RADIO
Mauro Torres, Gustavo Campana y Sergio Coscia son los responsables de un proyecto que fue marcado entre los favoritos de la web por los seguidores del Flaco: canciones, pero también un entretejido de testimonios y documentos.
Un antojo spinetteano puede aparecer en cualquier momento del día, o de la noche. Con sol, con luna, con lluvia o con nubes doradas, negras, grises. Un jueves a las dos de la mañana, o un martes a las tres de la tarde. Una tarde fría, aburrida y un click en www.lalalaradio.com.ar hace emerger al mago. A ese nigromante de sonidos y palabras que se fue, pero no: está sanando la abulia. Está cantando “Dale luz al instante”, un temazo. Un locutor desanuncia el tema recordando disco y año (Pan, 2005) y la cosa sigue, interminable, pendular, eterna como él. Recula treinta y dos años hasta “Las habladurías del mundo” de Artaud, avanza quince para dar con esa densa joya llamada “Al ver verás” (Téster de violencia), vuelve a retroceder hasta 1980. Hasta “Espejada”, una preciosa rareza de Almendra en El valle interior. Todo resulta un lujo, un salvoconducto para el alma, un random adictivo concebido por tres enfermos de la causa: Mauro Torres, Gustavo Campana y Sergio Coscia. “Es la radio que escucharíamos nosotros si no fuéramos parte de ella”, arranca Torres, que tiene un severo prontuario spinetteano. Además de trabajar como operador en Radio Nacional, fue ideólogo y productor de Raíz Spinetta, el tríptico que ganó el premio Gardel 2015 como revelación, y que había arrancado con “Spinetta se hace folklore por la 98.7”, micros de Radio Nacional Folklórica bajo la égida del director de la FM, Marcelo Simón y el guionista Pedro Patzer.
“Lalala Radio nace del amor por la obra de Luis Alberto Spinetta, que con su arte nos dio la posibilidad de alimentar el alma”, extiende Torres, que programa y edita el contenido de la emisora online. “Hacer algo nuevo en tiempos donde lo cultural pasó a segundo plano nace de la necesidad de hacer cosas de calidad, cosas desde el corazon, cosas que tengan colores. Lalala es como un juego que nos da placer”, sostiene el hombre usando un “nosotros” que, claro, incluye a Coscia y Campana. “El proyecto nació un año después de la muerte del Flaco, sin que nosotros lo supiéramos. En la AM de Radio Nacional nos encargaron hacer con Mauro un especial sobre vida y obra de Spinetta. Entonces armamos un reportaje imaginario, cortando su palabra desde notas históricas y entrevistas olvidadas. Cuando mixturamos esa palabra con su música, el sonido que logramos y la respuesta de los oyentes empezaron a marcar el camino. Arrancamos con los borradores de una radio 24 horas de Spinetta, donde no solo tenían que quedar reflejadas las más de cuatro décadas de su línea de tiempo, sino también todos los condimentos que le dieron otro brillo a sus grupos y a su trabajo solista. No podía faltar su libro de poesías, los dibujos que lo acompañaron desde siempre, su pensamiento social y político, sus músicos, las grabaciones en vivo, las versiones de sus temas, las bandas de sonido para películas, un museo de imágenes, el Bajo Belgrano y su amor por River… En síntesis, todo lo que conformó el singular mundo Spinetta, tenía que ser el eje temático de la radio. No podía faltar una sola pieza del rompecabezas”, profundiza Campana –conductor y productor de radio, columnista de Víctor Hugo Morales en AM 750, historiador y archivista–, mientras de fondo se oye una de las que canta –y ama– Machi Rufino: “Enero del último día” (Madre en años luz, Jade, 1984)
Tal como dice Campana, suele oírse una sección dedicada a temas del Flaco interpretadas por otros músicos. O testimonios de artistas sobre él, como el de Palo Pandolfo. “Empecé a escucharlo en los casetes de Pescado Rabioso, y cuando lo vi por primera vez en vivo, en la época de Alma de diamante, fue un antes y un después para mí, Castaneda, el Don Juan… sentí que me elevaba”, evoca el ex Visitantes. Tampoco faltan data y testimonios sobre el contexto histórico que rodeó cada canción, cada disco, cada instancia en la vida del primus inter pares del rock argentino. Por ejemplo, los momentos tardíos de la dictadura del 76, que coinciden con la publicación de Alma de diamante (1980), cuya foto de tapa pertenece a Hidalgo Constante Boragno, que también se había ocupado de A 18 minutos del sol. La data es que el fotógrafo había estado desaparecido seis meses, y murió al salir, a causa de la tortura. “Historias que se cruzan”, enuncia Campana, el locutor, mientras arranca “Sombras en los álamos” uno de los diamantes del alma. Otra arista es, por caso, escuchar su voz explicando la inédita “Ixtlán”, antes de tocarla en vivo.
“Tengo 57 años, y descubrir al Flaco en mi infancia con el primer disco de Almendra fue una conmoción. Siempre señalo lo siguiente: ¿cuántas cosas hay en la vida, incluyendo relaciones de amistad o de pareja, que permanezcan inalterables por casi medio siglo? Spinetta estuvo allí desde el principio, creando una obra única e inimitable, cercano y en actividad constante, ejerciendo una influencia directa en nuestro espíritu, nuestros corazones y nuestras mentes. Es un caso único, que sirvió siempre de excusa para poner en juego infinidad de valores. Entonces digo, de tener que encarar el acercamiento a la obra y la vida de Luis desde un proyecto editorial o documental que difunda esto, nos enfrentaríamos a múltiples decisiones, por lo que, casi sin darnos cuenta, el formato elegido de una radio temática de 24 horas, zanjó todas esas cuestiones, porque en Lalala conviven lo biográfico con el análisis, el anecdotario con el marco histórico, o el testimonio del fan con el del músico. Eso me parece un raro acierto, y un formato de posibilidades que apenas empezamos a desarrollar. El trabajo a emprender es mucho, y muy estimulante”, manifiesta el tercer mosquetero de esta patriada de belleza, Sergio Coscia, dueño de la disquería Mondo Rabioso, melómano y archivista de material de Spinetta que escribe textos y aporta memorabilia. “En la corta experiencia de este inicio nos queda claro que llevamos a cabo una idea que muchos soñaban o esperaban. La devolución de la gente que se acercó y escuchó es conmovedora. Hay una gratitud, una sensación de consuelo y alegría de que les hayamos acercado esta posibilidad, que habla a las claras de una necesidad compartida: la de seguir teniéndolo a Luis cerca, vivo, desde su obra, sus dichos, su humor, lo que generó en quienes trabajaron con él, fueran amigos o seguidores. La gente amiga suele coincidir en manifestarnos que sintonizar la radio en cualquier momento, en sus trabajos, el colectivo o el tren, o en una madrugada de introspección, y encontrarse con temas que jamás sonaron en radio alguna, o con la voz de Luis haciendo un chiste en un recital, o con la anécdota de alguno de sus músicos, es milagroso”, sostiene Coscia. “Cuando edito la artística y la musicalización muchas veces llego a emocionarme por la inmensa obra que tenemos en las manos y por pensar que tenemos el privilegio de haber sido contemporáneos de este ser maravilloso. Algunos lo fueron de Mozart o Beethoven, otros de Gardel y nosotros de Spinetta”, cierra Torres, mientras las 24 horas de Luis Alberto en el éter virtual siguen, en este preciso momento, cumpliendo con su sino. La luz sin freno.
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