CULTURA › COMIENZA EL V CONGRESO LATINOAMERICANO DE TRADUCCIóN E INTERPRETACIóN
El encuentro reunirá a más de 1500 expertos de España, México, Noruega, Estados Unidos, Italia, Canadá, Israel y Francia. Bajo el lema “Traducir culturas: un desafío Bicentenario”, se propone subrayar la función comunicacional del traductor.
› Por Silvina Friera
Los traductores son orfebres que dibujan puentes entre culturas. Si la mirada se tiñe de cierto “romanticismo”, son valerosos quijotes –mal remunerados la mayoría de las veces– que luchan contra una homogeneidad asfixiante. Como eslabones de un engranaje que moviliza al mundo, ponen en circulación un flujo de palabras, una trama viva e imaginaria que neutraliza la ignorancia. La compleja tarea de “decir casi lo mismo” en otra lengua convierte a estos entrañables orfebres también en “creadores de lengua”. “Traducir culturas: un desafío bicentenario” es el lema del V Congreso Latinoamericano de Traducción en Interpretación, que comienza hoy y se extenderá hasta el próximo domingo en el Hotel Panamericano (Carlos Pellegrini 551). Los escritores Juan Sasturain, Andrés Rivera, Mempo Giardinelli, María Rosa Lojo, Martín Hadis y Sergio Waisman, entre otros, participarán en los debates. Más de 1500 expertos provenientes de España, México, Noruega, Estados Unidos, Italia, Canadá, Israel y Francia intercambiarán experiencias sobre el oficio durante cinco intensas jornadas. La presidenta Cristina Fernández confirmó su asistencia a la inauguración de esta edición del congreso –declarado de Interés Nacional por la Presidencia de la Nación–, que estará a cargo de un cuarteto de traductores imperdibles: la española Amparo Hurtado Albir, la francesa Marianne Lederer, la alemana Christiane Nord y el canadiense Jean Claude Gémar. El historiador Felipe Pigna tendrá a su cargo el cierre de este encuentro con una conferencia sobre “Belgrano, Moreno, nuestros notables traductores”.
En consonancia con los festejos por el Bicentenario, el congreso se propone subrayar la función comunicacional del traductor, “cómo ha facilitado la identidad cultural a través de los años y cómo ha ido evolucionando esa función”, dice Beatriz Rodríguez, presidenta del Colegio de Traductores Públicos de la ciudad de Buenos Aires, que organiza el encuentro. Apasionados por las palabras y siempre aguzando el sentido para buscar “esa perfección que, como causa perdida, nunca se alcanza, pero siempre constituye un desafío intelectual” al que nunca se niegan, según Rodríguez, los traductores pondrán sobre la mesa temas axiales de su “preciosa intimidad”. Toda la piel, la musculatura y hasta la red de órganos internos serán analizadas durante el congreso; desde la traducción literaria a la científica, pasando por la interpretación, la terminología, la lingüística y el mercado laboral. Del vastísimo programa cabe destacar conferencias como “Escenas de traducción: una historia alternativa de la literatura argentina”, a cargo de Waisman; “Traducir literatura para chicos”, tópico que desarrollará Teresita Valdettaro, y dos abordajes de Borges que se las traen: uno a cargo de Hadis, que explorará la vertiente del escritor como traductor del anglosajón; el otro de Rivera, que cruzará el pudor del autor de El Aleph con la ironía de Onetti. También suscita interés la charla “Crecer como traductor en un mundo globalizado”, del español Xosé Castro Roig.
El principal desafío del traductor –precisa Rodríguez– es ver “cómo se inserta en esta era tecnológica”; por eso en el programa hay varios ítem con tela para cortar, como “Tecnología y traducción: el futuro a un clic de distancia” o “Web 2.0, redes sociales y nuestra imagen digital”. “El traductor es un conector cultural; en un momento en el que pareciera que la comunicación pasa por las máquinas, la preocupación es seguir siendo fiel a esa labor artesanal y profesional a la vez.” El canadiense Claude Gámer, uno de los integrantes del “cuarteto” inaugural, suele comentar que uno de los primeros pasos para traducir un texto es leerlo lentamente, “masticando las palabras”. Gémar señala que el profesional de la traducción “tiene que tener una vasta cultura general, lo que Umberto Eco llama ‘la Enciclopedia’” y que él denomina “bagaje de traductor”. Este pensamiento, tributario del romanticismo, no va en detrimento de las nuevas tecnologías. “Estamos en una etapa tecnológica que nos plantea estar actualizados, pero en la que nos preguntamos dónde queda la ‘esencia romántica’ de la labor del traductor”, advierte Rodríguez.
Una de las oradoras destacadas de este V Congreso será la mexicana Atenea Acevedo, especialista en varios campos y disciplinas humanísticas y sociales. “Quienes nos dedicamos a la traducción o la interpretación no somos meros copistas de ideas, sino vehículos para el traslado y la difusión de determinados discursos”, afirma la traductora activista, que organizó y coordinó en su país la colaboración lingüística de intérpretes Babels, un colectivo de voluntarios que se formó con el espíritu de facilitar el diálogo y el debate entre asistentes a los foros sociales mundiales. “Vivimos en un entorno caracterizado por un bombardeo mediático que privilegia ciertas estructuras jerárquicas, grandes corporaciones que operan con la lógica del mercado y omite deliberadamente situaciones que ‘no venden’ o resultan incómodas para determinados intereses”, explica, como si conociera al dedillo la actualidad argentina.
“Es necesario que nos sensibilicemos a la capacidad de influencia que tenemos en tanto comunicadores con la posibilidad de acercar a grandes grupos realidades por lo general desconocidas, de aceitar el intercambio entre culturas y visiones del mundo, y de fomentar el cuestionamiento de aquello que en los grandes medios se presenta como preceptos de validez universal”, continúa la traductora. “El lenguaje, como ha quedado demostrado con todo régimen dictatorial en diferentes latitudes, es un eficaz medio de resistencia y cambio social. No veo cómo podríamos distanciarnos de ese hecho si todo nuestro trabajo está vinculado con las palabras.” Acevedo defiende la figura del traductor activista: “Hacer activismo con la profesión significa dar voz a quienes no la tienen, es decir, hacer inteligible un discurso articulado a contracorriente o trasladarlo a un espacio de mayor difusión en donde puede manifestarse, encontrar eco, sumar esfuerzos o aportar una muy necesaria pluralidad de pensamientos y formas de acción”.
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