DANZA › “AGAPI”, LA NUEVA OBRA DE DANIEL VULLIEZ
› Por Suyay Benedetti
Oscuridad, dos cuerpos en el piso recostados en una extrema, pero calma tensión. Una historia que será contada a partir de movimientos y respiraciones. A través de ese baile se irá narrando una forma de ir hacia el deseo. Agapí etimológicamente remite a fuego, por eso este espectáculo de danza contemporánea presenta, a través de sus protagonistas, una manera de ir hacia ese fuego. Hoy, a las 20.30, se estrena en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543) esta nueva obra de Daniel Vulliez que completa un tríptico de presentaciones iniciado en el 2005.
“Los símbolos tradicionales del amor son siempre símbolos de un estado todavía escindido, pero en mutua compenetración de sus elementos antagonistas. La historia entera es obra del amor. Esto me inspiró para trabajar desde la profundidad de la forma oriental, en una de las más vitales experiencias humanas trabajando sobre la noción de encuentro”, cuenta el coreógrafo y director de la obra.
Primero subió a escena Didimas (2005), que trabajaba el despertar de las criaturas, el lento tránsito desde la posición fetal hasta estar completamente erguidos. En el 2006 fue el turno de Tetradikós, que ahondó en las reacciones primarias de los seres frente a la presencia del otro. Desde hoy, con Agapí, los personajes comenzarán una búsqueda que tiene como objetivo evocar distintas formas de encuentro.
Sofía Cerdán, Dorian Chávez, María Emilia Mur y Daniel Vulliez realizan este juego de acercamientos basado en su propio cuerpo. Músculos y articulaciones quedan expuestos al ojo del espectador a medida que, a través de movimientos rítmicos, se va desperezando la vida en el escenario. “En Agapí incorporo en una forma muy clara la dinámica de movimientos de las danzas balinesas y javanesas –explica Vulliez– agregando la noción del tiempo de estas danzas. Un tiempo continuo, monocorde, monótono y su forma de relato también continuo y liso sin la estructura clásica occidental de principio, nudo y fin.”
La idea germinal de los trabajos realizados por Daniel Vulliez surgió durante los viajes de estudio del coreógrafo por Bali, Java (Indonesia) y Banckoc (Tailandia). El butoh es una técnica teatral japonesa planteada como una meditación activa. “Durante mucho tiempo tuve la necesidad de plasmar todo lo adquirido, pero me resultaba difícil traspolarlo a un esquema de danza contemporánea. La complicación venía por el lado de su especial tiempo musical, con motores de movimiento completamente distintos de los cánones occidentales, con un uso intensivo de gestos y la composición espacial.” Esta forma de moverse mezclada con técnicas balinesas y javanesas constituye la esencia de esta danza tribal. Al son de fraseos musicales complejos –con cierta reminiscencia de los trabajos de la cantante islandesa Björk–, hace transcurrir la historia como si todos los personajes, a medida que bailan, fueran desenrollando un fino ovillo de algodón.
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