institutos, cátedras universitarias, magisterios), ferias locales, ferias nacionales, contacto asiduo con creadores y su obra, acceso a los libros, planes institucionales de lectura, bibliotecas pujantes, difusión de lo que ocurre afuera y difusión de nuestros creadores en ferias internacionales: todo esto sumado y en ciclos amplios de larga duración, da como resultado una sociedad con un vínculo más intenso con la lectura y los libros. Esto está ocurriendo, es un proceso que, como todos los procesos culturales, demanda tiempo y esfuerzo sostenido”, observa Rubio.

Muy diversos y numerosos planes, programas y festivales como el Filbita, mostraron este año su potencia como estímulos a la lectura y la escritura. Está también la avidez que se verifica en una cantidad de ferias y congresos, en las innumerables visitas de autores e ilustradores a las escuelas –esa forma de encuentro única con los lectores, toda una marca de la LIJ–, y en programas como Bibliotecas para Armar, que desde hace once años llevan adelante el escritor Mario Méndez junto a su colega Mateo Niro, y que este año tomó también forma de libro con Entrelíneas, la compilación de veinte valiosas conversaciones con autores de la literatura infantil y juvenil de la Argentina.

Un último dato aparece como todo un síntoma de época, en un país en el que alguna vez se quemaron libros en pilas de a millones. Tiene que ver con la reedición de hitos valiosos, fundantes, en la historia de esta literatura en la Argentina. No casualmente –cree esta cronista– aparecen entre las novedades de este año la reedición de Los Cuentos de Polidoro, a cargo del Ministerio de Educación de la Nación –en este caso, distribuido gratuitamente en todas las escuelas del país–, de Los Cuentos del Chiribitil, de los que Eudeba presentó este año diez nuevos títulos, y, más recientemente, de tres libros de la genial dupla creativa de Ayax Barnes y Beatriz Doumerc por parte de Colihue, en una colección que pronto se completará con tres títulos más. No parece casual que nombres como estos, que marcaron absoluta innovación en la ilustración y la escritura para chicos en la Argentina, o como el de Boris Spivacow, o como el del Centro Editor de América Latina, vuelvan a aparecer en un año como este. Y es que, cuando se ha alcanzado cierto nivel de expectativas, parece necesario volver al principio, a los hitos fundantes que mantienen su vigencia de clásicos. También en este caso, como un arma cargada de futuro.

María Teresa Andruetto ya tiene el premio Andersen. Laura Devetach y Diego Bianki van por él.

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