Dom 03.04.2016
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CHICOS

“La línea” como símbolo del libro-álbum

Lo más sorprendente es la potencia y actualidad que tiene este álbum, que a más de cuarenta años de su publicación sigue hablando a los chicos y a los grandes de hoy de cómo el hombre puede transformar la historia.

› Por Karina Micheletto

Línea: sucesión de puntos.
Historia: sucesión de hechos.
Los puntos hacen la línea.
Los hombres hacen la historia.

Pasaron más de cuarenta años desde que Beatriz Doumerc y Ayax Barnes concibieron La línea; cuarenta años desde que la Casa de las Américas le diera su prestigioso premio y una tirada de cien mil ejemplares, cuarenta desde que la última dictadura cívico militar prohibiera su circulación en la Argentina y obligara a sus autores al exilio. Hoy La línea es todo un símbolo del libro-álbum, citado como ejemplo de un concepto al que se llegó antes de que siquiera existiera esa denominación, libro-álbum. Pero lo más sorprendente es la intacta potencia y actualidad que tiene esta historia, que sigue hablando a los chicos y a los grandes de hoy de las líneas, de los hombres, de la historia. Y de lo que los hombres pueden hacer para transformar esa historia. Reeeditado por Ediciones Del Eclipse, con una valiosa separata informativa, y con una increíble historia alrededor del cambio de color de su línea, será presentado el próximo miércoles a las 19 en la biblioteca La Nube, Jorge Newbery 3537.

La línea sigue resultando sorprendente por el modo en que el texto escrito y el gráfico cuentan una historia, generando de este modo un nuevo lenguaje: no podría leerse uno separado del otro; y uno junto al otro, dicen mucho más de lo que podrían decir de manera separada. Dicen juntos, y solo juntos, algo más. Pasaron varias décadas hasta que ese concepto, que es justamente el del libro-álbum, apareció como una forma de hacer libros (a veces mal entendida, pero ese es tema de otra nota). Doumerc y Barnes lo hicieron además de un modo escaso en estos tiempos de despliegue gráfico y digital: mostrando que, con una línea y dos colores –negro y rojo, en el original que ahora se retoma– se puede contar una historia. Y se puede contar la Historia. Sin que esta sencillez de recursos reste humor, ternura, ingenio, capas de sentido y profundidad.

“Sin dudas éste fue un libro hecho a cuatro manos, el diálogo entre texto e imagen es perfecto. Los autores supieron no superponerse, no repetir en el texto lo que la imagen ya decía”, analiza Istvansch, responsable de esta reedición como director editorial del área infantil de Del Eclipse. “Ellos supieron entender que el lector iba a saber leer tanto la imagen como la palabra, en un momento en que los textos sobreabundaban sobre lo ya dicho por las ilustraciones. Entendieron que había que confiar en la capacidad lectora del otro, sobre todo si ese otro es un niño (aunque este es un libro tanto para chicos como para grandes, obviamente)”. El ilustrador y diseñador describe la obra de Barnes como “un trabajo maestro”: “La síntesis es toda una lección, es un libro que necesitaba de apenas esa línea para crear ese hombrecito. Si lo hubiera hecho con más detalles o más colores, no estaríamos hablando de esto ahora. Es un trabajo que habla del poder del símbolo, del ‘menos en más’, de que con apenas un elemento se puede construir un mundo”.

Las sucesivas ediciones de La línea aparecen analizadas en la separata informativa, con un texto de la investigadora Flavia Krause. La primera es de 1975, de Granica, y para fin de ese año aparece el premio de Casa de las Américas y su edición cubana, de cien mil ejemplares. Los autores, que habían llegado el año anterior a Buenos Aires exiliados del Uruguay en dictadura, casi no llegaron a disfrutar de ese gran momento y reconocimiento: unos meses después, la dictadura cívico militar argentina los prohibiría, en un decreto con nombres y apellidos, que los obligó a un inmediato exilio. En Barcelona, Granica hizo otra edición, en 1977. Y luego no hay nada hasta 2003, cuando Del Eclipse hace una reedición en la que, misteriosamente, la línea pasa a ser azul. ¿Por qué?

“En 2002, cuando decidí reeditar este libro por primera vez, como uno de los cinco primeros títulos de la colección Libros-álbum del Eclipse, todavía no existían en el mercado local este tipo de libros, sólo llegaban algunos importados. La idea de ‘álbum’ no era nada frecuente en el mundo editorial, era un concepto que manejábamos apenas algunos especialistas. Esta iba a ser la primera colección de álbumes del país. Se la propuse a Rosario Charquero (la dueña de ediciones de Eclipse, fallecida en 2011), con todos los riesgos que implicaba: algo totalmente distinto (los libros ni siquiera iban a tener el mismo formato, diseño y tipografía, sino que justamente la colección se definía por su género, álbum), en una editorial pequeña, ¡y en plena crisis!”, recuerda. “Pensé en La línea porque en ese momento hacía 27 años que no se reeditaba, pero nunca dejó de estar presente entre los investigadores de libros de imágenes de Latinoamérica, es un libro que marca un antes y un después. Pero una disyuntiva inesperada nos puso en jaque. Un grupo de lectores de la maqueta que se hace antes de mandar a imprimir, observaron algo en relación a la futura venta en escuelas, que es el ‘gran’ mercado de los libros infantiles: ¿una línea roja y un final rojo? ¡Izquierda, comunismo! Habíamos pasado ya veinte años de democracia, así que nos desconcertó totalmente. Y claro, nos hizo temer por las posibilidades del libro. Necesitábamos ofrecer lo mejor, pero también necesitábamos venderlo. Le planteamos estas inquietudes a Beatriz Doumerc, y entre todos decidimos cambiar el color de la línea. Que pasó a ser azul”.

