Sáb 27.02.2010
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CULTURA › IGLESIAS ILLA Y SU FLAMANTE LIBRO SOBRE MIAMI

“La ciudad es un castillo de naipes”

El periodista radicado en Nueva York indaga en los pliegues del mito que sostiene a Miami como la tierra de los sueños y plantea las disyuntivas sobre su futuro: consolidarse como puerto cultural en sentido amplio o confiar en los ladrillos y el turismo.

› Por Silvina Friera

Los últimos destellos de la luz trazan la frontera de una tarde a medio terminar sobre la calle Honduras, en las entrañas de Palermo Hollywood. El fotógrafo aprovecha ese momento y gatilla su cámara sobre Hernán Iglesias Illa. “Mami, ¿es famoso?”, pregunta un nene con la voz más aflautada por la sorpresa del montaje. El desconcierto en los ojos de la criatura se acelera con las carcajadas de todos. Su madre se encargará de traducirle la respuesta, si le quedaron dudas. El periodista que vive en Nueva York desde 2004 y escribe para diarios y revistas de América latina y España (Rolling Stone, Vanity Fair, Esquire, Expansión, Brando y Etiqueta Negra) conjura la nostalgia y rumbea hacia Buenos Aires cada ocho o nueve meses. “Me gustaría hacer la de (Andrés) Calamaro, que vivía seis meses en Madrid y seis acá –cuenta–. Sería lo ideal; pero, lamentablemente, no soy una estrella de rock.” La escritura de Miami (Planeta/Seix Barral) alteró su rutina doméstica. Y los viajecitos al Río de la Plata. “Son muy mal negocio los libros –dice a Página/12–. Yo me tiro de cabeza y me llevan mucho tiempo; trabajo poco mientras escribo.”

Miami, subtitulado Turistas, colonos y aventureros en la última frontera de América latina, tiene un origen remoto. Iglesias Illa escribía artículos sobre telecomunicaciones en un diario financiero en Buenos Aires, cuando una operadora de celular lo invitó a un congreso de tecnología en Miami, en diciembre de 2003. La estadía en esa ciudad que personificaba todos los horrores posibles, la cueva de una fauna integrada por políticos corruptos, economistas neoliberales, actores de televisión, esposas de futbolistas, modelos, turistas que no leían libros, los anticastristas, los que votaban a Menem –refugio de la fustigadora de la pena de muerte Susana Giménez y el engendro de Ricardo Fort– fue confortable. A pesar del manojo de prejuicios –“un desdén de lejos”, como lo define–, la electricidad y vitalidad de la ciudad –su latinidad en construcción, su vivacidad infatigable, su irritante y aleatoria pasión por la destrucción y la construcción, como enumera en uno de los capítulos del libro– encendieron la lamparita del periodista: “Acá hay algo; no estaría mal escribir un libro”. Para desovillar esa madeja originaria viajó una docena de veces entre fines de 2008 y mediados de 2009. No se lanzó de cabeza al vacío de esta exploración. Con la historia sobre los banqueros latinoamericanos de Wall Street ganó en 2006 el Premio Crónicas Seix Barral, de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y el Grupo Planeta, con un jurado compuesto por Jon Lee Anderson, Juan Villoro y Martín Caparrós. Un año después publicó Golden Boys: Vivir en los mercados, que una productora de televisión argentina quiere convertir en una serie.

Iglesias Illa pateó “la ciudad más latina del mundo” –aunque conserva un intenso sabor cubano, ese sabor ya no es monopolio de los cubanos–, sintió sus ritmos internos, fue perdiendo la piel de los prejuicios y ganando argumentos. Habló con varios inmigrantes latinoamericanos, por ejemplo con Claudio González, un argentino ex vendedor de autos que se hizo cargo de la publicidad de Kendall Toyota y que tiene un programa diario en Radio Caracol. “No hay que quejarse, hay que soñar, tener buena onda”, le escuchó decir en una emisión. “Por eso vinimos a Miami, para cumplir nuestros sueños”, afirmaba González, que llegó en 1982 con 20 dólares en el bolsillo. “Mi imagen de Miami se empezó a ampliar –confiesa el periodista–. Mi proceso de descubrimiento podía generarlo en lectores que eran parecidos a mí. Golden boys es en cierto sentido similar. No sabía nada de finanzas cuando empecé a escribirlo y aprendí un montón.”

