Dom 24.04.2011
espectaculos

CULTURA › LA COMPAÑIA URRAKA, COMPUESTA POR ACTORES, MUSICOS Y BAILARINES

Cuando el ritmo suena con los cuerpos

El grupo trabaja con las manos y los pies, pero también con cajas, botellas, tachos y chapitas, todo ello ambientado con un criterio plástico integral.

› Por Karina Micheletto

“Historias musicalizadas con objetos reciclados”, anuncia su espectáculo la compañía Urraka. Y también: “Un espectáculo de humor para toda la familia”. Ambas premisas se cumplen estrictamente en el show que este grupo de actores, músicos y bailarines está presentando en el teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062), los sábados y domingos a las 17. Pero hay más: si alguien pensaba que en materia de música hecha con el cuerpo y con objetos “raros”, estaba todo dicho, podrá comprobar que todavía es posible un abordaje diferente. Uno en el que teatro y ritmo se encuentren en un lugar distinto, bellamente ambientado con un criterio plástico integral, y con una importante dosis de humor. Todo, dirigido a un público que no es enteramente “de grandes” ni enteramente “de chicos”. Es, como invita la compañía, “para toda la familia” (y habría que agregar: también para solos y solas).

El ritmo llevado al escenario por estos cinco actores de Urraka va enhebrando historias que parecen suceder en una ciudad de antaño, acaso portuaria, acaso arrabalera, en algún remoto bodegón, en algún callejón de adoquines. Es un ritmo que suena con los cuerpos: con la respiración –como en la primera escena, no casualmente el punto de partida de toda la obra–, con chasquidos de dedos, con las manos y los pies. También con cajas, con botellas, con tachos y chapitas, con instrumentos hechos a base de objetos reciclados, pero no reciclados de cualquier modo: todo aparece transformado desde una visión plástica común, montado inclusive en estrafalarios carros sónicos creados ad hoc.

Lo que suena a lo largo del espectáculo no es sólo ritmo a partir de la percusión: hay líneas melódicas logradas con botellas de diferentes tamaños, que logran por ejemplo una chacarera, mezclada con una versión libre del chamamé “El toro”. “Nos interesan las botellas porque son objetos muy musicales, tienen muchas formas de sacarles notas, sonidos. Desde las más grandes, que dan los bajos, hasta las chiquitas con las que obtenemos los agudos, es mucho lo que se puede jugar”, cuenta Luciano Rosso, uno de los directores de la puesta. Junto a él trabajaron en la dirección Hermes Gaido y Roberto González (los tres formaron parte de El Choque Urbano), y con ellos cada uno de los restantes integrantes de Urraka –completan el grupo Emmanuel Calderón, Cristian de Castro, Mariela Herlein y Luz Macías– tuvo su lugar específico de trabajo.

A lo largo de los cincuenta minutos de espectáculo sonarán tangos y milongas –hay un homenaje a Troilo con una versión (libre, por supuesto) de “La trampera”–, rock “medio electrónico”, cumbia, jazz y reggae. Hay un malambo zapateado como no se ha visto en ningún festival de folklore, hay un hombre que parece de plástico y otro que parece tener mil muecas en la cara. Hay escenografías que se abren y se cierran con cajas, en ese logrado aspecto plástico –completado con la puesta de luces y el vestuario– de todo el montaje. Y objetos comunes y corrientes trabajados en su forma y en su uso, transformados para la ocasión.

“Las formas fueron cambiando a lo largo del tiempo, mientras íbamos redondeando el espectáculo”, dice Rosso. “Empezamos con los objetos como los encontrábamos, cada cosa tenía su color original, los tachos eran azules, los plásticos de colores brillantes. Queríamos darle el contexto de otra época y así todo fue tomando tonalidades sepias. Empezó a nacer la historia y, por ejemplo, los tachos de plástico se transformaron en barriles antiguos de cerveza o de vino, los fuimos trabajando. De eso se trata, de resignificar los objetos: si al pedazo de metal que te encontrás en la calle lo pulís un poquito, le ponés un fileteado y además suena, lo estás transformando en un objeto muy diferente.”

Urraka viene trabajando hace dos años, en un principio “a pedido”, a partir de una oferta de trabajo en el exterior, que finalmente no prosperó. “Nos quedaron dos escenas armadas y en lugar de dejar todo incluimos más gente y más objetos”, reseña Rosso. “Todo empezó cómo una idea de juntarnos entre amigos para armar algo y ver si podíamos laburar, y resultó que nos enamoramos mucho del proyecto y lo empezamos a trabajar con una línea más teatral.” La propuesta funciona tanto con los grandes como con los chicos y Rosso dice que verlos saltar siguiendo el ritmo desde sus asientos, es una de las partes más gratificantes del trabajo.

Si hay un mensaje transmitido por Urraka, concluye Rosso, es “cuánto podés hacer con nada”. “En teatro parece que ya está todo inventado, el tema es cómo valores el recurso, cómo lo resignifiques. Mostramos que desde lo mínimo podés hacer una obra de teatro. Lo que de verdad me sorprendió es eso, cómo desde la nada, desde la chatarra juntada de la calle o de los restos del taller de un amigo, poniéndole un poco de cabeza, se pueden hacer cosas muy buenas. La respuesta de los niños, para mí, es lo que lo deja más claro. Insisto: Verlos rebotando en sus asientitos es muy gracioso.”

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