DANZA › EVOCACIONES. FLAMENCO DE CáMARA, NUEVA PROPUESTA DE LORENA DI PRINZIO
Con una trayectoria de casi dos décadas en las que integró compañías además de bailar y enseñar en Japón y en Italia, la artista presenta en el Borges un espectáculo que combina danza española y flamenco, además de introducir la voz de una cantante lírica.
› Por Carolina Prieto
Tiene una mirada profunda y amplia que le permite abordar la danza española y el flamenco con libertad. Lorena Di Prinzio estudió danza española antes que flamenco. Comenzó de chica tomando clases de ballet y de español, en una época en que en Buenos Aires el flamenco era un género muy poco difundido. También incursionó en la danza contemporánea, en el jazz, y a los quince descubrió el flamenco. Hubo flechazo: no paró de tomar cursos con cuanto maestro se cruzó en su camino. Desde entonces no dejó de bailarlo. “Es por donde mejor canalizo todo, mi personalidad, mi energía. Es una danza y una música tan ricas, con tantos palos o ritmos muy distintos para bailar. Un género que exige no sólo técnica, sino años de vida, una cierta maduración, porque es muy intenso. Todo se baila más a tierra y con mucha fuerza”, confiesa a Página/12 la artista de 35 años. Con una trayectoria de casi dos décadas en las que integró compañías además de bailar y enseñar en Japón y en Italia, Di Prinzio acaba de estrenar su tercer espectáculo Evocaciones. Flamenco de cámara (sábados a las 21, en la sala III del Centro Cultural Borges, Viamonte 525). Una propuesta singular: combina danza española y flamenco mezclando elementos de distintas escuelas, introduce elementos ajenos a estas expresiones como sonidos de la vida cotidiana, fragmentos de textos de Nietzsche y Marco Aurelio en off, una cantante lírica que aborda con ese bagaje las canciones españolas, un vestuario negro con aires contemporáneos. Todo en un formato intimista: dos bailarines (ella misma y Alexis Frank), un guitarrista (Esteban Gonda) y la soprano (Luciana Colombo).
“Tenía ganas de volver a bailar esas piezas que hacía mucho no bailaba, no sólo de flamenco, una rama de la danza española que tiene mucho público joven. En cambio, las otras ramas como la escuela bolera o la folklórica no tienen ya tanto público. Lo tuvieron cuando venían compañías de España o cuando el Teatro Avenida tenía su elenco. Pero eso se perdió. Me interesa ofrecer un espectáculo que también pueda disfrutar ese público más adulto”, asegura. Y si bien recupera la tradición, le imprime su mirada contemporánea. El inicio de la obra, por ejemplo, arranca con un cuadro que remite a la escuela bolera, pero en vez de bailarlo con zapatillas de media punta, se calza los zapatos de bailaora; y lo que suena y los empuja a bailar no es una canción española sino el tic-tac de un reloj. Más tarde ella bailará una jota de Manuel de Falla con una bata de cola. La música está principalmente compuesta por piezas de concierto escritas para guitarra y, en muchas de las transiciones entre un cuadro y otro, se oyen textos en off de autores célebres y personajes de la historia. “Son fragmentos que hablan de la relación entre pasado y presente, del retorno de las cosas, de las repeticiones que aparecen más o menos modificadas. Lo mismo pasa con la danza: recuperamos lo antiguo y lo resignificamos, lo pasamos por otro tamiz”, aclara. Asegura que desde la puesta en escena rompen con el formato más tradicional del flamenco: “Manejo un lenguaje contemporáneo y desde ahí es mi abordaje. Bailé mucho en tablao. Durante diez años fui bailarina estable de Cantares. Ahora, cuando trabajo en un escenario más grande, me gusta romper con el flamenco clásico y aprovechar las posibilidades de otro tipo de escenario. Intento darle una vuelta de tuerca”. En este viaje musical y coreográfico se escuchan temas de maestros como Paco de Lucía, Esteban de Sanlúcar, Manuel de Falla, Albéniz y Tarrega. Hay zapateados, jotas, panaderos, bulerías, pasodobles y canción andaluza.
Como directora, Di Prunzio presentó dos obras: Crash! (Flamenco de ruptura), en el que no había músicos en vivo, usaban música grabada con computadoras y proyecciones multimedia; y Postales de ida y vuelta, en el que bailaron, además de los llamados palos de ida y vuelta (nacidos entre los puertos de España y América), canciones tradicionales del repertorio latinoamericano. Di Prunzio, por ejemplo, interpretaba “Naranjo en flor” luciendo una bata de cola. “Con Alexis Frank vengo trabajando hace años. Dentro del flamenco hay muy poca gente que también baile danza española. Es su caso: además de bailaor es bailarín y toca las castañuelas maravillosamente”, advierte. De familia italiana, la coreógrafa se vinculó con lo español de manera algo inesperada. “Cuando yo era chica te mandaban a estudiar clásico y ahí me topé con el baile español. Muchas veces en la misma escuela de danzas te enseñaban las dos cosas. De adolescente descubrí el flamenco y no lo dejé nunca más. Soy de una generación intermedia que mamó ambas escuelas”, señala.
Egresada del Real Instituto Superior de Danza Española de Buenos Aires con el mejor promedio de su camada, comenzó la carrera profesional a los 16 años. Formó parte del Ballet Al-Andalus dirigido por Sibila Miatello y actuó en varios espectáculos de ese elenco, además de hacerlo en el Teatro Argentino de La Plata y en el Colón. Hoy es una de las docentes más prestigiosas. “Al no haber elencos estables, la docencia es un trabajo estable. Me encanta. Sigo aprendiendo porque dar clases te obliga a desmenuzar la danza. El flamenco es un ritmo muy complejo, con compases a los que no estamos acostumbrados. Al bailar flamenco estamos haciendo música con los pies, que percuten en el piso. Me fascina: el cuerpo, la música, la comunicación con los músicos sobre el escenario. Manejar todo a la vez.”
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