DANZA › LO QUE QUEDO DEL VI FESTIVAL BUENOS AIRES DANZA CONTEMPORANEA
Fueron cinco días para ver, pensar y también animarse a hacer danza. Un menú atractivo de espectáculos y actividades con entrada libre y gratuita permitió cruzar el género con otros lenguajes. Hubo también charlas, talleres y proyecciones.
› Por Carolina Prieto
Pocas veces quedarse en Buenos Aires durante un fin de semana largo es estimulante. Sin embargo, los tres días de descanso derivados del traslado del 12 de octubre al lunes pasado fueron más que interesantes para porteños y turistas. Es que el VI Festival Buenos Aires Danza Contemporánea, que terminó con una fiesta al aire libre en la terraza del Centro Cultural Recoleta, deparó un menú atractivo de espectáculos y actividades con entrada libre y gratuita, que cruzaron la danza con otros lenguajes. Obras ya terminadas, piezas en proceso de construcción, creaciones de coreógrafos argentinos radicados en el exterior, improvisaciones en distintos espacios, experiencias sensoriales, charlas, talleres y proyecciones fueron algunas de las propuestas que durante cinco días reunieron mucho público (20 mil según los organizadores) en ocho sedes.
El inicio del festival organizado por el Ministerio de Cultura de la ciudad fue en el Teatro 25 de Mayo con un tributo a María Fux, la mujer de 88 años que sigue en actividad ayudando a personas con o sin discapacidad a expresarse y sentirse bien a través de su método de danzaterapia, con el que alcanzó reconocimiento mundial. Ella misma demostró su vitalidad arriba del escenario de Villa Urquiza, con un bello solo en el que bailó acompañada por un cellista. Puro juego y libertad, sus movimientos emocionaron a la platea, que luego pudo conocer en detalle su carrera a través del video-homenaje realizado por Pablo Tesoriere. En este recorrido visual por su vida, María expuso sus ideas sobre la danza cargadas de un profundo humanismo, y también se la ve bailando en distintos momentos de su trayectoria, como cuando lo hizo junto a los músicos Dizzy Gillespie y Lalo Schifrin en una increíble danza circular con aires africanos y frenéticos.
Entre los nueve espectáculos programados hubo dos estrenos: Hombre Rebobinado, de Margarita Bali, una performance virtual a través de una video-instalación con ocho proyectores que transmitían escenas poéticas y absurdas sobre las vicisitudes de un bailarín maduro, y Fuera de sí, una pieza íntima de Eugenia Estévez en la que la notable bailarina despliega un lenguaje corporal intrigante para expresar la soledad de una mujer. Se pudieron ver siete reposiciones de coreógrafos, entre las que se destacaron Anclar, de Fabriana Capriotti, y Maneries, de Luis Garay. Hubo también cuatro piezas en construcción que revelaron la intimidad del trabajo de algunos de los creadores más destacados de los últimos tiempos. En este marco impactó Eclipse, de Carlos Casella y Gustavo Lesgart, dos intérpretes maduros que desplegaron un mundo tierno e intenso de danza en estado puro, sin adornos ni maquillajes. La sección Repatriados permitió observar el trabajo de creadores argentinos que trabajan fuera del país, y produjo mucha sorpresa. Radicada en Bruselas, Ayelén Parolin desempolvó en su solo 25.06.76 una carta de presentación de una honestidad y un humor brutales. Su derrotero por la vida y la danza con un lenguaje a punto de estallar conmovió a la platea, que no puedo más que agradecer la frontalidad y el desparpajo de la creadora. Laura Kalauz vive en Suiza y presentó una suerte de reality danzado: Disculpe usted podría coreografiarme, una pieza basada en el diálogo entre bailarines profesionales y personas sin ningún tipo de experiencia, invitadas a asumir el rol de coreógrafos por un rato. Malena Beer reside en Francia y con su colega parisina Myriam Lefkowitz entrenaron durante cinco días a quienes serían los guías de la experiencia The Eye Walk. Un recorrido de a dos iniciado en el Teatro 25 de Mayo, en el que una persona con los ojos cerrados es guiada por otra que la lleva caminando por calles del barrio. Y la ceguera temporal se ve contrarrestada por la expansión de los demás sentidos: los ruidos, los destellos lumínicos, las texturas, los olores; además de la confianza de entregar el propio cuerpo al cuidado del otro durante una caminata de media hora casi sin palabras y a oscuras, pero sumamente rica por las sensaciones que se potencian al cerrar los ojos.
Otro tipo de experiencia participativa también se dio en los maratones al aire libre. Durante tres días y a lo largo de varias horas seguidas, bailarines de hip hop, contemporánea y contact-improvisation subieron a bailar para luego invitar a los espectadores. El escenario soleado de la terraza del Recoleta devino en plataforma para que grandes y chicos se soltaran y disfrutaran juntos del placer y la libertad del movimiento. Una sección novedosa fue Danza estable para público móvil, una intervención de cuarenta bailarines en la Galería del Liceo, espacio poblado de atelieres y locales de arte joven ubicado en la avenida Santa Fe al 2700. Mucha gente que paseaba por allí ingresó, atraída por los sonidos y los cuerpos, iniciando así un recorrido espontáneo por los pasillos y locales donde, en solos o dúos, los bailarines sugerían situaciones lúdicas. ¿La más atrevida? Una escena hot danzada en un diminuto sex shop “colado” entre tanto localcito de arte, que acaparó todas las miradas.
Hubo además una convocatoria abierta para que cualquier interesado acercara breves videos realizados con cámaras caseras o celulares, bajo la consigna “¿Qué ves cuando ves danza?”. Y de los casi cien trabajos presentados, los realizadores que resultaron seleccionados participaron de un laboratorio de videodanza realizado en el Galpón Cultural Piedrabuenarte –un pujante centro cultural de Villa Lugano motorizado por los vecinos–, cuyos resultados se proyectaron en el Recoleta en la última jornada del festival. La reflexión estuvo presente con dos encuentros que apuntaron a pensar las relaciones de la danza con otros lenguajes del arte contemporáneo: uno a cargo de la artista plástica Fabiana Barreda y otro conducido por el crítico Gonzalo Aguilar. Hubo una única pero singular visita extranjera: Francesco Scavetta, un creador italiano radicado en Noruega que realizó en las semanas previas al festival un taller con bailarines locales y extranjeros. Con ellos preparó Surprised Body, obra que estrenó en el festival. Tres músicos en escena y diez intérpretes inmersos un juego deslumbrante de estímulos y reacciones permanentes.
Fueron cinco días para ver, pensar y también animarse a hacer danza. Más allá de gustos personales y del asombro que ciertas propuestas experimentales pueden causar, quedó resonando en el aire una fuerte sensación de libertad y de reconocimiento a la riqueza del cuerpo para percibir y crear sentido, en muchos casos sin recurrir a una sola palabra. Sin dudas, la amplitud de propuestas de esta sexta edición se corresponde con las características del trío responsable de la dirección artística del festival. Si bien las tres bailaron en distintos momentos de sus vidas, Marina Giancaspro es una reconocida docente, Silvina Szperling es un referente del video-danza latinoamericano y Andrea Servera, una coreógrafa de una creatividad asombrosa. Juntas son capaces de diseñar un encuentro que despierta, deja con ganas de más y nos recuerda que somos muchísimo más que una cabeza capaz de pensar.
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