Sáb 25.06.2016
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RADIO › LA LOCUTORA GRACIELA MANCUSO FALLECIO EL JUEVES A LOS 69 AÑOS

Adiós a una voz emblema de la radio

Su naturalidad frente al micrófono y su facilidad para la construcción de climas la llevaron a trabajar con Héctor Larrea, Antonio Carrizo, Cacho Fontana y Juan Alberto Badía, con quien estableció una memorable dupla a mediados de los 70.

Graciela Mancuso tenía los ojos grandes, muy grandes, de esos que expresan emoción entre cada parpadeo. Por suerte eran así: no había ninguna otra posibilidad de que a su dulce e inconfundible voz la acompañara una mirada distinta. Es que la locutora, a la que cualquiera que haya encendido la AM en las últimas cuatro décadas escuchó alguna vez, era genuina con lo que sentía, capaz de “quebrarse” al aire sin intentar disimulo alguno. Esa naturalidad frente al micrófono fue, tal vez, la que la llevó a acompañar a lo largo de su carrera a las grandes figuras de la radio, desde Héctor Larrea y Antonio Carrizo hasta Cacho Fontana y Juan Alberto Badía, con quien entabló una memorable dupla en ciclos como Imagínate, Flecha Juventud o Gracias por la música. La locutora más cálida de la radiofonía argentina falleció el jueves, a los 69 años, a causa de un paro cardíaco.

Graciela Mancuso era una locutora a la antigua usanza, que intentaba transmitir emociones más que verdades irrefutables, construir climas más que grandilocuentes discursos. Una locutora ya no de otra época sino de otra radio, de cuando la voz de las/os locutoras/es era la identidad de cada emisora. O, al menos, de cada programa. En definitiva, Mancuso fue una profesional de una manera de hacer radio que en la actualidad está en peligro en extinción. Bastaba escuchar Gracias por la música, el ciclo que hasta hace un par de semanas condujo junto a Eddie Babenco en las tardes de los sábados en Radio Del Plata, para comprobar que no se resignaba a dejar de hacer de la radio un universo paralelo al de la realidad.

La radio y la música eran, para ella, sus dos grandes amores, a los que supo hacer convivir hasta el final de sus días en distintos programas. Los había heredado de su padre, que había sido primer violinista de la Orquesta estable de Radio El Mundo, donde debutó frente al micrófono. Su arribo a Radio Rivadavia le permitió formar parte de dos de los ciclos más populares y recordados de la historia del éter: Fontana Show, junto a Fontana, y Rapidísimo, con Larrea. Si bien esos programas hicieron reconocible por las grandes audiencias a su amena voz, Mancuso terminaría por conjugar sus dos pasiones al lado de Badía, cuando desde mediados de los 70 cocondujo Imagínate, Flecha Juventud, el ciclo musical en Del Plata que a partir del fanatismo por los Beatles le acercó a los oyentes a Queen y a Genesis, pero también a descubrir a Charly García, Nito Mestre y al incipiente rock argentino.

“Para hacer un programa musical hay que tener buen gusto para todos los sonidos, se necesita la mente bien abierta. No hay nada como hacer un programa con la música que le gusta a uno. Musicalizo según el clima: tengo la lista completa de temas y voy poniendo de acuerdo a lo que siento. Lo único definido es el comienzo; el resto lo dirá el momento”, confesó la locutora en Hacer radio, el libro de Mario Portugal y Héctor Yudchak.

Ese espíritu fue el que signó a los muchos programas musicales nocturnos que condujo, como Experiencias, Sonrisas, Frecuencia 2000 y Vuelo nocturno. En todos esos ciclos, Mancuso siempre se las ingenió para que los oyentes descubrieran artistas nuevos, o que al menos no sonaban en ninguna otra emisora. De hecho, solía decir –un tanto en broma, otro tanto en serio– que la música la había dejado “hecha un ekeko”, atribuyéndole a la pila de discos que cargó durante muchos años la tendinitis crónica que sufría en su hombro izquierdo.

Al igual que otros grandes de la radiofonía, Mancuso también se desempeñó en programas televisivos como Prohibido para mayores, Vivir hoy, Imagen de verano, Servicio al consumidor, Más vale prevenir y Zoom. Incluso, hasta se la pudo ver en la pantalla grande, en una participación en Sangre de vírgenes, de Emilio Vieyra. Pero fue en la radio en donde brilló, dejando de ser “la que acompaña” para convertirse en “la que conduce”. En aquella radio que por estas horas tampoco quiere disimular el dolor por su partida.

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