DANZA › BRASIL, UNIPERSONAL DE LA ACTRIZ Y BAILARINA MARíA UCEDO
La artista, una de las fundadoras de El Descueve, viene participando en diversos proyectos de danza, teatro, cine y televisión. Pero aquí se largó “sola” (comparte con Ana Frenkel la dirección), para un espectáculo cargado de humor y lirismo.
› Por Carolina Prieto
Una mujer delgada, de malla negra, sobrevuela un escenario vacío apenas cubierto por huevos. Se mueve con cautela, desplazándose entre elementos frágiles y blancos que ruedan sin romperse. Parece un gato agazapado, apenas apoyada en sus manos y pies. Dibuja piruetas y saltos delicados en el aire hasta amontonar los huevos y quedar en cuclillas como una gallina empollando. Así comienza Brasil, unipersonal de la actriz y bailarina María Ucedo, quien fue una de las fundadoras de El Descueve, el grupo de danza-teatro que formó junto a Carlos Casella, Mayra Bonard, Ana Frenkel y Gabriela Barberio y sacudió la escena local con un cóctel de riesgo, irreverencia y mezcla de lenguajes. Siempre inquieta e interesada en incursionar en distintos medios, Ucedo viene participando en proyectos de danza, teatro, cine y televisión. Además de protagonizar o dirigir las obras de su compañía, actuó en El juego del elástico (pieza que creó junto a Bonard), en el infantil Granadina, El mundo de Federico; filmó películas como Juan y Eva, de Paula de Luque; Paco, de Diego Rafecas; Música en espera, de Hernán Goldfried; y el año pasado participó en la tira Contra las cuerdas de Canal 7. Hace tiempo que sentía ganas de distanciarse de los grupos de trabajo y subirse sola a un escenario. Ese fue el germen de esta pieza de pequeño formato y cargada de humor, que apela al texto, el movimiento, la canción, el video y las proyecciones. Codirigida junto a Ana Frenkel, la obra se presenta los sábados a las 22.30 en NoAvestruz (Humboldt 1857), un espacio íntimo y cálido, marco ideal para esta serie de escenas en las que la protagonista despliega sin pudor algunos rincones de su mundo interno.
Tras esa apertura sin texto y con aires poéticos, se zambulle en una bolsa verde en busca de su centro, y de conectar con su interior. Allí permanece un buen rato y se topa con Mario, acaso su otro yo, que siempre propone opciones distintas y la hace dudar y caer. Ese viaje interno transcurre con la intérprete metida y doblada dentro de ese saco: moviéndose dentro, desplazándose por el espacio, discutiendo con su alter ego (el acuerdo parece imposible). Cuando sale, sigue exponiendo sus dificultades. Con la proyección de una dentadura como fondo, habla de los dientes caídos y los implantes que se mueven en una suerte de delirante conferencia odontológica para aludir a las carencias y las pérdidas. Luego se embala en un trote en el lugar con bellísimas imágenes animadas que se proyectan detrás y sugieren una carrera infinita sobre las vías de un tren. Mientras tanto y a medida que acelera el paso, aparece otra carrera, la que emprende para alcanzar una supuesta armonía por medio de terapias varias. Exhausta, se recupera cuando narra la etapa final de un vínculo amoroso, que ella decide interrumpir y que cuando quiere volver ya es tarde. Todo en un marco de canciones (hace una versión de “Socorro”, del brasileño Arnaldo Antunes), textos propios (algunos más metafóricos y otros más anecdóticos), movimiento (incluye un homenaje a James Brown bailando un funk desenfrenado) y un logrado tratamiento visual que se convierte en el otro protagonista de la obra. Así, durante poco menos de una hora, Brasil ofrece un entramado de estampas sobre una mujer en crisis con buenas dosis de humor y lirismo.
“Hace años que quiero hacer un solo, era una asignatura pendiente. Y el deseo se hizo más fuerte durante un taller de plástica. Fue un lugar de mucha libertad y de experimentación donde aparecieron las ganas de trabajar con las imágenes, las texturas, las proyecciones. A la vez, quería usar unos textos míos y fui descubriendo algunos mojones para empezar a trabajar, como el de meterme dentro de la bolsa o usar la radiografía de mi boca”, cuenta en diálogo con Página/12. A partir de esas primeras puntas, se puso a profundizar con Frenkel: “Terminamos de rascar, de investigar a dónde te llevan esas ideas, que muchas veces no tienen mucho que ver con lo que imaginaste al comienzo. Y eso es lo interesante del proceso”, agrega la intérprete que participó de la creación del espectáculo Villa-Villa, el boom de De la Guarda.
Ucedo niega que su nueva aventura sea una obra sobre los problemas femeninos y el desamor. En todo caso, señala, su interés fue poner en escena un puñado de ideas que “empezaron a rebotar con fuerza en mi cabeza, como pidiendo salir y ser concretadas”. Desde su mirada, más que una cuestión de género, aparecen cuestiones personales, algunas expresadas en forma más poética que otras, pero casi todas relacionadas con la pérdida y la falta, ya sea de un diente, un amor, un hijo o una oportunidad. “Tuve la necesidad de despojarme, como diciendo: Esto es lo que quiero hacer. Y mostrarlo sin tanta parafernalia, en forma cruda, directa y lo más sintética posible”, comenta Ucedo, que enseña desde hace diez años asthanga yoga, una de las vertientes más exigentes de esa disciplina oriental.
En el futuro habrá más cine y televisión (va a protagonizar con Luis Ziembrowski una ópera prima que se rodará en Salta; fue convocada para un unitario de Telefe) y seguramente más proyectos personales. ¿El Descueve fue un ciclo cerrado o habrá algo más después de Patito feo, el último trabajo que repusieron en el 2006 como parte de los festejos de los quince años del grupo? “Somos amigos y seguimos trabajando, colaborando en nuestros proyectos. Sería buenísimo poder hacer algo juntos de vuelta... Se tendrían que alinear los planetas. A veces ponerse de acuerdo en un equipo creativo no es fácil, tampoco lo es tener que compartir las decisiones. Para mí fue genial todo lo que hicimos juntos, estoy feliz y orgullosa. Nunca nos sentimos atados y nos permitimos involucrar la danza, la plástica, la música, el texto, el espacio, las luces. Con Brasil sigo esa línea, pero me permití confrontar sólo conmigo misma. Todas las decisiones las tomé yo, con la ayuda de Ana en la dirección. Fue la posibilidad de hacerme responsable de todo”, concluye.
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