DANZA › IÑAKI URLEZAGA Y SUS PRESENTACIONES EN EL LUNA PARK
Hoy y mañana, el bailarín argentino mostrará Giselle, junto al Ballet Concierto, con la primera bailarina Olga Esina y Paula Robles como invitada. “Es uno de los grandes ballets del repertorio clásico”, dice.
› Por Suyay Benedetti
Iñaki Urlezaga vuelve a las tablas del Luna Park para presentar, hoy y mañana a las 20.30, junto a Paula Robles y el Ballet Concierto, los dos actos completos del ballet Giselle. La dirección artística está a cargo de Lilian Giovine, y estarán acompañados por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección del Maestro Luis Gorelik. La pieza clásica Giselle tiene un libreto de Théophile Gautier y Jules-Henri Vernoy, y está basada en una obra creada en 1835 por Heinrich Heine. La coreografía de Jules Perrot y Jean Coralli y la música de Adolphe Adam acompañan esta historia donde cuatro personajes se disputan entre sí y sufren por amor en escena. La acción se desarrolla en la ciudad de Turingia durante la época de la vendimia. Allí Giselle (la primera bailarina Olga Esina), una joven e inocente campesina, se deslumbra y enamora de Albrecht (Urlezaga) a quien supone un aldeano. Pero, en realidad, éste es un joven noble que se ha disfrazado de campesino para obtener el amor de la muchacha.
Los inicios de este gran bailarín son conocidos. Cuando lo consultan sobre cuál es la típica forma de iniciarse en la danza, Urlezaga sostiene que no son los varones quienes son llevados a la rastra a aprender danza, sino las niñas. Los varones eligen. La anécdota cuenta que el joven Iñaki, de ocho años, iba en un colectivo cuando vio desde la ventanilla el edificio del Colón e insistió en conocerlo. Era verano, y para el año siguiente ya formaba parte de esa casa de estudios. Hoy, este eximio artista llega a Buenos Aires desde Holanda, donde es el bailarín principal del Het National Ballet. Urlezaga ha fascinado a su audiencia en todo el mundo. Como Principal Dancer desarrolló un amplio repertorio donde representó a los protagonistas de El lago de los cisnes, Don Quijote, La Bella Durmiente, Cascanueces, Romeo y Julieta, Manon, Winter Dreams, Anastasia y muchas otras más. Esta no es la primera vez en el año que el bailarín vuelve a la ciudad, como tampoco es la primera vez que él y su compañía eligen la pieza que presentarán en el Luna Park.
–¿Qué tiene Giselle que lo atrapó como obra?
–Es uno de los grandes ballets del repertorio clásico, una obra universalmente reconocida. Y para mí siempre es un gran desafío bailarla. La bailo en muchos escenarios del mundo: traerla al Luna Park para el público de mi país me hace feliz, pero a la vez me pone muy nervioso. Hasta que no se estrene, mi adrenalina está a full.
–¿Qué elementos cree que atrapan al público de esta pieza?
–Yo creo que todo atrapa al público de este ballet. Es una pieza clásica con una coreografía y una música soñada. Pero al mismo tiempo también tiene una trama de amor muy importante entre Albretch y sus dos mujeres, Bathilde (Paula Robles) y Giselle (Olga Ensina). Nuestra experiencia es que el público se siente atraído desde el comienzo.
–¿Cómo surgió la incorporación al proyecto de Robles? ¿Cree que esto influirá para que se acerque un público diferente al Luna?
–La incorporación de Paula fue una decisión de carácter puramente artístico. Hace un tiempo que la había visto trabajar y estaba con muchas ganas de que algún día se pudiera sumar a alguna de nuestras presentaciones. Lo que hice fue llamar y ver si podíamos congeniar. Y bueno, acá estamos. Pero jamás pensé su incorporación desde el lado de la cantidad de audiencia que podría traer. En toda mi carrera no lo he pensado así, ni por un momento. Si pensara así las cosas creo que nunca hubiese hecho nada. Lo que agrega Paula Robles sumándose a este Ballet es la posibilidad de hacer una versión mucho más teatral de esta obra clásica, algo que tiene que ver con el personaje que le toca representar.
