DANZA › LUDMILA PAGLIERO, UNA ESTRELLA DEL BALLET DE LA OPERA DE PARíS EN BUENOS AIRES
A los 29 años, es la bailarina estrella de una de las mejores compañías del mundo; un rol que, según dice, es un permanente estímulo a seguir progresando. Para ella, el programa que presentará hoy y mañana en el Teatro Coliseo significa un momento especial.
› Por Carolina Prieto
Desde que fue nombrada estrella del Ballet de la Opera de París, en marzo de 2012, Ludmila Pagliero no bailó en su país. Lo iba a hacer el año pasado, a sólo dos meses de obtener el máximo reconocimiento que puede alcanzar una intérprete en una compañía francesa, pero una lesión se lo impidió. Ahora lo hará junto a ocho estrellas y primeras figuras de ese cuerpo de ballet (uno de los mejores del mundo), hoy y mañana a las 21 en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125) con un programa que abarca fragmentos de obras del repertorio clásico y contemporáneo. “La alegría es inmensa. No he podido bailar mucho en mi país, y saber que en la platea se encuentran mis padres ya es una alegría enorme. Quiero disfrutar al máximo porque cuando un bailarín disfruta lo que hace, el público también. Vamos a interpretar principalmente obras clásicas y neoclásicas”, cuenta a Página/12 vía mail. Junto al francés Hervé Moreau, uno de los bailarines favoritos del coreógrafo John Neumeier, harán el pas de deux de Paquita; el de Carmen, de Rolando Petit, que tiene según Pagliero “una mirada más moderna en la construcción del ballet”; y al final Cantadagio, un dúo romántico de Joseph Lazzini, de 1972, con música de Mahler. Fragmentos de Romeo y Julieta, de Cisne Negro y de La fille mal gardée completan el repertorio, que contará con un par de sorpresas. En este sentido, la presencia de Touve Ratovondrahety, el pianista africano que trabaja junto a los bailarines de la compañía, promete un plus de riesgo y creatividad.
La carrera de Pagliero, de 29 años, es sorprendente. Al egresar de la Escuela del Colón aceptó una invitación para integrar el Ballet de Santiago, Chile. Luego, tras ganar la medalla de plata en el Concurso Internacional de Nueva York, le ofrecieron un contrato de un año en el American Ballet Theatre. Pero rechazó la oferta, más atraída por entrar en una compañía europea. Le ofrecían un contrato de apenas tres meses como refuerzo en el Ballet de la Opera Nacional de París. Se jugó y en esa mítica compañía ascendió hasta alcanzar la máxima distinción, que por primera vez recae en una bailarina argentina.
–¿Qué balance hace de su primer año como étoile en la Opera?
–Fue un muy buen año. Estoy contenta de mi progreso y de mi entrega al trabajo, más allá de los cansancios o problemas personales. Fue un año de estrenos: bailé por primera vez obras que nunca había realizado antes. Y supone un fuerte estrés: todo lo desconocido tiene una carga extra de emoción, a diferencia de cuando te enfrentás con una obra que ya hiciste. Interpreté a mujeres de carácter fuerte, como Kitri o Carmen, y roles románticos como Giselle y La Sylphide. Pude mostrar que soy capaz de variar, de encarnar roles muy distintos. Fue un año prometedor: cuanto más uno baila, más evoluciona en los personajes. Creo haber hecho un buen primer paso en cada obra y no veo la hora de volver a interpretarlas.
–¿Qué distingue a la Opera de París de otras compañías del mundo?
–Es una institución con un estilo muy propio. Un cuerpo de baile impecable, con artistas que han crecido con el estilo de la escuela francesa, que no se encuentra en todos lados. La elegancia y el trabajo de piernas son sus marcas.
–¿Cómo evalúa presentar una serie de pas de deux en vez de una obra entera?
–Teniendo en cuenta la cantidad de bailarines que somos, es muy difícil poder recrear un ballet completo. Debería tener una invitación con una compañía nacional para que se pueda concretar y no he tenido muchas propuestas. Con nueve bailarines es posible hacer extractos de obras. Y como son piezas que ya bailé, es más fácil poder desplazarse con ellas. Pero la verdad es que prefiero vivir un ballet completo que una escena o diez minutos de la obra.
–¿Cómo es su partenaire, Hervé Moreau, y qué aporta al espectáculo la presencia de un pianista en vivo como Touve Ratovondrahety?
–Es muy placentero bailar con Hervé: lo admiro mucho porque es un bailarín muy presente y muy auténtico. El pianista que nos acompaña es genial, con él trabajamos durante el año en las clases, vamos a ver sus conciertos o él viene a ver nuestros espectáculos. Tiene un sentido de la improvisación increíble y será una sorpresa para mí también porque no escuché nada de lo que preparó.
–¿Cómo se avecina la temporada europea que están por iniciar?
–Llena de ballets que no he bailado nunca, salvo Paquita y Don Quijote. Haremos La Bella Durmiente, que bailé en Chile y Argentina, pero nunca en París, El jorobado de Nôtre-Dame, de Rolando Petit; y programas mixtos con obras de Balanchine, Robbins y una creación de Benjamin Millepied. Tenemos un público muy variado, con muchos turistas que vienen simplemente por una noche, y también con fieles seguidores que aman el ballet y no se pierden ni una función.
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