La colección fue un éxito y el libro también, con muchas reimpresiones y compras del Ministerio de Educación de la Nación, que aseguraron su presencia en escuelas y bibliotecas de todo el país. “Creo que el cambio a azul del color de la línea fue un acierto para aquel momento, necesitábamos poner en el mercado un tipo de libro totalmente desconocido en el país, y no podíamos empezar con el miedo a los reparos que esos lectores habían manifestado, no podíamos empezar dudando de cómo reaccionaría el mercado de las escuelas”, evalúa hoy Istvansch. “Pero siempre me quedaron las ganas de hacer una reedición volviendo al rojo. Se retrasaba porque el libro al final fue completamente aceptado por las escuelas, fue muy comprado y está en montones de bibliotecas, lo tomó el Ministerio de Educación en sus compras de libros de distribución gratuita... Ya estaba impuesto en azul y no quería que la vuelta al rojo fuera ‘porque sí’: tenía que tener algún sentido simbólico”, explica.

Ese sentido llegó con esta reedición que conmemora tanto los 40 años del Premio Casa de las Américas como los 40 años del golpe. “Además, definitivamente creo que ahora el libro se aprendió a leer con todos sus sentidos –sigue Istvansch–. Mucho más allá del rojo o el azul, es un libro que se resignifica en cada época, sigue siendo tan poderosa su lectura como lo era en los 70, pero los lectores del 2000 han sabido hacer otras nuevas lecturas, y los lectores de esta década otras más. Era momento de volverlo a como fue al principio, así las nuevas generaciones pueden hacer la lectura histórica, la que habla del recorrido del clásico. Por eso la decisión fue sacarlo con una separata informativa que hable de este largo y tan rico camino”. Desde su experiencia como editor y con el trabajo alrededor del libro de todos estos años, Istvansch resalta su capacidad de despertar sentidos y multiplicarlos, en la cantidad de lecturas que habilita de acuerdo a los lectores a los que llega. “Es un libro realmente revolucionario”, halaga. “¡Es tan rico que hasta hay lectores que lo han leído desde el New Age! Causa gracia, pero es así”.

Más allá y más acá de La línea, la prolífica y sorprendente obra de Doumerc y Barnes tiene desde los últimos dos años una nueva y auspiciosa vida en la Argentina. Hubo, para empezar, una muestra de gran calidad en el Museo del Libro y de la Lengua, que dio pie a otras importantes muestras futuras: Paseo Barnes, en la Biblioteca Argentina de Rosario, que se hará de julio a noviembre; otra organizada por la Universidad de Paraná. Hubo otras reediciones como la que inició Colihue con títulos como El pueblo que no quería ser gris y Cómo se hacen los niños, que próximamente continuarán con los premiados Las cosas de la familia Claroscuro y Cuando todo pasa volando. También Ediciones del Eclipse publicará El viaje de ida y el viaje de regreso, entre otros títulos que se preparan, algunos nunca publicados en la Argentina, que pertenecen a los años de la pareja en Italia y España, luego de su exilio.

“Todo esto se me antoja una moneda con sus dos caras: una, la vuelta de los trabajos de Ayax y Beatriz, de una obra que sufrió tormenta y exilio. La otra, la revalorización y la recuperación de una época y de unos años –finales de los sesenta y comienzo de los setenta–, en donde se produjeron obras fundacionales de extraordinaria importancia. Una época que vuelve a ser descubierta desde el punto de vista de la creación, bajo una luz que nos dice que aquellos años, fueron también, prodigiosos”, reflexiona Gabriel Barnes, hijo del matrimonio y también escritor e ilustrador, quien viajará desde Barcelona para esta presentación. “Desde el punto de vista personal, para mí y mis hermanos todo esto reviste una gran alegría y es un seguro modo de volver al país dejado atrás. Después de la muerte de mi madre, decidí mover los trabajos de mis padres y abrí una página en Facebook (ayaxbarnesdibujante). Fue el comienzo de algo hermoso: viejos, nuevos y nuevísimos descubridores se asomaron y se asoman cada día, para disfrutar de esos trabajos. Y, así, con la colaboración y amistad de Pablo Medina de La Nube, entre tantos amigos, empecé a dar los primeros pasos para que esa obra, que a mi entender es un patrimonio de todos, pudiera ser disfrutada otra vez”. Cuarenta años después, ese patrimonio vuelve a ser disfrutado por muchos.

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