DANZA › SOLEDAD BARRIO PRESENTA HOY EN BUENOS AIRES SU ESPECTáCULO CAMINO AL SUR
En su sexta visita al país, la bailaora española actuará junto a los bailaores Antonio Jiménez y Juan Ogalla, un cuerpo de cantaores y guitarristas y la compañía Noche Flamenca. “Nuestros shows nunca están del todo cerrados”, adelanta.
› Por Alina Mazzaferro
Fuera del escenario, ella es pequeña, sencilla, algo madura. La magia del flamenco la transforma, sobre las tablas, en una potente estrella de la soleá. Soledad Barrio tiene dos ocupaciones: bailaora y madre. Es una mamá como todas hasta que su público la acapara, en extensas giras que esta vez la han traído a Sudamérica. Recién llegada de un largo recorrido por distintas regiones de Brasil –país que visitó por primera vez–, en Buenos Aires la madrileña se siente como en casa. Dice que le encanta la ciudad, que se conecta bien con el público “porque toda Argentina está muy vinculada con España, con la cantidad de inmigrantes españoles que han tenido”. Esta es su sexta visita a la Argentina y si bien en otras oportunidades se quedó más tiempo, incluso para dar clases magistrales, esta vez su paso será más fugaz: podrá vérsela sólo mañana en dos únicas funciones, a las 17.30 y a las 20.30, en el Teatro Coliseo (M. T. de Alvear 1125), antes de que parta para Chile. El espectáculo se llama Camino al sur y cuenta con la participación de los bailaores Antonio Jiménez y Juan Ogalla, un cuerpo de cantaores y guitarristas y la compañía Noche Flamenca, que dirige Martín Santángelo, el marido de Soledad.
¿Qué distingue a la Barrio de otras bailaoras que también tienen sus compañías? “Nuestros espectáculos se caracterizan por mostrar un flamenco llevado a cabo con bastante honestidad”, asegura la española. “El público se va impresionado por la conexión que existe entre la danza, el cante y la guitarra en nuestros espectáculos, algo que no se ve siempre. Lo que más llama la atención es ver cómo nos relacionamos unos con otros. El flamenco es como el jazz, hay una parte de improvisación, está vivo en el escenario.”
–¿Entonces esa magia del tablao se cuela en el show, aunque esté coreografiado?
–Nuestros shows nunca están del todo cerrados; mi marido, que dirige la compañía, siempre intercala piezas más coreografiadas, de grupo, que tienen un tinte más teatral, con números en los que los solistas bailamos un palo del flamenco. En mi caso, con los guitarristas y cantaores improvisamos. El público que nos sigue viene veinte veces a vernos, aunque bailemos la misma soleá, porque cada noche es distinta. Todo dependerá de mi estado de ánimo, del de los demás, de las cosas que pasan a mi alrededor. A un artista de flamenco es importante verle más de una vez, sólo así se lo podrá conocer.
Soledad se considera “una privilegiada” dentro de su profesión, porque tiene una audiencia que la sigue y puede seguir trabajando incluso en los tiempos más difíciles. “En esta época de crisis mundial lo primero que se recortan son las artes –dice–. Actualmente en España hay poco trabajo para los artistas, es un momento duro.” De todas formas, la vida de una bailaora a cargo de una compañía independiente siempre fue bastante nómada y sostenerse a través del tiempo nunca fue sencillo. “Yo soy como una princesita porque me dedico a bailar y a cuidar a mis hijas –se ríe la Barrio–; dejo que Martín, mi esposo, se ocupe de todo. El sabe de esta tortuosa vida: se la pasa en el teléfono buscando ayudas y becas. Yo me dedico a ensayar y con eso tengo bastante.”
–¿Cómo conjuga ser madre y salir de gira?
–Los días antes de salir estoy ina-guantable porque me preocupa irme de casa y me gustaría estar ahí para ver cómo les va a las niñas en el cole y ver si hacen los deberes. Es muy duro, pero cuento con el apoyo de toda la familia. No las olvido, pero quiero seguir bailando.
–¿Cuánto tiempo están de gira por año?
–Por lo menos trabajamos seis meses al año. Si nos quedamos un poco más afuera, me llevo a las niñas conmigo, durante las vacaciones y las fiestas. No me gusta programar con mucho tiempo de anticipación. Prefiero no saber dónde estaremos el año que viene.
–¿Transita por los tablaos cuando viene a Buenos Aires? ¿Conoce la movida flamenca porteña?
–Otras veces he tenido más tiempo y me han llevado a alguna sala. He dado clases y vi que hay mucha gente que está estudiando y que practica el flamenco. También me gusta ir a la milonga a ver tango.
–¿Se anima a bailarlo?
–Me encanta mirar, pero me han sacado dos veces a bailar y lo pasé fatal. No es una danza que puedas improvisar y como es en pareja es doblemente difícil.
–¿Cuáles son sus palos favoritos para improvisar?
–La soleá y la seguidilla, aunque suelo compartir alegrías y bailar también otros palos.
–¿Sigue habiendo hoy en día palos femeninos y masculinos o ya no hay diferencia: las mujeres se ponen los pantalones, zapatean, abordan una farruca?
–La farruca es un palo masculino que a veces también bailan las mujeres. Pero eso no es una novedad, también sucedía antiguamente. Carmen Amaya se ponía los pantalones, las bailaoras de ahora no han inventado nada. Nos creemos que las cosas cambian, pero no siempre es así. Yo no elijo los palos por ser femeninos o masculinos; soy mujer, claro, pero primero soy Sole.
–Usted no es una purista del género. ¿Su manera personal de bailar tiene que ver con el siglo XXI?
–Mi manera de bailar tiene que ver conmigo y con la época que me toca vivir. Pero también hay algo heredado que es casi inexplicable, que viene de antaño y uno lo siente en el aire. Yo no distinguiría entre el flamenco de antes y el de ahora, simplemente un artista es o no flamenco. Hay muchas cosas que se hacen ahora y a las que se las llama flamencas aunque no lo son, pero antiguamente también pasaba eso. Tal vez hoy suceda más porque se ha comercializado mucho más el género.
–¿Entonces habría una tradición que conservar?
–Claro, el flamenco es como el vino. Uno no puede pretender tomar un vino buenísimo sin que hayan pasado años desde el momento de su elaboración. Uno lo toma y parece que se acaba de hacer, pero no es así, tiene detrás todo un proceso. Con el flamenco pasa lo mismo. Uno no piensa en ser tradicional cuando baila, pero detrás hay toda una tradición. Uno la respeta, la sigue, no por principios u obligaciones, sino porque está ena-morado del flamenco.
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