–Volviendo al público, ¿hay diferencias entre el público europeo que va a ver ballet y el latinoamericano o argentino?
–Por mi carrera tuve la suerte de subirme a importantes escenarios internacionales, y no creo que haya podido notar ese tipo de diferencias. Creo, en cambio, que hay puntos de contacto con los públicos de distintas partes del mundo cuando eligen o quieren a un mismo artista. Por supuesto, tengo una relación especial con los argentinos, por todo lo que disfruto bailando para ellos.
–¿Cuál es la situación de la danza en el país con respecto a apoyos nacionales? ¿Tienen algún soporte, o es un trabajo más autónomo por parte de cada compañía lo que los lleva a poder presentarse sobre un escenario?
–Encontrar apoyo para la danza es muy difícil. En nuestro caso en particular, mi compañía se autofinancia. Hacemos funciones todo el año y con ello se cubren los costos de sueldos administrativos, artísticos, producciones, derechos de las obras, vestuarios, viajes, hoteles, viáticos y todo lo necesario para su funcionamiento. Muchas veces es estresante pensar que si no bailo no puedo cubrir este emprendimiento. Pero a la vez es gratificante llevar mi danza por todo el mundo, tener el reconocimiento de la prensa y estar acompañado por el público. No me quejo, aunque obviamente estamos dispuestos a encontrarnos con quien esté interesado en apoyar el proyecto.
–¿A qué artistas admira dentro de su disciplina? ¿Va a ver ballet, lo consume como una salida?
–La verdad es que cuando salgo veo de todo. Voy al cine, al teatro y también a ver ballet. Un bailarín que me ha marcado un rumbo importante en mi carrera, y creo que en la de muchos grandes, fue Nureyev. Sin lugar a dudas, él cambió y revolucionó la danza. Le dio al rol masculino la importancia que hasta ese momento no tenía. Antes las estrellas eran las mujeres, y con Nureyev el hombre comenzó a brillar también en el escenario con solos destacados, grandes saltos, giros y todo lo que el público puede disfrutar hoy.
–¿Ve a Julio Bocca como un referente? ¿Qué opinión le merece su decisión de despedirse este año?
–Julio Bocca es una gran referente de la danza. El ya era un bailarín consagrado cuando yo comencé a ser alumno del Instituto del Colón. Tuve el placer de verlo bailar y siempre lo admiré. Creo que hizo una hermosa carrera dentro de la danza y si siente que su momento para el retiro es éste hay que respetárselo. Son decisiones muy íntimas y sólo uno se puede dar cuenta cuando llega ese momento.
–¿Cuáles son los nuevos desafíos a medida que va pasando el tiempo en su carrera?
–Pienso que para un artista todo el tiempo hay nuevos desafíos. Sentirme así me hace estar vivo, me gusta mucho crear y coreografiar obras y a la vez tengo pendientes muchas metas por cumplir como bailarín. Me quedan ballets por bailar, coreógrafos y bailarines con los que quiero trabajar. Pero al mismo tiempo si me pongo a mirar para atrás me siento muy feliz con la carrera que tengo realizada. Y eso que falta bastante para el retiro...
–¿Qué piensa que estará haciendo usted dentro de veinte años? ¿Qué le gustaría?
–No lo sé todavía. Tengo muchas ganas de bailar, de estar en el escenario. Siento que a los 30 años un bailarín está en su plenitud y es el momento justo para disfrutar tantos años de trabajo y carrera. Me falta un largo camino por recorrer. Lo que tengo en claro es que me gustaría retirarme del escenario con lo mejor de mí como artista, y sin que el público me vea deteriorado. Para mí ellos son fundamentales en mi carrera, lo respeto mucho y quiero brindarles lo mejor de mí siempre que hago una presentación. Viajo mucho, pero mi refugio es siempre mi país, mi gente. Acá es donde me siento pleno. Argentina es mi lugar, y seguramente mi retiro será aquí. No sé si dirigiré o seré coreógrafo, pero seguro que va a ser algo vinculado con la danza.
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