CULTURA › EL III CONGRESO IBEROAMERICANO DE CULTURA LEVANTA TEMPERATURA
Más allá de los discursos, la ceremonia de apertura fue una potente síntesis del espíritu del encuentro. Rodolfo Mederos, Silvio Rodríguez, León Gieco y Jorge Drexler comenzaron con palabras, pero la música empezó a tomar protagonismo.
› Por Eduardo Fabregat
Desde Medellín
Pasaron los discursos, llegó la hora de los bifes: el III Congreso Iberoamericano de Cultura ya es un hervidero de actividades, palabras, música y debates, convirtiendo a la ciudad en un caldo de cultivo del que es imposible abstraerse. Primero, claro, hubo una ceremonia oficial: el presidente de Colombia, Alvaro Uribe Vélez; las ministras de Cultura de España, Angeles González-Sinde, y de Colombia, Paula Moreno Zapata; y el alcalde de Medellín, Alonso Salazar Jaramillo, encabezaron el acto que abarrotó el Gran Salón del Centro de Convenciones Plaza Mayor. Y si las palabras de los funcionarios abundaron en el objetivo central de este Congreso (y el primer mandatario quedó expuesto a una brutal silbatina cuando afirmó que Medellín “es hoy una ciudad en paz”, frase que no tuvo en cuenta las relatividades de la coyuntura), fue lo que vino después lo que tuvo la real potencia condensadora del arte: en apenas veinte minutos, un video que repasó a las grandes figuras de la música iberoamericana y un desfile de artistas que visitaron géneros tan diferentes como el hip-hop, la cumbia, el vallenato y la música llanera sirvieron como síntesis perfecta del espíritu que anima al encuentro.
Como si eso no hubiera alcanzado, la intervención del escritor, periodista y ex embajador colombiano David Sánchez Juliao desató una nueva ovación entre las cuatro mil personas presentes: desde una mecedora, con un tono magnético, fue recorriendo el puente que une a todo un continente, finalizando con un ejemplo de cómo puede aprender a contar un latinoamericano: “Uno busca lleno de esperanzas, dos gardenias para ti...”, llegando hasta quince y abriendo la posibilidad de llegar hasta el cien. El cierre de la ceremonia, con Rodolfo Mederos en bandoneón y el colombiano Andrés Cepeda entonando aquello de “salgo a caminar...”, juntó todas las voces para sentir que el asunto está en marcha, una marcha avasalladora.
Intensidad, precisamente, fue lo que le sobró al encuentro que moderó la ministra de Cultura, flanqueada por dos gigantes de la música como Mederos y Silvio Rodríguez. Lejos de la polémica que algunos quisieron alimentar en estos días (hubo sectores que criticaron a los organizadores por invitar a “un defensor del régimen castrista”, críticas que se empequeñecieron rápidamente), hubo intervenciones del cantautor de la isla que hicieron levantar a todo el auditorio. “El hombre está fascinado por la innovación tecnológica, pero está fracasando en aplicar una filosofía humana a ese desarrollo. Las pruebas están en el desastre que se vive en estos días en el Golfo de México”, señaló Silvio, que manifestó su preferencia por lo acústico: “Lógicamente, si tengo que tocar para 30 o 40 mil personas tendré que recurrir a los micrófonos y lo técnico; pero nunca habrá nada más potente que ese contacto directo entre la música y el hombre”.
A su turno, e interrogado por Moreno Zapata, el notable instrumentista argentino no pudo evitar dar una visión pesimista: “A los que celebran el supuesto auge del tango debo decirles que para mí no es tal, que es sólo una conveniencia para turistas no avisados”, sostuvo, y remachó: “No puedo dejar de desconfiar de la moda, porque lo que es moda luego pasa a la mesa de saldos”. Los dos cerrarían su charla “Las músicas de Iberoamérica” con un ardiente alegato: “El futuro de la música será el futuro de los pueblos. Seremos libres o dependientes”, dijo Mederos. Rodríguez adscribió con pasión a la frase y la sala entera estalló.
Si en esa charla los músicos se permitieron destacar el rol de la música y la cultura en la integración social, pero a la vez relativizaron que “las canciones tampoco pueden resolver nada, sólo reflejar el estado y el sentimiento humano”, algo parecido terminó diciendo León Gieco en la rueda de prensa caracterizada por la fan que sostenía un gran cartel con la frase “Gieco, te amamos”. “Nuestra música supo acompañar procesos políticos y servir para decir cosas sobre ellos, para denunciar las sangrientas dictaduras y el Plan Cóndor que las integró en el continente, y luego para reflejar estos nuevos tiempos de libertad; pero ojo que las canciones no son tan importantes, no pueden resolver cuestiones sociales”, dijo en un encuentro en el que lamentó no poder quedarse más tiempo en Medellín (lo espera una gira por España), agradeció el amor que percibía en el ambiente y le prometió un DVD de Mundo Alas a la fan emocionada.
Por el cielo de Medellín pasaba la típica tormenta diaria, en el Mercado Cultural el stand argentino ya se mostraba listo (ver aparte), mientras el ejército de operarios terminaba de poner a punto la gran feria que abrirá hoy. Y Jorge Drexler no podía llegar a la sala de prensa. Cámaras de TV, fans con celulares, fotógrafos, daban cuenta de un incipiente interés en la obra del uruguayo radicado en España, que formaliza así su primera visita al país. Distendido y amable, Drexler tuvo un largo intercambio con periodistas de toda Latinoamérica, en el que habló de Amar la trama y de su manera de componer canciones “como quien hila las cuentas de un collar”, pero también tuvo un aparte para la sangrienta historia de América: “Llegué a la dictadura con nueve años, salí con 20, conozco muy bien la realidad latinoamericana”, indicó.
Al cierre de esta edición, el Congreso levantaba temperatura musical: en la plaza San Juan, Gieco, Drexler y Silvio ponían el primer mojón multitudinario. Un poco de música que acompañe tantas sabias palabras.
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