En Miami escasean lo lazos identitarios entre los inmigrantes. “Hay familias que llegaron recientemente y su proyecto pasa por quedarse; les encantaría que fuera una ciudad integrada y cálida y hacen lo posible para que sea así”, advierte. “Pero también hay mucha gente que defiende la identidad en movimiento de Miami, siempre efímera. Hay una tensión entre una parte de la gente que quiere asentarse y bajarle la velocidad a la ciudad y otra que va a Miami a seguir viviendo rápido. Habrá que ver quién gana.”

–Sin embargo, los exiliados cubanos de la primera generación tienen una identidad muy intensa.

–Sí, es cierto, pero cada vez tienen menos alcance en el clima de la ciudad. Hasta hace quince años, tenías que decir activamente que estabas a favor de los cubanos exiliados. Ahora si te hacés el sota, por no decir el boludo, no pasa nada. Pero todavía es difícil criticar en voz alta al exilio histórico; no podés estar claramente en contra. El cambio generacional es muy lento.

–¿Por qué nadie arriesga sobre el futuro de Miami?

–La gente hizo tantas previsiones que es como si la ciudad fuera un castillo de naipes. Miami vivió en los últimos diez años de la industria inmobiliaria, pero con la crisis financiera este boom se congeló. Si bien el desempleo es alto, no es sólo de Miami; lo está sufriendo todo Estados Unidos, aunque no hay grandes protestas. Hace treinta años Miami hubiera sufrido mucho más con una crisis como la del año pasado, pero ahora vive también de otras cosas. O trata. Mucha gente no piensa en Miami: vive. Cuando le preguntás, la gente saca el tema del fin del gobierno de Castro en Cuba. Ahí sí: todos dicen que va a tener un efecto importante. Pero tampoco se ponen de acuerdo sobre lo que va a pasar. Si todos los que viven en Miami regresan a Cuba, o viceversa, todos los que están en Cuba se van para Miami. Si Miami se transforma en un puerto cultural en un sentido amplio, le puede ir bien. Si vuelve a confiar solamente en los ladrillos y el turismo, le va a ir menos bien.

–¿Qué prejuicios comenzaron a caer con el correr de los viajes?

–Me fui sacando capas. Al principio, lo que más conocía era South Beach. Del otro lado de la bahía veía un gran cuadriculado enorme donde no sabía lo que estaba pasando. De a poco me fui acercando... Mi primera Miami, que era cool, la iba dejando atrás. No tenía intención de escribir mucho sobre los cubanos en Miami porque me pareció que ya había sido contado. Pero me fui acercando a los cubanos y de pronto me di cuenta de que no sabíamos tanto, al menos yo. Al final les dediqué más tiempo a los cubanos del que pensé que iba a dedicar. Mientras estaba en Miami creía que era muy alienante, que no viviría nunca en esa ciudad. Ya no estoy cómodo sintiéndome superior a una persona que elige vivir en Miami. Hace unos años apelaba más al sarcasmo frente a alguien que consideraba que tenía consumos culturales poco sofisticados o una visión conservadora de la vida o de los objetivos que tiene, lo que llamaríamos un pequeñoburgués. Ahora me parece que hay que dejar vivir, que son objetivos válidos, incluso entrañables.

–Un punto de coincidencia entre todas las generaciones de inmigrantes latinoamericanos es la idea de Miami como paraíso. ¿Cómo explica este mito?

–Miami tiene un talento muy grande para venderse como un paraíso. En los mitos siempre hay un poco de verdad y un poco de exageración. El sueño americano es un mito. Hay gente que, aunque no le vaya tan bien, plantea que Miami es generosa, hospitalaria. Hay un mito de darle para adelante, de trabajar duro y salir; que cualquier sueño es posible, aun cuando mucha gente se tuvo que ir. Pero el mito sobrevive. Y es muy potente. Aunque a veces haya que esforzarse por interpretarlo a favor. Hay tipos que dicen: “Se me cumplieron los sueños”. Y vos los mirás y decís: ¡qué sueño, macho! Pero están convencidos; es una manera de consolarse muy útil. La gente tiende a exagerar cómo le va. A pesar de que la inmigración amainó últimamente, el mito de Miami como tierra de oportunidades sigue firme.

–¿Cree que Miami es el único lugar de Estados Unidos que todavía aspira a encarnar el sueño americano?

–En Miami hay tanto hueco que todavía hay espacio para ese sueño. El optimismo de Miami es a prueba de balas. Con la crisis, el sur americano está medio devaluado. Nadie está decepcionado ni se siente engañado en Miami. O mantienen el autoengaño con que llegaron (risas). El autoengaño es muy útil como fuerza motivadora. Si uno se convence de que va a triunfar, la verdad es que tiene muchas más posibilidades de triunfar, en cualquier cosa, en cualquier ciudad del mundo.

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