DANZA › DANIELA CAMPORA PRESENTA EL ESPECTACULO NANA
› Por Paula Sabatés
De la pregunta por la libertad en su más amplio sentido surgió Nana, obra de danza contemporánea que se verá por únicas dos funciones hoy y el próximo domingo a las 20 en Espacio ArteXXI, Sánchez de Bustamante 158. Su directora, la joven coreógrafa y bailarina Daniela Campora (23 años), hacía tiempo venía preguntándose por esa cuestión, que luego se potenció cuando, con otras cuatro compañeras de danza, decidieron empezar un proceso de investigación y “traducirlo en lenguaje corporal”. Entonces tuvieron que combinar las distintas visiones que cada una tenía sobre el tema, y así surgió una obra que la directora define como “muy sonora y muy personal”.
Interpretada por Inés Pagnotta, Marina Andreotti, Rocío Bernadez y Sol Lemonni –que además de la dirección de Campora recibieron la tutoría del coreógrafo y docente Mauro Cacciatore–, la obra de 50 minutos de duración pretende crear un universo, el “mundo Nana”. “Queremos que cuando el espectador entre a la sala sienta que las bailarinas ya están ahí hace rato, que están habitando ese mundo que es propio”. Por eso lo que se ve en escena simula ser el living de una casa (hay un sillón, una lámpara), pero con algunos elementos extraños, como aserrín teñido que simula ser tierra.
Según cuenta Campora a Página/12, las ideas de libertad de cada una de las intérpretes eran muy distintas y personales, pero de todos modos lograron fijar algunos puntos en común que finalmente guiaron la obra: “Decidimos tomar estados que el hombre por lo general no controla del todo, como la risa, la caída, y el bostezo, e intentar controlarlos al ciento por ciento”, cuenta, afirmando que ese control hace, para ellas, al sujeto “más libre”. “De todos modos no pretendemos hacer un tratado sobre la libertad y que el espectador perciba necesariamente eso cuando ve la obra. No es un cuentito, de modo que cada uno ve lo que ve y eso es lo que completa el sentido”, advierte.
Pese a su corta edad y a estar dando sus primeros pasos en la dirección y creación, la directora tiene en claro cuál es la situación de la danza, disciplina que sus trabajadores definen como “desprotegida”. Sin embargo, ve con buenos ojos la inquietud de los bailarines, a los que considera “fundamental” para empezar un cambio: “En el último tiempo estamos logrando un montón de cosas porque el bailarín está pensando mucho más en lo que está haciendo, en cómo lo hace y bajo qué circunstancias, y eso está permitiendo muy lentamente un cambio, un reconocimiento del momento en el que estamos”, opina. Es consciente de que la falta de políticas públicas, la dispersión del público, y los altos costos pueden incidir en la forma de crear. “Es muy difícil, más si recién empezás, conseguir los medios necesarios para poder desarrollar este tipo de proyectos. Nosotras tuvimos casi un año de ensayo, y eso es caro, porque cuesta pagar la sala. Entonces quizás en vez de las nueve horas semanales que necesitás ensayás tres, porque es lo que podés afrontar. Y eso obviamente influye en la calidad”, sostiene. Pero luego agrega: “De todos modos, el lado bueno de eso es que la voluntad de construir más allá del resultado económico te enseña mucho y, paradójicamente, te potencia la creatividad”, concluye.
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