CHICOS › SOBRAN LOS MEDIOS Y EL OBJETIVO DE ANDANTES RODANTES
Natalia Gorini, Nicolás Villamil y el director Javier Zain hablan de la obra que se presenta en el C. C. Borges, que evita los golpes de efecto y busca una estética sugerente.
› Por Sebastián Ackerman
Fusa y Sforzato son dos artistas ambulantes que no encuentran público a quien mostrar sus talentos. Se cruzan casualmente en una plaza desolada, y allí, con toques de comedia y guiños a los más grandes, intentarán llamar la atención de distintas maneras. “Hay una reflexión sobre la soledad, que se contrapone con eso que aparentemente propician los medios de comunicación, que es estar comunicado con todo el mundo al mismo tiempo. Todo el mundo imaginario y sonoro de la obra contribuye a eso”, acuerdan Natalia Gorini, Nicolás Villamil y Javier Zain, protagonistas y director de Andantes rodantes. “Cuando pensamos el proyecto el tema era la cantidad de medios de comunicación que hay para estar constantemente conectados y qué poco hay para decir”, insisten. La obra, de la compañía Sobran los medios, se presenta los fines de semana a las 17 en el Centro Cultural Borges (Viamonte y San Martín).
Con una puesta escénica despojada (un árbol otoñal, un bebedero y hojas secas en el piso), se distancian del tradicional festival de colores que suele caracterizar al teatro infantil para sostener las intenciones con imágenes: no hace falta un deslumbrante despliegue tecnológico para contar una buena historia. “No hay que subestimar a los pibes”, afirma Zain. “Ocurre mucho que en los grandes espectáculos multimediáticos hay muchas luces y poco contenido. No hace falta. Muchas veces le regalás a un chico un juguete y termina jugando con el papel que lo envuelve. No necesita el chiche, también se estimula con otras cosas, que es en lo que nosotros tenemos la cabeza puesta”, dice, y Gorini amplía: “Hay otra posibilidad de juego, que no es lo estridente. Hay que ayudar a los pibes a abrir la cabeza, porque si uno les da siempre lo mismo los achata. Nosotros buscamos otra manera de abrirles el mundo imaginario que ellos siempre tienen”.
Pero esa puesta en escena despojada se complementa con una apuesta a lo sonoro, a través de lo cual el escenario será atravesado por multitudes, caballos y pájaros representados por distintos instrumentos. Para Villamil el gran desafío “es hacer algo para chicos porque no comen cualquier cosa, tienen claro lo que quieren: cuando no les gusta algo lo expresan y cuando les gusta son agradecidos. Y dirigir una obra hacia su mundo imaginario es como tener la oportunidad de leer un buen libro: es irrepetible e inmejorable”, sostiene. Zain, por su parte, descubrió que el trabajo con chicos es “un lugar de mucha libertad, de mucho juego”, pero acuerda con Villamil en que “el público infantil es el más difícil, porque es súper espontáneo: si no les gusta se ponen a caminar, gritan, no la caretean para nada”. Y también nota cierto prejuicio “acerca de lo que es el teatro para chicos, como si fuera un género menor; y no es así. Si viene el Cirque du Soleil dicen ‘Uh, viene el Cirque du Soleil’... ¡y es un circo! Muy bien hecho, por cierto, pero no deja de ser un circo. Menores de edad en la platea, menor el género”, ironiza.
Andantes... intenta interrogarse acerca de las distintas formas de comunicación actuales y los usos que se les dan: celulares con mensajes de texto, Internet y chat son herramientas que, en la ilusión de la conexión eterna con el mundo y los demás, aísla a las personas y dificultan esa comunicación. “Creo que no son los medios de comunicación en sí, sino su uso lo que estamos discutiendo”, plantea Villamil, y explicita su postura: ellos parten de la premisa de que “no hay nada más auténtico que estar face to face, mirarnos a los ojos y reconocernos, y a partir de ahí es muy difícil transfigurar un mensaje. La obra habla de que hay muchísimos medios, bienvenido sea, pero ¿para qué los usamos?”, se pregunta. Y Zain sostiene que la estructura actual del desarrollo de esos medios de comunicación dificulta la reflexión, ya que “el estímulo que generan plantea que se necesitarían cada vez más estímulos para prestar atención, y charlar tomando un café sería casi aburrido”, argumenta.
Desde Sobran los medios ya están planeando una nueva obra, esta vez para adultos. ¿Hay diferencia entre hacer una obra para chicos y una para adultos? “Yo no veo diferencia”, señala Zain. “Es la vivencia que tienen los personajes que están en escena. Con los mismos personajes puedo hacer una obra para adultos; desde la estética, el juego sobre el escenario para mí es lo mismo.” Villamil, en cambio, dice que “hay mundos de ideas que son propios del adulto, así como hay mundos que son propios de los chicos. Lo que habría que pensar es cómo plantear una obra con la misma temática, pero porque el adulto está más viciado”, y Gorini interrumpe para hacer –ella cree– una aclaración: “Es menos niño. Hay que buscarle ese niño al adulto”.
Para los tres, que los chicos vayan al teatro es fundamental en su formación, tanto porque los acerca al arte como porque les permite pensar en otros mundos posibles, como son los que se construyen sobre las tablas. “Por ahí hay chicos que van al teatro por primera vez... es una gran responsabilidad”, reflexiona Zain, y Gorini piensa que es importante porque “son los que vienen detrás. Para mí hacer para chicos es pensar que hay un futuro posible, un cambio posible, si ayudamos desde pequeños a abrirles la cabeza”, se ilusiona. “Nos pasó a nosotros con las obras de Hugo Midón”, concluye Villamil.
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