RADIO › METRO Y MEDIO, CON SEBASTIáN WAINRAICH Y JULIETA PINK
En el envío, que va de 18 a 21 por FM Metro, las vidas personales y profesionales de quienes lo hacen siempre se mezclan al aire. Es un viaje relajado que ofece un gag a cada minuto, en el que la única ambición parece ser entretener a los oyentes.
› Por Emanuel Respighi
El contraste entre lo que ocurre cuando el cartel de “AIRE” se ilumina y lo que sucede cuando la luz se apaga es notable. Impensado, podría decirse, teniendo en cuenta el clima de recreo lúdico que desde hace casi ocho años copa el aire de Radio Metro (FM 95.1), entre las 18 y las 21. Si quienes prefieren para el regreso al hogar un programa que sea capaz de acompañarlos y robarles varias carcajadas diarias, Metro y medio parece ser el ciclo adecuado: un viaje relajado que ofrece como formato un gag –por lo menos– cada 60 segundos. Casi como una sitcom estadounidense, pero radiofónica y de tres horas de duración. El fuera de aire del ciclo que conducen Sebastián Wainraich y Julieta Pink, por contraste, ofrece otra dimensión: más silencio que ruido, más charla que humor, más trabajo que relax. Si el aire aparenta ser el reino de lo improvisado, el off muestra la otra cara de Metro y medio: la de un equipo que trabaja cada próximo segmento como si fuera el último.
Hace años la emisora impuso en el éter el formato de “charla con amigos sobre la vida”, y Metro y medio no escapa a esa máxima. Sin embargo, presenciar el programa desde que comienza la reunión de producción hasta su finalización demuestra –una vez más– que parecer no es lo mismo que ser. Una hora antes del aire, los integrantes del programa van llegando a la sala de preproducción para definir los juegos del día y las posibles notas. El funcionamiento de la previa marca un estilo: todos proponen ideas y las tiran sobre la mesa. Sin embargo, el “asambleísmo” tiene un límite: Wainraich es el que termina aprobando o no todo lo que surge de ese brainstorming. “Cada tarde le mando un mail a Seba proponiéndole diversos temas”, cuenta Ezequiel Hara Duck, minutos antes de que imprima ese mismo mail y le dé el papel al conductor. “¿Lo lee?”, pregunta el cronista. El productor sólo atina a levantar las cejas. “El Conde (por Hara Duck) me pasa todas las noticias, desde las más serias a las más boludas. Pero no somos un programa que se destaque por hacer muchas entrevistas”, se justificará, después, Wainraich.
“Lo que buscamos en las pocas notas que hacemos es entrarles a los temas desde un lugar lateral, desde un lado humorístico. Si se cae un meteorito, en vez de sacar al aire a un astrónomo, llamamos a una compañía de seguros para ver si la póliza cubre daño por caída de meteoritos”, ejemplifica el productor. A un costado, Martín Reich termina de definir la información deportiva y los temas del tutti frutti. A un costado, una gigantografía enmarcada de Fernando Peña, bajo el slogan de “En caso de embole rompa el vidrio”, parece observarlo todo. Supervisarlo todo, más bien, como un faro omnipresente. “Era un poster que encontré en la radio, lo enmarqué y me lo llevé a mi casa”, cuenta Reich, quien fuera productor del talentoso actor y conductor, fallecido en 2009. “Reconozco que en casa intimidaba un poco. Y cuando me mudé con mi novia, lo traje para acá”, afirma, sin dejar en claro si el regreso de ese poster responde más al respeto por la figura de Peña o a cierto pollerudismo. En todo caso, las dos posibilidades no se excluyen entre sí.
“¡Ah, buenooo! ¡Ah, buenoooo!”, quiebra la calma creativa Wainraich a cinco minutos del aire. La llegada de una canasta llena de panes saborizados y... ¡alpargatas! (palermitanismo a pleno) desconcentra al equipo. Es el único momento previo al aire en que todos se levantan de sus lugares en busca de calzado y comida. “Dale, coman que van a engordar todos”, interrumpe Pablo Fábregas –el humorista– al ver la escena, empuñando una manzana, producto de su dieta. Alpargatas de yute en mano, el equipo completo va hacia el Estudio Fernando Peña de la emisora. La transición con el equipo de Basta de todo queda a exclusividad de Wainraich y Pink, quienes también comienzan ellos solos la apertura de cada envío. “A Seba lo conozco desde hace once años, el mismo tiempo que conozco a mi marido”, reconoce Pink, que forma con Wainraich una dupla que comenzó hace más de una década en la extinta X4 y que hoy parece irrompible. Entre el viaje a Miami que se avecina (“Vamos a ir a combatirle al capitalismo en su propia casa”) y la inflamación de un oído que tiene a maltraer al conductor, la apertura surfea entre temas cotidianos para desembocar en la pregunta “Quien es más genio, ¿el que fabricó el avión o el que lo maneja?”. La consigna, tan frívola como polémica entre los oyentes y entrevistados –que salen al aire por otro tema, pero a los que les consultan–, refleja un poco el espíritu de un programa cuya única pretensión es entretener a los oyentes. Y a quienes lo hacen, por qué no.
Una de las características de Metro y medio es, sin dudas, la artística que contiene ese sinfín de cavilaciones sobre la vida cotidiana que se desparrama en sus tres horas diarias. El programa no sería el mismo sin las manos siempre afiladas de Nacho Sosa en la operación técnica y sin el humor musical de Leandro Aspis en los separadores. El sello sonoro descansa en la dupla detrás del vidrio, que constantemente está atenta a los insondables caminos que van tomando las charlas al aire para sumarles comentarios al auricular a los conductores y acompañarlos con toda clase de sonidos y música. “La artística ocupa un lugar central, al punto de que este año por primera vez la hicimos con músicos e instrumentos en vivo, nada digital”, explica Aspis. “Lo que intentamos es que la artística enriquezca al aire, que llevar todo al término de la fantasía, ampliando las dimensiones del programa”, agrega. A su lado, mientras sigue disparando sonidos a dos manos, Sosa admite que “vamos tirando cosas al aire, las probamos, con la idea de que la misma dinámica haga que ellos se sorprendan cuando las escuchan”.
Reacción machista al Gorda con helado, la sección “femenina” de Pink, Gordos con chorizo copa el aire para darle paso a la catarsis masculina. Obviamente, dentro del estudio sólo tienen lugar Wainraich, Fábregas y Reich. Pink es eyectada de su lugar. Reich cuenta que es tan gordo con chorizo que su novia lo incluyó en un grupo de WhatsApp conformado únicamente por primos de su pareja; es el único extracomunitario. “¡Bajate ya!”, le ruegan. El “comando de liberación” termina pidiendo a la producción que ponga al aire a alguna de sus primas para pedirles que lo dejen en paz. Sin estar nada preparado, una de las primas termina saliendo al aire. El sello Metro a full: la vida personal y la profesional terminan cruzándose todo el tiempo. “Algunas cosas las exageramos, pero todo lo que sucede es verdad”, dice el calvo conductor. Y habrá que creerle: Metro y medio es la reunión entre un grupo de jóvenes adultos –extraños, particulares– que de lunes a viernes se encuentran en el aire de la radio para esparcir fantasía a sus ordinarias vidas.
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