DANZA › EL BALLET NEOCLASICO DE BUENOS AIRES Y EL MAESTRO DEL HUMOR
Guido De Benedetti propone en El Gran Charles, que se estrena mañana en el Centro Cultural Borges, recuperar el universo del cómico traducido al lenguaje del movimiento.
› Por Alina Mazzaferro
El cine mudo –la slapstick comedy especialmente– tiene con la danza un importante punto de encuentro: el cuerpo en movimiento, que es su principal instrumento y hace posible la comunicación. Para Guido De Benedetti, coreógrafo de profesión, Charles Chaplin era, ante todo, un gran bailarín, un maestro en el arte de comunicar con el cuerpo. Por ello, De Benedetti ha decidido dedicarle al genio del bombín y el bastón su última producción: El Gran Charles es el nombre de la pieza que estrenará mañana el Ballet Neoclásico de Buenos Aires que él dirige (habrá funciones el sábado y el domingo y de miércoles a sábados de la semana próxima, siempre a las 20, en el Centro Cultural Borges, Viamonte 525). El desafío de encarar un proyecto semejante es doble: por un lado, recuperar todo el universo de Chaplin –su estética, su ritmo, la maestría del gag– y traducirlo al lenguaje de la danza. Por el otro, armar un espectáculo para toda la familia, que pueda emocionar a quienes rieron en otra época con el personaje del vagabundo y, al mismo tiempo, divertir a los más chicos, introduciéndolos de forma amena en el ballet.
“La historia comienza en la vigilia de la muerte de Chaplin, cuando él sueña con realizar una última película”, anticipa el coreógrafo. Así se sucederán veinticuatro cuadros breves en los que Charlot, el personaje más querido, cobrará vida y en los que los más entendidos podrán descubrir elementos –situaciones, personajes, movimientos, gags– de Luces de la ciudad, Armas al hombro, La quimera del oro, Vida de perro y otra decena de films. “Una obra de danza tan ágil como ver una película”, resume el director.
Lo cierto es que De Benedetti es, desde su infancia, un seguidor de la obra de Chaplin. Recuerda que, de chico, cuando era un estudiante de ballet, le llamaba la atención el modo en que Carlitos conjugaba tantas historias y sentimientos en cortos de diez minutos. “El sólo expresaba con su cuerpo, no había palabras, el cartelito era aclaratorio porque en general se entendía la situación. Era un hombre que venía del circo, era buen músico, patinador, equilibrista y bailaba, porque hacía gran cantidad de trucos con el cuerpo que eran dificilísimos, como pasos de danza.” De Benedetti sigue comparando la obra del inglés con el ballet: “Se asemejan desde el punto de vista de la puesta en escena, siempre frontal, la gestualidad de las manos, la acción circular”, asegura. El desafío de El Gran Charles ha sido, entonces, recuperar la esencia del mítico personaje e incorporar al código de la danza los elementos de la slapstick comedy: la repetición obsesiva de situaciones, la ambigüedad y el famoso slow burn (esa capacidad para volver difícil las acciones más sencillas), todos ingredientes indispensables para el gag cómico.
Además, Chaplin fue un maestro de la parodia del universo moderno y éste es uno de los aspectos que más le interesan a De Benedetti: “En mi obra hay un plano de lectura para los chicos y otro para los grandes –dice–, porque en las películas de Chaplin había toda una crítica social que me interesó recuperar”. Históricamente, el vagabundo ha sido identificado como el emblema del mundo industrial alienante: de traje, con su sombrero bombín, su bastón y sus enormes zapatos, este personaje conservaba los modales del caballero burgués mientras, melancólico y desesperanzado, vivenciaba las injusticias de la modernidad. “Chaplin criticaba la sociedad industrial en Tiempos modernos y hoy vivimos en un mundo tecnológico revolucionado por las computadoras, pero si uno transpola aquella situación a la época actual suceden las mismas cosas. Chaplin describe a ese hombre típico de clase media que se vino abajo, que por más pobre que fuera debía mantener cierta moral, que por un lado tiene mucha bronca y, por el otro, la contiene. Se quiere hacer el duro pero luego se derrite. Sus personajes mostraban siempre una gran humanidad, que en definitiva es lo que compartimos todos. En ese sentido, Chaplin sigue siendo actual”, asegura el director.
De Benedetti no termina de describir este proyecto que ya se está zambullendo en los próximos, amasando el futuro del Ballet Neoclásico: “Para octubre quiero estrenar un programa mixto, con un homenaje a Goyeneche que presentamos en el exterior, una versión de la serenata para cuerdas de Tchaikovsky y una selección de dúos que forman parte del repertorio del Ballet Neoclásico. Y para fin de año me gustaría encarar una nueva producción de un ballet completo”, anticipa, esperanzado de que la gripe merme y devuelva el público a las salas en los próximos meses. Mientras tanto, en medio de esta crisis que supuso esta pandemia para el espectáculo, para El Gran Charles (que también retrasó su estreno por estas razones), al director sólo le queda expresar sus deseos de que todo se desarrolle con normalidad. Aun así, no se priva de realizar un llamamiento al público en general: “En Buenos Aires ya no quedan espacios donde ver ballet neoclásico, así que a aquel al que le guste ver bailarinas en punta, venga –suplica–, porque no hay otro lugar para hacerlo. A aquel que quiera ver una obra amena que pueda comprender fácilmente, también venga. Si está engripado, por favor, ¡no venga! Pero si no lo está, venga a este espectáculo y vaya a los demás”.
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